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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
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Objetivos norteamericanos en las conversaciones con la URSS para la reducción de armas / 1

Aunque en materia de control de armamentos sería una peligrosa huida de la realidad el dejarse llevar por el entusiasmo, la situación por la que previsiblemente van a atravesar las relaciones entre Estados Unidos y la URSS inspira argumentos de más peso a favor que en contra del despliegue de un serio esfuerzo de control de armamentos.Las relaciones soviético-norteamericanas son hoy tan tensas que si hemos de ser sinceros con nosotros mismos habremos de aprovechar toda oportunidad de negociar en beneficio de la paz, por adversas que sean las probabilidades.

En las presentes circunstancias el control de armamentos debe ser un positivo elemento catalizador de un movimiento que conduzca a la paz, si nos atenemos con rigor a una concepción que entiende el control de armamentos como parte integrante de nuestra política exterior y de defensa, y no como un sustituto mágico de ella.

La carrera de la URSS hacia la expansión de su poder se ha visto muy acelerada durante los últimos diez años, nutrida por un fabuloso programa a largo plazo de acumulación de armas.

Ello ha suscitado, naturalmente, el rechazo entre los que aspiran a seguir siendo libres. Y el resultado ha sido una crisis mundial en la que la única solución racional, humana es una cooperación soviético-norteamericana que asiente la paz.

El ámbito más lógico para iniciar esa cooperación se da en el control, la reducción de armamentos y el desarme. Desde el comienzo de la era nuclear, los objetivos de nuestras fuerzas nucleares han sido la disuasión, la formación de una capacidad de contraataque y la estabilidad.

Las armas nucleares norteamericanas tienen dos funciones diferentes que son de capital importancia. Una es la de asegurar que ni la Unión Soviética ni ningún otro país utilicen o esgriman el arma nuclear en la opinión mundial con propósito de agresión. La segunda es la de dotar a Estados Unidos de capacidad para responder con armas nucleares si sus intereses vitales son puestos en peligro por un ataque realizado con fuerzas nucleares o convencionales.

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Para cumplir esos objetivos, Estados Unidos debe en todo momento mantener una capacidad clara y visible de contraataque nuclear, de manera que Estados Unidos, sus aliados y otros intereses de carácter vital puedan ser protegidos contra cualquier ataque, o amenaza de ataque, a cualquiera de los niveles posibles.

El arsenal nuclear soviético aumenta en un 8% al año

Hace diez años los expertos y funcionarios norteamericanos aseguraban a nuestro pueblo que la Unión Soviética intentaba alcanzar la paridad nuclear, su reconocimiento como gran potencia y un lugar al sol en la política. Pero lo que ha hecho ha sido proceder directamente a aumentar su arsenal nuclear a razón de un 8% anual en términos reales, aunque los estudiosos del tema coinciden en que hace bastante que superó el umbral de paridad nuclear.

El mayor riesgo con que nos enfrentamos no es la guerra nuclear, sino la coacción política basada en la amenaza verosímil de guerra nuclear que lleva implícita la abrumadora superioridad soviética en fuerzas convencionales y nucleares.

Esta amenaza y el miedo que engendra son la auténtica fuente de agitación hoy en Europa a propósito de la modernización de nuestras fuerzas nucleares tácticas.

Hace más de treinta años que la seguridad de Europa occidental, igual que la seguridad de Japón y de otros intereses vitales norteamericanos en la esfera de la seguridad, vienen siendo asegurados en última instancia por el arsenal estratégico de Estados Unidos, esto es, las armas de largo alcance con base en territorio norteamericano, en alta mar o en otros emplazamientos.

Durante todo este período, la Unión Soviética ha dispuesto de mayor fuerza convencional en el frente europeo central, y en años recientes también en los flancos europeos. Sin embargo, hasta hace poco esa superioridad soviética en fuerzas convencionales había estado contrapesada por la superioridad estratégica de Estados Unidos y por la convicción soviética de que Estados Unidos protegería, por medio del uso de las fuerzas nucleares en caso de necesidad, su interés en la independencia de Europa occidental, vital para la seguridad.

Sin embargo, como consecuencia de la multiplicación por la URSS de su arsenal nuclear de largo y medio alcance, ha surgido en Occidente la duda de si la garantía norteamericana es aún firme.

Hemos de suponer que los dirigentes soviéticos se han hecho la misma pregunta. Hace unos cuatro o cinco años cundió entre lo dirigentes de Europa occidental una especie de inquietud por el desarrollo del arsenal soviético de armas nucleares de medio alcance -las llamadas armas del área gris-, que no figuraban en el orden del día de las negociaciones SALT.

¿Podría ser que estas armas em pujasen a Europa a una situación de neutralidad o peor y que mientras Estados Unidos permaneciera paralizado ante este volumen y la potencia del arsenal intercontinental soviético? Esos terrores de pesadilla llevaron a algunas voces occidentales autorizadas a proponer que Estados Unidos tomara las medidas precisas para disuadir a la URSS del uso de sus euromisiles.

El resultado de la propuesta europea fue la decisión tomada por la OTAN en 1979 de que Estados Unidos estacionara en Europa proyectiles de alcance medio con base terrestre y que simultáneamente negociara con la Unión Soviética la eliminación de la amenaza que la existencia de los proyectiles soviéticos suponía.

Las razones que condujeron a la decisión de la OTAN eran del mismo tipo que el argumento que había decidido a Estados Unidos a mantener un alto nivel de presencia militar convencional en Europa. Periódicamente ha habido en Estados Unidos agitación en favor de la reducción de nuestras fuerzas convencionales en Europa, y de que se dependiese exclusivamente en las armas nucleares intercontinentales para la protección de Europa contra la presión soviética. Pero este género de propuestas ha sido objeto de firme y reiterado rechazo. Estados Unidos aspira no sólo a hacer que la garantía nuclear sea clara y convincente, sino a estar en condiciones de responder adecuadamente a amenazas de cualquiera de los niveles posibles. Retirar de Europa a las fuerzas norteamericanas significaría automáticamente la escalada de todo conflicto al nivel nuclear. Con el despliegue por Estados Unidos de armas nucleares de largo alcance en suelo europeo, tanto en Europa como en la URSS habría menos dudas sobre la fiabilidad de la garantía nuclear norteamericana. Y, consiguientemente, se reduciría el riesgo de conflicto por error de cálculo, con lo que se elevaría en la correspondiente medida el umbral previo a la utilización del arma nuclear.

Eugene V. Rostow es director de la Agencia Norteamericana para el Control de Armas y Desarme.

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