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Endurecimiento de las negociaciones entre Suecia y la URSS por el incidente del submarino

Las negociaciones que realizan los Gobiernos de Suecia y la Unión Soviética para alcanzar una solución satisfactoria en el incidente del submarino soviético, encallado en la costa sueca, sufrieron un endurecimiento en las últimas horas. Las manifestaciones visibles del cambio de la situación fueron, por un lado, la negativa del capitán del submarino, Pjotr Guzjin, a volver a ser interrogado fuera de su buque, y, por el lado sueco, la decisión de no asistir a la recepción que tendrá lugar hoy en la sede diplomática soviética en Estocolmo.

, Esta medida se hará extensiva a todos los embajadores suecos en cada país, de acuerdo con las instrucciones impartidas por el ministro de Exteriores, Ola Ullsten. Otros indicios del empeoramiento de la situación son las dos visitas en las últimas horas del embajador sueco en Moscú al Ministerio de Asuntos Exteriores soviético.Simultáneamente, en Estocolmo también se han hecho más frecuentes las visitas del embajador soviético al Ministerio de Asuntos Exteriores. No se ha dado ninguna información oficial sobre el tenor de estos contactos diplomáticos, pero ha trascendido que las autoridades soviéticas habrían expresado su malestar por lo que entienden corno dilaciones para una rápida solución del incidente.

La reiteración del interrogatorio al comandante del submarino soviético, que en su primera sesión duró siete horas, sería otro motivo de irritación para el Gobierno de la URSS. Ayer se supo que a bordo del submarino se encuentra un comandante de flotilla soviético, con grado de capitán de navío, hecho que suscita especulaciones sobre la naturaleza de la misión del submarino.

La neutralidad, amenazada

El primer aspecto que preocupa a muchos es el de la neutralidad sueca. Hasta ahora había existido un consenso unánime entre los diferentes partidos en cuanto a la intangibilidad de este principio, aun cuando las motivaciones de burgueses y socialistas no fueran las mismas. Sin embargo, el principio ha empezado a resquebrajarse, como lo demostraron algunos episodios recientes, en los días de la visita del secretario de Defensa norteamericano, Caspar Weinberger.

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Las declaraciones de éste antes del viaje a propósito de la neutralidad sueca, aunque luego rectificadas, suscitaron en Suecia algunas fuertes protestas. Pero las que colmaron el vaso fueron las declaraciones posteriores del ministro de Defensa sueco, Torsten Gustafsson, que dejaron muy mal parada la tradicional política de neutralidad de su país.

Más allá de estos episodios, aislados pero significativos y que pueden imputarse a la poca sutileza de quienes los protagonizaron, es innegable que, en la medida que la situación internacional ha entrado en un período de tensión, hay otras fuerzas dentro de Suecia que no verían con desagrado un deslizamiento más acentuado del que ya existe hacia uno de los bloques y particularmente hacia Estados Unidos.

No se le oculta a nadie que el episodio del submarino ha venido a dar fuerza esas tendencias que ya comienzan a manifestarse sin disimulos. Un cambio en la política exterior tendría en estos momentos una trascendencia innegable en los demás países de la región.

Otras consecuencias del incidente del submarino se harán sentir en el plano interno. Apenas quede resuelta la crisis se desatará una polémica de consecuencias imprevisibles. Un anticipo de esto se tuvo hace dos días, cuando Olof Palme planteó duras críticas al ministro de Defensa, Gustafsson, y, apuntando más arriba, al primer ministro, Falldin.

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