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La investigación oncológica intenta demostrar el origen psicosomático de diversos tipos de cáncer

Científicos alemanes y norteamericanos dedicados a la investigación oncológica han llegado a la conclusión de que el origen del cáncer está íntimamente ligado a las características psíquicas de la persona. Se ha podido comprobar incluso que es un determinado ambiente familiar el que hace que muchos individuos inmersos en él adquieran una personalidad característica, la cual va a constituir el caldo de cultivo idóneo para la aparición y el desarrollo de esta enfermedad. El doctor Grossart-Maticek, de la Universidad alemana de Heideberg, pionero de la oncología psicosomática, ha sido el artífice de tal descubrimiento.

No cabe duda que la medicina psicosomática está en auge, abriendo puertas inesperadas al concepto de enfermedad, pese a las discrepancias existentes entre los científicos. Discrepancias que, en unos casos, se refieren simplemente a la denominación adjudicada; en otros, los más graves, a su credibilidad y efectividad. Lo que, sin embargo, parece más difícil de aceptar es que la escurridiza enfermedad-plaga de la época actual, el cáncer, obedezca en su origen a los mismos principios que las tan cercanas úlceras de estómago, insomnio y tantas otras enfermedades relacionadas con el estado psíquico del individuo (psicosomáticas); y, más aún, que en un futuro próximo sea posible predecir si un individuo tiene una personalidad precancerígena; que se pueda prevenir la aparición del cáncer mediante tratamiento psicoterapéutico o controlar el ya contraído con el mismo método, prescindiendo de la farmacología, la inmunoterapia, la radioterapia y la cirugía, únicas armas hasta ahora disponibles.No obstante, la investigación mundial sobre oncología psicosomática está obteniendo resultados que indican que, efectivamente, existe una importante participación de los factores psíquicos en la génesis del cáncer. Científicos alemanes y norteamericanos han llegado a demostrar que los enfermos de cáncer poseen un «perfil delimitable de su personalidad» años antes de la aparición de la enfermedad; lo que hace suponer que ésta es favorecida por determinados rasgos de carácter. Los estudios e investigaciones al respecto han demostrado que éstos son, principalmente: represión de los sentimientos penosos, sobre todo desesperanza y aflicción; huida de cualquier tipo de conflicto o intento de armonización, sacrificio excesivo por los demás y descuido, al mismo tiempo, de las necesidades propias, así como postergación de la salud.

La campanada en todo este tema han sido, sin duda, los descubrimientos del doctor alemán Ronald Grossart-Maticek, participante en el Proyecto de Investigación sobre Oncología Sociológica de la República Federal de Alemania, quien, con el fin de investigar si la cancerización de una persona discurría paralela a determinados comportamientos de la misma, ha realizado numerosos estudios comparativos, obteniendo conclusiones acerca del cáncer que atañen directamente al delicado tema de la armonía familiar. Así, la gran mayoría de los enfermos cancerosos presenta como antecedente familiar un hogar sin cariño, frío y displicente, donde los padres han sido indiferentes a las manifestaciones sentimentales de sus hijos, y al menos uno de los dos tenía un carácter dominante.

Hogares fríos, padres calientes

Para Maticek, tanto la imposibilidad de aprender a expresar los sentimientos, ya fuesen afectuosos u hostiles, como la imposición de respetar las reglas paternas prescritas, teniendo que responder con laboriosidad y aplicación, son los principales factores que favorecen la adquisición de personalidades supervulnerables al ataque cancerígeno. Se trata de caracteres que tienden a rehuir los conflictos, a minimizarlos o a establecer una armonía artificial. Así, cuando no les queda más remedio que afrontarlos, se sumergen en una desesperanza crónica. Además, para satisfacer las expectativas de los padres o personas próximas, postergan totalmente las necesidades y los deseos propios. Todo ello hace que los conflictos sean ahogados y las agresiones dirigidas contra ellos mismos.Este científico supone que tal cantidad de estrés acumulado da lugar a una debilitación del sistema inmunitario, potenciando así la propensión a contraer una enfermedad cancerosa. Existen, por otra parte, investigaciones a nivel mundial que parecen confirmar esta teoría. Por ejemplo, ensayos norteamericanos con animales han demostrado que el estrés crónico favorece de una manera drástica la vulnerabilidad frente a las sustancias cancerígenas. Asimismo se ha comprobado en el ser humano que la perpetuación del estrés o su reiteración pueden originar una alteración de los sistemas de equilibrio, particularmente del sistema neuroendocrino hipotálamo-hipofisario. Ello se traduce en la posibilidad de que se dé una inducción tumoral (síntoma primigenio del cáncer), incluso sin verdadero agente carcinógeno reconocido.

Ya en 1940 se demostró que el estrés inducía tumores hipofisarios y tiroideos, llegándose a pensar que eran las propias hormonas producidas por estos órganos las sustancias carcinogénicas. Sin embargo, las investigaciones realizadas hasta la época actual han demostrado que, si bien este no es exactamente su papel en la génesis del cáncer, sí actúan como promotores básicos de la misma.

Los diferentes efectos que parece ejercer el sistema endocrino (hormonal) son: aumento de la posibilidad de mutación de los genes, potenciación de lesiones en el código genético, previamente inducidas por dosis apenas significativas de algún agente carcinógeno; enmascaramiento de las lesiones mutagénicas originadas inicialmente por los cancerígenos y facilitación de otros sistemas implicados en la oncogénesis, como el aumento de virogénesis y la modificación de la respuesta defensiva local (inflamación), del sistema de coagulación y de la respuesta inmunológica.

Esperanza en la psicoterapia

El porqué existe una gran variedad de cánceres parece estar también relacionado, según afirma el doctor Maticek, con determinados rasgos del carácter de los individuos. Así, la gran mayoría de los que padecen cáncer gástrico dicen haber tenido padres autoritarios y dominantes, que no les permitieron dar rienda suelta a sus sentimientos; los de pulmón, por el contrario, piensan que han disciplinado sus sentimientos para conseguir la armonía entre las personas del medio en que han vivido. El cáncer de mama, por ejemplo, aumenta conforme lo hace el nivel cultural y, según estudios del profesor Richter, del Centro de Medicina Psicosomática de la Universidad de Giessen, las mujeres afectadas revelan frecuentemente complejos de inferioridad e inhibiciones depresivas.Si todos estos factores del ambiente familiar, que también tienen su continuación en el medio social, influyen directamente tanto en el origen como en el desarrollo del cáncer, el uso de medidas psicoterapéuticas emerge como posible arma, tanto de prevención como de tratamiento. En el primer caso, hasta el momento no ha sido posible dar ningún paso positivo, ya que la barrera de la intimidad familiar lo ha impedido; no ocurre así con el segundo, donde se han conseguido resultados muy satisfactorios: enfermos cancerosos tratados con técnicas de psicoterapia viven por término medio de dos a tres años más que a los que no se les aplica.

El tratamiento terapéutico-familiar ha sido puesto en marcha por un equipo de investigadores que dirige el doctor Stierling, de la Universidad de Heidelberg, y se centra en el interés por la vida interior de los enfermos cancerosos y en sus relaciones con las personas más cercanas a ellos, quienes participan también en las sesiones terapéuticas.

Parece ser, pues, que el cáncer es el último eslabón de una cadena de acontecimientos negativos que la familia no ha podido superar y que, desgraciadamente, tiene su o sus víctimas propiciatorias. «Si se pudiera conseguir un cambio de actitud entre los integrantes de estos hogares, que este clima familiar típico de los enfermos cancerosos se minimizara o desapareciera», afirma el doctor Matleek, «seguramente en un futuro próximo el cáncer se restringiría a aquellos casos en los que hubiese mediado inevitablemente un agente externo carcinógeno y no una predisposición psíquica de la persona».

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