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La presencia de Jorge Luis Borges levanta el tono literario del Festival Internacional de Poesía de Morelia (México)

El Festival Internacional de Poesía de Morelia (una semana deversos en la voz de setenta poetas) se clausuró el domingo en olor de Jorge Luis Borges, llegado a última hora en un DC-3 cedido por el gobernador del Estado de Michoacan. El octogenario escritor argentino, que cumplió 82 años el pasado lunes (véase EL PAIS de ayer), acaparó todas las preguntas, todas las miradas, todos los oídos. Su presencia compensó a los organizadores de tantos nombres ilustres que se había caído del cartel a última hora: Octavio Paz, Alberti, Nicolás Guillén, Sanguinetti, Barral, Y en plena euforia borgiana se anunció que habrá segundo festival el próximo año.

Empezaba así la apoteosis mexicana de Borges, que siguió el lunes con una noche poética en México y culminó ayer con la entrega por el presidente López Portillo del Premio de Literatura Ollin Yoliztli (más de seis millones de pesetas).En la conferencia de Prensa que precedió a la clausura del Festival de Morella (sólo quince minutos y nada de saludos, «porque no sé saludar ni dar mensajes, porque soy un mensajero», ni preguntas políticas, «porque soy apolítico») se habló naturalmente del Premio Nobel. Borges calificó de «sensatez escandinava» el hecho de que no se lo hubieran dado y ésta es, a su juicio, la razón de que le estén lloviendo premios en otros países.

Borges, siempre de la mano de su secretaria, María Kodama, con quien dice estar aprendido islandés desde hace diez años, habló sobre la función de la literatura en el mundo actual: «Unir a los hombres. El escritor tiene el deber de que las palabras tengan esa fuerza, porque de otra manera la literatura no sería más que un ejercicio de vanidad o el arte de combinar palabras».

Del poeta dijo que hoy, como hace siglos, debe ser ante todo poeta. «Debe transformar el mundo, transmutar la desdicha en belleza». En opinión de Borges, la desdicha es la principal fuente de la poesía, que rara vez nace de la felicidad.

Con su sonrisa-mueca permanente, Jorge Luis Borges subió al escenario a leer sus últimos versos, apenas una veintena. Antes de su poema a la Luna diría aún que la Luna que hoy vemos no es la que vio Adán, porque inevitablemente nos recuerda a Shakespeare o a los poetas persas. «Todo lo que vemos está no diré que manchado, pero sí transfigurado por la literatura». Y el auditorio de Morella, más próximo a un verso combativo, despidió a Borges con un aplauso que el festival no había conocido.

Aunque el argentino eclipsó a todos sus colegas, la recta final del certamen tenía reservadas sorpresas interesantes, como la de un Allen Ginsber canturreando su Letanía a Plutonio, acompañado de un armonio. «Oh felicidad, vo te invoco... Establezco el derecho profético sobre los muros de tu mausoleo, para sellarte eternamente con la verdad de diamante, oh condenado Plutonio».

El poeta de la generación beat dijo que no ha cambiado su rechazo de la energía atómica, su tendencia al éxtasis, su interés por la conciencia. Acerca de Reagan manifestó: «Con este tontísimo presidente se ha centralizado más el poder, se ha centralizado más la energía, estamos a laspuertasde un Estado policiaco. Con esta idiota moral, al paso que vamos terminaremos quemando a Shakespeare».

La noche de clausura siguió con el yugoslavo Vasko Popa, el soviético Andrei Voznesenski (500.000 ejemplares vendidos de uno de sus libros de poemas), el brasileño Cabral de Melo Neto y el alemán Günter Grass. Todos ellos, junto con Borges y Octavio llaz, repitieron su noche poética en México el lunes.

Tantos recitales (dos por día en el Festival de Morelia a lo largo de una semana) han venido a demostrar que la poesía, sin más acompañamientos que la voz de sus autores, es capaz aún de llenar los teatros y de entusiasmar a los públicos. Aunque haya en ello m u cho de vanidad por poder codearse con clientes tan ilustres de la literatura.

Sesenta millones de pesos (240 millones de pesetas) no es deniasiado dinero para el presupuesto de la cultura mexicana, opinan los organizadores del Festival de Morella, sleon eso se consigue cada liño hacer de este país, por una semana, la capital de la poesía.

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