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López Cobos y la Orquesta Nacional rindieron homenaje a Argenta en Santander

Un multitudinario homenaje le fue tributado anteanoche al directo de orquesta Ataúlfo Argenta, fallecido en 1958, en el marco del Festival Internacional de Santander. Un extraordinario concierto de la Orquesta Nacional, dirigida por Jesús López Cobos, y una gran afluencia de público rubricaron este homenaje, que se desarrolló en el marco de la plaza Porticada, donde Argenta cosechó tantos éxitos a lo largo de su espléndida y truncada historia musical.

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"Magnífica informalidad"

No una, sino dos veces se ha llenado la plaza Porticada para escuchar la Novena sinfonía en homenaje a Ataúlfo Argenta. Ante la enorme demanda de localidades, la organizacíón del festival tuvo el buen acuerdo de convertir en acto público el ensayo general y hacerlo a un precio simbólico de cincuenta pesetas cualquier entrada.Apoteosis matinal y apoteosis nocturna. Fueron interminables las aclamaciones a Jesús López Cobos, la Orquesta Nacional y el Orfeón Donostiarra, que dirige Ayestarán. Y, sobre todo, la emocionada recordación de Argenta, no sólo gran artista cántabro, sino también denodado fundador -con José Manuel Riancho- de los festivales en la Porticada.

Argenta dirigió en Santander, antes de existir los festivales en la primavera de 1950 y en el verano de 1951. En el teatro María Lisarda expuso a sus paisanos, por vez primera, su teoría hecha de pasión sobre Beethoven y Brahms y, con Gaspar Cassadó, dio a conocer el Concierto galante, de Rodrigo. A los dos programas del María Lisarda se añadió, en 1951, el ofrecido en la Universidad Menéndez y Pelayo, con Narciso Tepes en el Concierto de Aranjuez, y obras de Turina, Falla y Ravel.

El verano de 1952 se considera fundacional de un festival que, entonces, se denominaba Artístico popular. Escenario: el desaparecido teatro Pereda. Solistas: el pianista Katchen y la cantante Ana María Iriarte.

Por fin, en 1953, contra viento y marea -más venidos de la Administración central que del Cantábrico-, Argenta convierte en sala popular de conciertos la plaza Porticada, en la que el año anterior había ensayado dos conciertos. En el ciclo más largo dirigido por el músico de Castro Urdiales en Santander, ofreció las nueve sinfonías beethovenianas, rodeadas por obras de repertorio y títulos españoles, entre los que destacó la Suite montañesa, del también castreño Arturo Dúo Vital.

Otro ciclo fundamental, muy unido al mismo historial de la Orquesta Nacional y de Argenta, centró las actividades sinfónicas del festival en 1954: el de las cuatro sinfonías de Brahms, con las que el inolvidable Carl Schuricht diese las más altas lecciones en los comienzos decisivos de la carrera de Ataúlfo en Madrid.

Argenta aparece con la orquesta de Suísse Romande, después de las ausencias obligadas por enfermedad, el verano anterior a su muerte. Al aplauso del público se une la admiración entusiasta de los músicos ginebrinos, con Ernest Ansermet a la cabeza. Suena de nuevo la Novena, como volvería a escucharse en 1958, dirigida por Alberto Erede, en el primer homenaje al director fallecido en enero del mismo año. «Ya el patrón se nos fue», versifica Gerardo Diego, mientras José María de Cossío evoca la honda dedicación musical y la temperatura humana de Argenta. En la plaza Porticada, una inscripción en piedra conmemora El aplauso multánime dedicado por más de 3.000 personas a la Novena sinfonía.

En el décimo aniversario, el sucesor de Argenta en la Nacional, Rafael Frühbeck de Burgos, dirige el Réquiem, de Verdi, y ahora, cuando el festival cumple treinta ediciones, otro nombre internacional español, director asociado de la Orquesta Nacional, Jesús López Cobos, reitera la obra y renueva los triunfos.

En todos los casos, cuentan y cantan las voces del Orfeón Donostiarra, cuyo director, Juan Gorustidi, tampoco está entre nosotros, como muchas de las personalidades aludidas, a las que habría que añadir los entusiastas en la sombra: Julián Uceda, hispanizador hasta el casticismo del empresario internacional de conciertos, y José Luis Rojas, algo así como el jefe de la casa civil de Argenta y la Nacional, tienen su puesto en la memoria.

La versión de Jesús lópez Cobos

La soprano Pilar Lorengar, protagonista con Argenta de uno de sus últimos éxitos en París, ha cantado en el homenaje del miércoles. Y lo ha hecho, según afirmación popular, como los ángeles, rodeada por tres solistas extranjeros: Patricia Payne, Hors Laubenthal y Walton Groenrous.No hace mucho escribíamos desde Granada sobre la Novena de López Cobos. La visión fuerte, coherente, dinámica, expresiva, convincente de esta obra, tan llena de carisma, registró en Santander acaso una más alta temperatura: la impulsada por la emoción del recuerdo a Argenta y la presencia apasionada de una masa llena de fervor.

El Orfeón Donostiarra tuvo una de sus mejores actuaciones. No en vano se trata de un coro que es capítulo importante en la interpretativa española con proyección universal. Sin duda, Antonio Ayestarán ha sabido continuar la obra de Gorustidi que tan bien conoció.

El día anterior, la villa de Castro Urdiales se había echado, literalmente, a la calle para testimoniar su fidelidad al recuerdo de Argenta en el concierto de la Coral Salvé de Laredo, que dirige José Luis Ocejo.

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