Cátedras de Historia de la Medicina
En relación con las manifestaciones aparecidas en EL PAIS de los días 1, 2 y 7 de agosto, y como presidente del tribunal que juzgó y resolvió la provisión de las cátedras de Historia de la Medicina de las universidades de Alcalá de Henares y de Murcia, deseo puntualizar:1. Para el acceso a la de Alcalá hubo un sólo aspirante, a quien se le concedió la plaza por unanimidad.
2. Para el acceso a la de Murcia aspiraron dos: uno de ellos era el mismo aspirante a la de Alcalá, por lo que recién obtenida ésta, que era la de su preferencia, ya no procedía enjuiciarle aquí. El otro aspirante fue desestimado por tres votos contra dos.
3. La razón de esta desaprobación estuvo basada en la desfavorable labor publicitaria de investigación por el aspirante, prácticamente nula desde 1975, en que obtuvo la agregaduría. Sabido es que la etapa de profesor agregado pretende servir de prueba de eficacia antes de confiar a un profesor el rango superior de catedrático.
4. Las cátedras representan un alto estamento al que hay que acceder ganándoselas. Mientras yo sea presidente de un tribunal de acceso, con mi voto no se, hará a nadie concesión de cátedra en forma de regalo, por el decoro y prestigio de la Universidad de los propios miembros del tribunal. Y pienso exactamente igual de los demás presidentes.
5. En el diario EL PAIS de 1 de agosto leo una "Carta al director", bastante impertinente, escrita por el profesor López Piñero, y por otro más a modo de postiza erudición anecdótica. Debo s1-gilificar que en - mi larga vida universitaria, de 48 años en la misma cátedra, creo haber alcanzado la veteranía necesaria para la ecuanimidad, siendo más cuantiosos mis años de catedrático numerario que los que suman los de esos dos obsesos videofranquistas firmantes (esos que ven franquistas por todas partes). Como mis relaciones con López Piñero han sido totalmente correctas y expresivas desde siempre, no ha dejado de sorprenderme su intemperancia crítica de ahora. Alguien ha señalado en EL PAIS de 7 de agosto que esos elementos habían monopolizado la provisión de puestos universitarios de Historia Médica, y claro es que ahora, ante sus adversidades en los fallos de dos tribunales -el 14 y el 15 de julio- no han logrado encajar sus descalabros, se han desbordado y no han sabido comportarse con elegancia, como deben hacer los mejores universitarios.
6. Los dos concurrentes a las plazas de Alcalá y Murcia tienen notorios antecedentes políticos de izquierdas, antifranquistas; los resultados, ya lo dije, favorable para uno y adverso para el otro. Creo que este hecho habla más que las palabras en favor del espíritu de justicia y de independencia del tri-
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bunal que presidí. Por eso no es benigno cuanto se ha dicho acerca de la politización de los presidentes de ambos citados tribunales. Sépase qué yo gané por oposición la cátedra en 1936, durante la República, sin más, mientras el profesor López Piñero, en ese franquismo que ahora abomina, a su ingreso en la cátedra juró lealtad a los principios fundamentales del Movimiento. Puede comprobarse que en tantos años yo no he desempeñado ningún cargo político, cuando ha habido alguien, como el profesor Laín, a quien tanto traen y llevan en el escrito, nombrado a dedo por el generalísimo Franco para rector de la Universidad de Madrid, durante unos cuatro años -con su conformidad- y sin que esto haya sido óbice, naturalmente, para que ocupara y siga ocupando presidencias de tribunales universitarios y otros (una lista, en EL PAIS del día 2). Yo atravesé situaciones algo desairadas en los tiempos absorbentistas de Enríquez de Salamanca, en razón a la lealtad que m antuve -muy bien conocida por el profesor López Piñero- hacia mi maestro don Teófilo Hernando; llegó el tiempo de los automatismos para las vocalías, luego el de los sorteos y el de nombramientos libres y cambiantes de las presidencias, y todo se ha ido arreglando, no quedándome la menor cicatriz de todo aquello, porque por fortuna no soy un resentido.
7. Lo que me ha dolido del escrito del profesor López Piñero y de su postizo acompañante, es cierto aire que se filtra entre sus líneas y que pudiera conducir a indisponerme con el profesor Laín, amigo de siempre, y, esto, demostrable hasta con testimonios de última hora, como su carta-prólogo tan cordial al libro Terapéutica clínica del aparato circulatorio, hecho por mis antiguos colaboradores en la cátedra, en mi ocasión jubilar. No creo que ese insigne maestro de historiadores caiga en ninguna trampa ni peligro, siendo él tan inteligente y tan sagaz perillán.
8. Sepa, en fin, el profesor,López Piñero, que cuando él estaba todavía en anteproyecto, y luego en mantillas y poco más, ya escribía yo libros de Historia de la Medicina, dos de los cuales fueron prologados por los profesores Hernando (Las ideas terapéuticas) y Marañón (Galileo y la ciencia), y esos no eran prologuistas de anecdotarios. Y por entonces me llevó a su elenco, en plaza de historiador médico, la Real Academia de Medicina de Sevilla, que hoy me honro en presidir, y la' Real de Buenas Letras, a uno de sus puestos de preeminente (con rango de nacional), a la vez que obtenía las corresponsalías de la Nacional de la Historia, de la Española de la Lengua, y otras más, ninguna de ellas premiadoras de anecdotistas. Dedúcese, pues, a juzgar cómo me ha tratado esa inefable pareja de faunos, que en ella no ha habido elegancia en el encaje de su disgusto, ni alteza de miras en su reacción de inmadurez (infantil la llamó el catedrático de Salamanca), ni respetos elementales, sino mucha, mucha, mucha, mala uva. Pero... pelillos a la mar. /
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