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Reportaje:El tráfico de armas y la conxión libia / y 2

La justicia norteamericana continúa buscando a los ex agentes de la CIA que armaron a Gadafi

Poco antes de la medianoche de un húmedo y sofocante domingo de septiembre de 1976, en Washington, Kevin P. Mulcahy, un antiguo miembro de la CIA que se dedicaba por entonces a los negocios de exportación, llamó al oficial de guardia de la sede central de la agencia en McLean, Virginia. Sin dar ningún rodeo, Mulcahy le dijo que había problemas en ultramar y que tenía que hablar inmediatamente con el ayudante del vicedirector de operaciones clandestinas de la agencia. Mulcahy esperaría su llamada. Le llamaron en menos de una hora. Al teléfono estaba Theodore G. Shackley, uno de los hombres más influyentes de la CIA. Mulcahy tenía algo inquietante que contarle. La empresa de la que era presidente, Inter-Technology, había aceptado vender equipo para actividades terroristas, explosivos y detonadores de acción retardada, al coronel libio Muamar el Gadafi. Además, la empresa también había aceptado crear una escuela de adiestramiento para enseñar a los libios las últimas técnicas en terrorismo y asesinatos políticos. Tan sólo hacía unos días, le dijo Mulcahy a Shackley, que le habían pedido que comprara un misil Redeye de fabricación norteamericana, un arma capaz de derribar un avión comercial, para su envío al dirigente libio. Los dos socios de Mulcahy, Edwin P. Wilson y Frank E. Terpil, que habían sido quienes le habían contratado a él, habían sido agentes de la CIA.Sin aprobación de la CIA

Por el teléfono, Mulcahy le preguntó a Shackley: "¿Se trata de una operación de la CIA o no?". Shackley se, mostró evasivo, y así supo Mulcahy que sus terribles sospechas eran ciertas: las operaciones de Wilson y Terpil no contaban con la aprobación de la CIA. Sabía que en el cerrado mundo de los servicios de inteligencia en cuestión de días les llegaría, por uno u otro conducto, a los socios de Mulcahy la noticia de que había acudido a las autoridades. Rápidamente se ocultó, se cambió su aspecto fisico y utilizó un nombre falso. El contaba con que sus socios y colaboradores serían rápidamente arrestados, procesados y encarcelados. Pero la cosa no fue así. No hubo ningún arresto inmediato en los meses siguientes. Y mientras él se mantenía oculto, Wilson y Terpil seguían ampliando el radio de sus operaciones con Libia. Pasarían cuatro años antes de que el despacho del fiscal federal de Washington procesara a sus dos socios acusándolos de exportación ilegal de explosivos y de conspiración e incitación al homicidio. Todavía se les busca. Por todo ello, Mulcahy, frustrado, se decidió a contar todo públicamente por primera vez.

Mulcahy se esfuma

El mismo día que empezó a hablar con agentes del Gobierno Mulcahy recibió un-mensaje de Wilson, que estaba fuera de Esta dos Unidos: "Me dijo que me callara, que no siguiera hablando. El lo explicaría todo cuando regresase". Mulcahy decidió ocultarse. Se armó de un rifle M-16 y estuvo acompañado durante tres semanas, cambiándose de emplazamiento todas las noches. Entre tanto, el Gobierno recibió confirmación de primera mano de sus acusaciones. A primeros de octubre de 1976, John Heriry Harper, un antiguo técnico de bombas de la CIA que había sido reclutado por Ed Wilson, regresó de Libia y al enterarse de la deserción de Mulcahy, acudíó a la CIA y les contó el programa que Wílson y Terpil estaban preparando para Gadafi. Harper dijo que él y otros compatriotas habían construido un laboratorio y estaban fabricando bombas para atentados'camufiadas como formaciones rocosas, ceniceros, lámparas y teteras. Wilson y Terpil habían también contratado a tres cubanos qu e habían trabajado anteriormente en la CIA para realizar un asesinato por encargo de Gadafi. Wilson les dio 30 . 000 dólares para gastos por me dio de un cheque nominal a su ruenta en un banco de Middleburg, en Virginia. En lugar de ejecutar su misión, los cubanos regresaron de Europa e informaron a la CIA. Mulcahy estaba empezando a sentirse tenso. No parecía conseguir que nadie, en el Gobierno federal compartiese su preocupación sobre la vital importancia de detener rápidamente el envío de detonadores y explosivos a Libia. En abril de 1977, un informe del Washington Post sobre las investigaciones en curso del Departamento de Justicia de las conexiones de Wilson con Libia hizo que se enterara del asunto Stansfield Turner, el recién nombrado director de la CIA. Turner se ocupó personalmente de investigar las operaciones de Wilson y rápidamente se enteró de las acusaciones de Mulcahy. El director de la CIA llamó a Pat Loomis y a Bill Weisenburger (dos funcionarios en activo que estaban colaborando por su cuenta con Wilson y Terpil), les interrogó y les expulsó de la agencia. Ordenó también una reorganización de los servicios clandestinos de la CIA, reemplazando a Ted Shackley y a su inmediato superior, William Wells.

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Organizar un asesinato

Lo que no hizo Turner fue entrar en contacto con Kevin. Si lo hubiera hecho, se hubiera enterado de la amplitud de los contactos de Wilson en Libia y de que sus contactos en el interior de la CIA iban más allá de Loomis y Weisenburger. También se hubiera enterado de que el departamento de operaciones clandestinas había sido avisado de que Wilson estaba organizando el asesinato de un político por orden de Gadafi, tal como les habían informado a los funcionarios de control de la CIA los cubanos. Además, parece que nadie de la agencia se tomó la molestia de informar a Turner sobre -la información proporcionada por John Harper sobre el laboratorio de armas y los programas de adiestramiento organizados por Wilson y Terpil. Los contactos de Wilson con Jerome S. Brower, un fabricante de éxplosivos de Califórnia, se intensifigaron durante este periodo y Brower, que había entregado el primer envío de explosivos a Libia en el verano de 1976, comenzó a reclutar especialistas en la fabrica ción de bombas para las operacíones de Wilson. En diciembre de 1977, tras mas de un año de investigaciones, la Oficina de Regístro de Agentes Extranjeros del Departamento de Justicia señaló que Wilson y Terpil, a pesar de haber realizado negocios oscuros, no habían violado ninguna ley de Estados Unidos. Escribieron a las oficinas de la Fiscalía Federal de Alejandría, Virginia y Washington, recomendando abandonar el caso. Una copia de esta carta cayó en manos de Eugene M. Propper, un agresivo ayudante de la Fiscalía Federal que estaba por entonces encargado del caso Letelier, en Washington. (Orlando Letelier, embajador chileno en Estados Unidos, fue asesinado en Washington, en septiembre de 1976.) Propper había interrogado brevemente a Wilson en el mes de abril, y éste había rechazado toda implicación en la venta de detonadores automáticos a Libia; Propper recordaba vívidamente esta mentira cuándo el Departamento de Justicia recomendó el abandono del caso. Propper averíguó que los fiscales del Departamento de Justicia se habían basado para sus investigaciones únicamente en los ínterrogatorios del FBI y pensó que él podría llevar a cabo un mejor interrogatorio si lograba llevar testigos ante un jurado de acusación.

Laguna legal

La clave era Mulcahy, que aceptó prestar declaración de mala gana, que juró que jamás haría. Mulcahy recuerda: "Le dije aljurado todo lo que sabía, y lo hice sin haber obtenido inmunidad. Lo que les decía era toda la verdad. Si había hecho algo malo, estaba dispuesto a pagarlo". En una reciente entrevista, los funcionarios federales reconocieron que fue el testimonio de Mulcahy ante el jurado de acusación lo que les dio la base para los posteriores procesos. Mulcahy se pasó Irán parte de 1978 trabajando intensamente con los abogados del despacho de la Fiscalía Federal. Pero no pasaba nada y a finales del año quería retirarse. Los funcionarios oficiales explicaron posteriormente que la tardanza en iniciar los procesamientos no eran consecuencia del testimonio de Muleaby, sino que había sido causada por una laguna en la ley, que no especifica clara mente como delito el empleo de material y tecnología norteamericanos para promover actos terroristas en el extranjero, siempre que no se cometa ningún acto delictivo dentro de Estados Unidos. Wilson y Terpil tuvieron el máximo de cuidado en realizar sus con tratos de negocios fuera del país. A mediados de 1978 surgió lo que Mulcahy considera como un acontecimiento importante: el Departamento de Bebidas, Tabaco y Armas asignó al caso un nuevo equipo de dos hombres. Richard Wadsworth y Richard Pedersen decidieron, casi nada más iniciar sus investigaciones, que Mulcahy decía la verdad. Ahora, por primera vez, Mulcahy sintió que contaba con alguien metido en las investigaciones con quien podía comunicarse. A comienzos de junio de 1979, la oficina del fiscal federal comunicó a Wadsworth y Pedersen que no había pruebas suficientes para acusar a Wilson y a Terpil de exportar ilegalmente explosivos a Libia. El Gobierno no tenía pruebas de que se hubiera realmente enviado ningún explosivo a Libia sin los permisos adecuados y sin las cartas de embarque adecuadas, necesarias para asegurar el debido almacenaje de los materiales durante su transporte. Rick Wadsworth decidió hacer un esfuerzo final para encontrar pruebas del envío antes de abandonar definitivamente el caso. Pasó un fin de semana completa en los juzgados federales de Washington revisando todos los documentos y las declaraciones de los testigos. Encontró, enterradas entre los archivos unas notas de una reunión de trabajo que habían sido entregadas por Mulcahy al FBI en 1976. Las notas, eón la letra de Brower, provenían de la reunión celebrada en agosto de 1976, en la que el fabricante californiano aceptó enviar a Libia el RDX y los otros explosivos ocultos en grandes barriles.

El Gobierno consigue las pruebas

Wadsworth y Pe dersen descubrieron que las notas, en las que Brower había apuntado el tipo y cantidades de los explosivos pedidos por Wilson y Terpil, encajaban exactamente con las descripciones de las cartas de embarque de un envío de explosivos realizados desde la fábrica de Brower en la misma semana. El Gobierno ya tenía pruebas.

A finales de diciembre de 1979 fueron arrestados en Nueva York Frank Terpil y un cómplice, como resultado de una operación secreta en la que dos agentes secretos del Departamento de Policía de la ciudad de Nueva York se habían hecho pasar por revolucionarios latinoamericanos que querían comprar como fuera cualquier tipo de armas. Las investigaciones, dirigidas por el despacho de Robert M. Morgenthau, el fiscal del distrito de Manhattan, reunieron horas de conversaciones grabadas de Terpil. En una de las grabaciones, Terpil se jactaba de su habilidad para vender cualquier tipo de armas, incluyendo misiles, y habló de su grupo de antiguos especialistas de los boinas verdes, dispuestos a ir donde fuera para adiestrar a terroristas.

En abril de 1980, cuatro meses después de los arrestos llevados a cabo en Nueva York, Wilson, Terpil y Brower fueron finalmente llevados ante un jurado de acusación en Washington (Brower se halla actualmente cumpliendo una condena de cárcel de cuatro meses). Terpil, que había sido puesto en libertad bajo fianza tras declararse inocente, fue arrestado unos días después por Wadsworth y Pedersen. El proceso se centró en acusaciones de conspiración basándose en la reunión celebrada en agosto de 1976 en las oficinas de Inter-Technology, tal como había sido relatada por Mulcahy al jurado de acusación en sus declaraciones. También se acusó a Wilson y a Terpil de conspiración para asesinar al disidente libio.

Sin embargo, el alivio que sintió Mulcahy por el proceso no duró mucho; posteriormente, un magistrado federal redujo la fianza de Terpil de 500.000 dólares a 75.000, de los que únicamente 15.000 tenían que ser pagados en efectivo. "Sabía que iba a fugarse; le conocía, a él y su forma de vida; sabía que tenía por lo menos seis pasaportes diferentes", recuerda Mulcahy.

El 3 de septiembre de 1980, más de cuatro meses después de su procesamiento en Washington y el día antes de que fuera a comenzar el juicio por los hechos de Nueva York, Terpil huyó a Europa.

Terpil había burlado la libertad provisional y Wilson había decidido quedarse en el extranjero; Mulcahy llegó a la conclusión de que era la hora de abandonar el caso. En los cuatro años de, colaboración con las autoridades federales no había logrado casi nada. Se trasladó al Middle West.

Había algunas preguntas que seguían inquietándole: "¿Por qué no colaboraba de una manera plena y decidida la CIA con la oficina del Fiscal federal? ¿Por qué no pedía el Gobierno ayuda a la agencia para la localización y arresto de Wilson y Terpil? ¿Por qué no se formaba un equipo federal para coordinar las investigaciones? ¿Por qué no se recurría a un fiscal especial? ¿Por qué no le daba el FBI importancia a este caso?".

Mulcahy regresó a Washington a finales del año pasado dispuesto a poner fin a su colaboración con las autoridades. Lo que averiguó a comienzos de 1981 le convenció de que había llegado el momento de dar un paso en el que no había pensado antes: acudir a los medios de comunicación. Un antiguo compañero de la CIA cuya identidad se niega a revelar le dijo que Wilson y Jerome Brower habían conspirado a finales de 1977 para enviar cerca de 20 000 kilos de explosivos plásticos C4 a Libia, el mayor envío ilegal de explosivos conocido por los investigadores federales. Mulcahy tuvo posteriormente confirmación de que era cierto lo que le había contado su compañero: los envíos se habían realizado desde un aeropuerto de Tejas, en otoño de 1977, en un DC-8 de carga fletado para tal fin. Se sabía que estaba implicado un empleado de una de las empresas de Wilson dedicadas al transporte de mercancías, Around the World Shipping and Chartering, de Houston, en Tejas.

Brower y su compañía habían obtenido unas ganancias de un millón de dólares únicamente por el envío del C4. "Me sentí totalmente aterrorizado", recuerda Mulcahy. "Cuando me enteré hacía más de tres años que se había realizado el envío, y el FBI y la oficina del fiscal federal estaban al corriente de ello. Y, sin embargo, no se había detenido a nadie, ni siquiera se les había llamado a declarar ante un jurado de acusación".

El caso sigue abierto

Hace unas semanas, en el curso de unas entrevistas, los fiscales de la Fiscalía Federal declararon que el caso seguía abierto y que se darían algunas órdenes de procesamiento antes de terminar el verano, que incluirían a muchas más personas de las conocidas por sus implicaciones en las operaciones de Wilson y Terpil. (Entre tanto, Frank Terpil fue juzgado en rebeldía por las autoridades de Nueva York, acusado de diez delitos de conspiración y venta ilegal de armas; fue declarado culpable y sentenciado el 8 de junio a 5- años de cárcel, la pena máxima.)

Mulcahy sigue creyendo firmemente en el sistema norteamericano; cree en el valor y la importancia de la CIA y en la justa actuación del sistema judicial norteamericano. "El sistema puede funcionar", dice, "pero no si la gente que constituye el sistema no lo hacen funcionar". Si tuviera que volver a hacerlo, dice, "hubiera llevado todos los documentos que tenía a la Casa Blanca o se los hubiera entregado personalmente al periodista más responsable que hubiera podido encontrar. No volvería a acudir a ninguna agencia del Gobierno...".El pasado mes de agosto, cuatro meses después de haber sido procesado, Edwin Wilson fue arrestado en Malta y se le mantuvo detenido durante más de tres días. Sin embargo, antes de que pudiera ser entregado a las autoridades norteamericanas para su extradición a Washington, logró escapar, no se sabe cómo, en un vuelo desde Malta al aeropuerto londinense de Heathrow, utilizando un pasaporte anulado. Las autoridades federales sospechan que se hizo un pago de 10.000 dólares por medio de una cuenta especial en Malta por encargo de Wilson. Hay quien cree en Washington que aún hoy todavía hay algunos elementos de la Cia que protegieron a Wilson en Malta y que continuarán haciéndolo.

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