La desaparición del "hombre fuerte" panameño hace difícil una salida política al conflicto de El Salvador
"Torrijos siempre creyó que la crisis salvadoreña podía tener una salida negociada, y de hecho, en diciembre del año pasado, hubo una oferta concreta en este sentido por parte de Carter. Pero Fidel Castro estaba angustiado por el aislamiento que se le venía encima con Reagan y prefirió empujar a la guerrilla salvadoreña a la ofensiva de enero. Ahí empezaron sus diferencias con Fidel". José Blandon, uno de los dos consejeros más cercanos a Torrijos, ha explicado a EL PAIS las causas del distanciamiento que se produjo este año entre los dos líderes, junto con algunos entresijos de las negociaciones en las que participó.
Buscar vías de entendimiento allí donde la guerra parecía inevitable fue siempre para Torrijos una especie de reto personal. Aun después de abandonar la presidencia de su país en 1978, se reservó para sí la política exterior de su país, lo que Arístides Royo llamaba "la conspiración". Le gustaba estar en todas las salsas de Centroamérica y aun de América Latina. Cuanto más difícil y más secreto fuera el arbitraje, tanto mejor.Su visión centroamericana pasaba por las siguientes coordenadas: evitar la guerra en El Salvador; consolidar el régimen nicaragüense, pero sin caer en la cubanización; apoyar a los hondureños a llevar a buen término el proceso democrático, impedir por encima de todo que Costa Rica entrase también en la senda violenta, y ayudar a los beliceños a lograr su independencia sin interferencias guatemaltecas. La salida más dificil la vio siempre para Guatemala, por el carácter sanguinario y extremadamente cerrado de su Gobierno.
Después de la ayuda, en hombres y armas, que prestó a los sandinistas en su lucha contra Somoza, Torrijos nunca pensó que la situación salvadoreña pudiera equipararse a la nicaragüense. Por eso dedicó todo su esfuerzo a elaborar una solución política. En febrero del pasado año propuso a William Bowdler, entonces secretario adjunto de Estado, un plan para que la junta salvadoreña y las fuerzas guerrilleras pudieran tener la posibilidad de llegar a un acuerdo mínimo.
"Los norteamericanos recibieron el plan con frialdad y no se volvió a hablar más de él", relata José Blandon. Pero inesperadamente, en diciembre, después del asesinato de los líderes del Frente Democrático Revolucionario (FDR) y de las cuatro monjas norteamericanas, Carter interrumpe la ayuda militar y "hace saber a Torrijos que está dispuesto a entablar negociaciones sobre la base de seis puntos".
Plan Carter
"Carter se había comprometido con Reagan", explica el asesor de Torrijos, "a resolver dos temas: los rehenes de Irán y la cuestión salvadoreña. El quería evitar a toda costa la guerra".
He aquí los seis puntos que Carter estaba dispuesto a discutir: eliminación de los cuerpos de seguridad represivos (Guardia Nacional, Policía de Hacienda) y mantenimiento del Ejército, depuración de los altos mandos de las fuerzas armadas, formación de un Gobierno de coalición dando entrada a representantes del FDR, mantenimiento de las nacionalizaciones y de la reforma agraria, plan para reasentar a los refugiados y preparación de elecciones.
"Torrijos pensé siempre que eran unas propuestas capaces de generar un consenso entre todas las fuerzas políticas salvadoreñas.
Todo estaba preparado para. que la negociación tuviese lugar en Honduras. Pero Fidel prefirió jugar la carta de la guerra. Algunos grupos armados pensaban también, con la euforia que dan las armas, que era mejor negociar desde una posición de mayor fuerza militar".
"Cuatro días después de iniciar la ofensiva general, la guerrilla nos hizo saber que aceptaba la negociación, pero ya era demasiado tarde. Los militares creían que ya habían ganado tácticamente y el propio Carter pensó que en dos meses podía ganarse la guerra. Torrijos siempre creyó que Fidel había cometido un error de cálculo sobre el poder militar de la guerrilla. Con la muerte del general se ha perdido la oportunidad de encontrar una solución política al conflicto salvadoreño".
Según las palabras de Blandon, el dirigente panameño opinaba que cualquiera que ganase la guerra la iba a perder de hecho, porque se encontraría con un país destrozado. El empantanamiento de la situación militar, sin posibilidades de triunfo rápido para ninguna de las dos partes, parece darle definitivamente la razón.Las diferencias de Torrijos con Castro se agudizaron aún más en marzo, cuando una columna del M-19 colombiano fue enviada en barco desde Cuba a Colombia.
Otra discrepancia seria fue por la cuestión nicaragüense. El general veía con preocupación la creciente presencia cubana en este país y el proceso de radicalización de algunos de sus dirigentes. "El creía que el régimen sandinista tenía que consolidarse, pero con la ayuda de todas las naciones progresistas de América, no sometiéndose a la exclusiva dependencia de Cuba".
"Pero lo que Torrijos consideraba errores de Fidel nunca le llevaron a practicar un anticubanismo al estilo del Gobierno venezolano. Seguía considerándose amigo de Castro y nunca quiso apoyarse en las discrepancias para descalificar el proceso cubano - . El decía siempre que el primer gesto latinoamericano de gallardía frente a Estados Unidos fue el de Cuba. El segundo fue el de Panamá, y el tercero, el de Nicaragua".
Esto no significa que rehusaserecurrir a las armas cuando no quedaba otro camino. Como ejemplos, su ayuda a los sandinistas y los seis millones de dólares entregados a los militares institucionalistas alzados en armas en Bolivia. Los panameños dicen que el levantamiento de Natusch y Anez es el golpe póstumo de Torrijos. Pero siempre supo apurar el diálogo hasta el límite.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.