Aceite de colza desnaturalizado
No escarmentamos. Cuando alguien habla coram populo, acerca de la neumonía atípica o del aceite de colza desnaturalizado, ya es sabido que va a caer en la trivialidad, en echar balones fuera o en inexactitudes de bulto.De tan triste aceite sólo conozco lo que a través de la Prensa se me ha brindado. Y es bien poco. No pretendo que un diario se convierta en una revista científica. En EL PAIS (12 de julio), un triunvirato de científicos universitarios entona un réquiem. Es lástima que tras su lectura no pueda decir amén.
¿De dónde se han sacado esos señores que los olucosinolatos, así y sin más, son bociogénicos? Seguramente del dicho: «Por un perro que maté ya me llaman mataperros». Porque lo cierto es que de todos los conocidos, y se aproximan a setenta, tan sólo cuatro o cinco presentan tal característica. Y, por supuesto, niguno de ellos se encuentra en el rábano ni en las mostazas ni en muchas variedades de col. No deseo qué los lectores de EL PAIS crean que van a cretinizarse por tomar rabanitos, untarse el filetón con mostaza o cuando se apliquen un sinapismo. Desconozco la cantidad de ácido erúcico que contiene este aceite de colza, pero según mis datos las variedades clásicas llegan a tener del 40%-50% y las a veces enominadas «líneas de bajo contenido» con frecuencia sobrepasan el 10%. Si tales porcentajes deben o no considerarse prácticamente nulos, es cuestión de apreciación.
No puedo extenderme más respecto a los nombres del agente tóxico responsable, porque parecen, diabólicamente, legión. Las afirmaciones hechas por unos sobre la anilina; otros, sobre la acetanilida; el de más allá, anilidas; otros, sobre una extraña «combinación sin nombre ni apellidos, ni mención de la clase de combinacion», consiguen irritar al medianamente entendido y no logran ilustrar al lego. Si no hay algo más concreto que decir, ¿no sería lo mejor callarse?/ .
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