Sociólogos y filósofos apuestan por la utopía frente al realismo
Curso sobre "El pensamiento utópico" en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo
La idea de que el progreso es la utopía y que, por tanto, hay que hacer una apuesta por la mentalidad utópica, ha sido defendida en Santander por los tres primeros ponentes del curso Utopía y pensamiento utópico, que se desarrolla en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo.
El filósofo Emilio Lledó, citando a Wilde, y después de decir que «el realismo es una de las palabras estúpidas del pensamiento humano», recordó que «un mapa de la Tierra en que no está la utopía no merece la pena de mirarse». Luis González Seara afirmó que «la utopía constituye siempre un ataque al totalitarismo», y Javier Muguerza, al referirse al horizonte de la razón práctica, dijo que, «entre un socialismo científico y un socialismo utópico, había que abogar por un socialismo ético como síntesis de ambos».Emilio Lledó inició su análisis de La realidad de la utopía buscando la historia del término que, desde que en 1516 Tomás Moro publicó su Utopía, ha pasado a ser «plasmación de la preocupación humana por el triunfo de la razón frente a la situación del presente». El primer paso de esa historia es el que se articula entre la utopía y el lenguaje como un estar en ningún lugar o como andamiaje significativo que articula una intersubjetividad. «Nombrar el mundo no es actuar en él; pero, además, hay un lenguaje especialmente utópico», porque todo lo que se mantiene en el dominio de la idealidad «está sometido al reino de la utopía».
Después de afirmar que en el corazón mismo del lenguaje hay un proyecto de emancipación, Emilio Lledó pasa a analizar la relación entre palabra y deseo, segunda etapa en la historia descriptiva de la utopía, en la que citando a Bloch y la teoría del sueño diurno, se dice que «uno de los factores más interesantes de la vida del hombre es que los deseos cristalizan en instituciones». «Las instituciones coagulan los deseos, pero dinamizan la cultura».
«El principio esperanza»
Un tercer paso en la historia de la utopía es, para el director del Departamento de Historia de la Filosofía Antigua y Medieval, el que relaciona utopía y rechazo. Parte de la definición de Mannheim como «conciencia que no se adecua al ser que le rodea» y refleja un rechazo de la sociedad con que se encuentra. Emilio Lledó afirmó que, curiosamente, la ideología es «lo verdaderamente utópico, mientras que lo más realista es la utopía», concluyendo que el progreso sería la realización de esa utopía.Luis González Seara, catedrático de Sociología, habló de la importancia del pensamiento utópico y de los ataques que le llegan, tanto desde el conservadurismo como desde el campo liberal; los primeros, rechazando en la utopía el pensamiento revolucionario y progresista, y los segundos, criticando el totalitarismo utópico. Para González Seara, estas dos críticas yerran su objetivo porque, «a pesar del conservadurismo, el pensamiento humano es siempre progresista, y, a pesar del liberalismo, en realidad, la utopía constituye un ataque al totalitarismo en cuanto que implica siempre una crítica radical al totalitarismo presente».
Tras hacer un repaso de la literatura utópica desde Platón hasta OrweIl, pasando por Moto, Campanella, Fourier, HuxIey, etcétera, González Seara se refirió a los análisis contemporáneos del pensamiento utópico, citando en especial a Mannheim, KoIakovsky y Bloch. De la obra cumbre de Bloch, El principio esperanza, dijo que era un magnífico intento de estudiar y valorar la importancia de un pensamiento utópico en un mundo secularizado. Llevando la idea a la realidad política española, que califica como «carente de entusiasmo utópico y mediocre por el acoso electoralista», González Seara termina pidiendo una «apuesta por la mentalidad utópica» aportada por los grandes pensadores de la historia.
Por su parte, Javier Muguerza, director del Departamento de Filosofía Moral y Política de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, elogió el pensamiento de Bloch como la muestra adecuada del problema de la razón en el futuro porque, en último término, «el marxismo de Bloch culmina en su elaboración de la posible sociedad sin clases», o lo que Bloch llama La patria de la identidad; la identidad del sujeto y del objeto, es decir, un ultimum filosófico. «Precisamente porque no estamos de acuerdo con los hechos tratamos de modificarlos», diría Muguerza antes de abogar por un socialismo ético como síntesis de la disyuntiva entre el socialismo científico y el socialismo utópico.
Diferencias con profecía y adivinación
Sobre la función de la utopía en el pensamiento político habló el director del curso, Ramón García Cotarelo, profesor de Teoría del Estado en la Universidad Complutense. Después de establecer las diferencias entre utopía, profecía y adivinación, dijo que, aunque los tres conceptos tienen que ver con el futuro, la utopía implica un elemento de creencia en la perfectibilidad de las cosas humanas y en el progreso, y que, por tanto, supone también la propia actividad de quien la plantea en la consecución de ese futuro mejor. En ese sentido, la utopía ha sido siempre parte componente del pensamiento político clásico, desde el momento en que éste se articula, desde sus orígenes, en torno a la pregunta de cuál sea la mejor forma de gobierno.Concretando en la historia política de la primera mitad del presente siglo, García Cotarelo afirma que se había producido «una hegemonía del marxismo» en cuanto a capacidad de formulación utópica, «capacidad que parece haberse perdido a raíz de la crisis del marxismo que viene produciéndose desde mediados del decenio de 1950».
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.