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Reportaje:

Los granadinos añoran la presencia de la Dama de Baza

La famosa escultura está en Madrid desde hace 10 años para su restauración

Contrariamente a lo que entonces cabía presagiar, la aparición de la hoy mundialmente famosa estatua supondría la clausura y posterior abandono del yacimiento arqueológico del llamado Cerro Mundi, de donde habían sido ya rescatadas unas 2.000 piezas de incalculable valor, y el inicio de una interminable relación de pleitos entre el propietario de los terrenos, el granadino Antonio Vicente Lorente Reche, por un lado, y la Administración general del Estado y el presidente de Catalana de Gas, Pedro Durán Farell, que financió los trabajos de rescate, por otro.Las excavaciones arqueológicas en la necrópolis de la ciudad ibera de Basti, situada a tres kilómetros de la Baza actual, comenzaron en el verano de 1968, dirigidas por el catedrático de la Universidad de Sevilla Francisco Presedo Velo, meses después de que un arado sacara a la superficie los primeros objetos de cerámica, de forma totalmente casual, al proceder Lorente Reche a plantar almendros en un cerro baldío de su propiedad.

Poco tiempo más tarde, en febrero de 1969, el granadino arrendó el cerro de la necrópolis al catalán Durán Farell, por una duración limitada de un año. Aunque en el contrato de arrendamiento se decía que se trataba de «efectuar prospecciones geológicas y mineras, al 50%», en otro apartado del documento se estableció que «si por casualidad apareciesen restos arqueológicos, el 75 % de ellos sería para el arrendatario y el 25% restante, para el propietario de la tierra».

En diciembre de 1970, cuando ya había 78 tumbas catalogadas, Vicente Lorente terminó por vender los terrenos al presidente de Catalana de Gas, por la simbólica cantidad de mil pesetas, no sin antes reservar a su nombre una franja de seis metros de anchura, en línea paralela al muro de un campo de tiro, contiguo a la necrópolis y también de su propiedad, según quedó reflejado en el correspondiente contrato legal de compra-venta.

Los arqueólogos, sin embargo, no respetaron dicha franja y, el 21 de julio del año siguiente, la que luego sería bautizada como Dama de Baza apareció en el interior de la fosa número 155 del yacimiento, precisamente dentro de los seis metros aún pertenecientes a Lorente. Se trataba de una estatua femenina policromada, en actitud sedente, de una altura aproximada de metro y medio y unos mil kilogramos de peso, que no tardaría en ser calificada, tras su comparación artística con su antecesora de Elche, como el más valioso hallazgo arqueológico ocurrido en España hasta la fecha.

Después de un sospechoso período de silencio y no pocos avatares de todo tipo, la noticia del descubrimiento de tan excepcional pieza fue oficialmente comunicada por sus autores a la Dirección General de Bellas Artes a los cuatro días del acontecimiento, una vez que la imagen fotográfica de la dama hubiera sido ya publicada en las páginas de la Prensa provincial y más de 15.000 personas desfilasen en improvisada romería por la necrópolis bastetana.

Mientras tanto, el juez de instrucción de Baza se personó en el Cerro Mundi y dio fe del hallazgo, tras hacer las mediciones pertinentes y levantar acta de inspección ocular del santuario y del sitio exacto en que la estatua había aparecido. «Es evidente», escribió literalmente en su declaración, «que la imagen sedente está dentro de la propiedad del señor Lorente y que la excavación se comenzó en la del señor Durán».

A pesar de ello, dos días después de recibir el telegrama del equipo de arqueólogos, el Ministerio de Educación y Ciencia dictó una orden por la que se disponía la entrega al Estado de la escultura, al tiempo que designaba al presidente de Catalana de Gas como único beneficiario de la indemnización que marcaban las leyes vigentes al respecto. Esto, a su vez, decidió al granadino a emprender la acción judicial en reclamación de sus derechos sobre la dama, que no le serían definitivamente reconocidos hasta el mes de abril de 1976, en sentencia favorable del Tribunal Supremo, aún pendiente de ejecución por parte de ambos demandados.

"A la corte, encajonada"

Al cabo de tres años de extracciones arqueológicas en la necrópolis de Cerro Mundi, la aparición de la dama aquel 21 de julio consiguió lo que ninguna de las otras 2.000 piezas hasta entonces catalogadas había logrado aún: despertar la conciencia colectiva respecto al expolio que los trabajos subvencionados por Pedro Durán suponían para la extraordinaria riqueza cultural que les había sido donada por sus antepasados iberos.La estatua, que en los primeros momentos fue confundida por el vulgo con una virgen y que, según indicios científicos, responde a una «escultura religiosa de la imaginería ibérica del siglo IV antes de Cristo», provocó a su alrededor un importante e inédito movimiento popular en reivindicación de su pertenencia al Patrimonio Histórico-Artístico de la comarca, que pronto e extendió a toda la provincia.

Cientos de manifestaciones públicas de distintas personalidades, organismos oficiales, medios de comunicación e instituciones culturales, en el sentido de que la dama debía permanecer en la propia ciudad de Baza o, en todo caso, instalarse en el Museo Arqueológico de Granada, no consiguieron, sin embargo, evitar el traslado de la escultura a Madrid, dos meses después de su descubrimiento, teóricamente de forma provisional, para proceder a su restauración.

Aunque el depósito provisional de la escultura en Granada, ordenado por el Gobierno Civil de la provincia, consiguió acallar momentáneamente distintos rumores sobre el destino que pensaban darle a la dama sus descubridores, lo cierto es que los dos meses que ésta permaneció después encerrada en un cajón, sin que a los granadinos le fuera permitido contemplarla una sola vez, y su posterior traslado nocturno a Madrid, por sorpresa y sin grandes precauciones, terminaron por confirmar los temores existentes ante la política centralista seguida entonces en materia artística por la Administración estatal.

«Granadino, esté al día en relación con el viaje de la Dama de Baza a Madrid. Recorte y péguese esta mosca detrás de la oreja», avisó el dibujante Martinmorales, mientras el actual rector de la Universidad granadina, Antonio Gallego Morell, advertía que «cuando en el mundo se tiende a vitalizar los museos regionales, y a restaurar y estudiar las obras de arte sin peligrosos traslados, desplazando a los restauradores a los lugares en que éstas se encuentran, no deja de llamar la atención que en este caso se haya hecho justamente lo contrario».

El caso es que los granadinos que ahora desean contemplar la escultura enterrada durante veinticuatro siglos en la necrópolis ibera de Basti, no tienen más remedio que viajar a Madrid o, en su defecto, conformarse con ver las dos copias que les regaló el Gobierno en 1972, obra del escultor madrileño Miguel Angel Peinado, que fueron colocadas en el aeropuerto de Granada y en la propia Baza, respectivamente, y por cada una de las cuales se pagaron en su día hasta 800.000 pesetas.

Lo que no deja de ser un ejemplo más de las muchas incongruencias y paradojas que la historia de la Dama de Baza tiene desde su descubrimiento, pues, curiosamente, cinco años después, cuando la Administración decidió cumplimentar la sentencia del Tribunal Supremo, en el sentido de «indemnizar al señor Lorente, una vez valorada la pieza, en la mitad del valor justipreciado». La tasación oficial de la estatua original sólo alcanzó la cifra de 400.000 pesetas.

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