" Top-less" en el tendido
ENVIADO ESPECIALCómo íbamos a imaginar que en una plaza de toros nos encontrariamos con una sesión de top-less. Pero, después de años y años la hemos presenciado en Pamplona. Una chica que estaba entre las peñas se quitó la blusa, se puso de pie, y se vio que no llevaba sujetador. Al aire sus triunfos, los mozos más alejados la aplaudieron a rabiar y los más cercanos la rociaron con chorros de champán. Y cantaban: «¡Todos queremos más! ». Finalmente, la chica se volvió a poner la blusa y se quedó por allí, mustia, aterida de frío. Al poco rato abandonó la plaza.
Era el anuncio de lo que habría de suceder durante la tarde, que estuvo cuajada de incidentes en el tendido. Las peñas, después de unos días de tregua, recuperaban el protagonismo que no les corresponde en una plaza de toros. O sí les corresponde; podríamos discutirlo. Cuando los protagonistas, que deben ser los toreros, no valen un duro, quizá lo que proceda es desentenderse de ellos y ponerse a merendar, y a bailar, y a lo que haga falta, para pasar el rato.Si es con top-less, pues bueno, se trata de una variante. La chica del pecho al champán dirá que, si un mozo se dedicó a exhibir el domingo lo de abajo, por qué no iba ella a enseñar lo de arriba. Sobre todo cuando no había en el ruedo nada interesante que mirar.
Plaza de Pamplona
Ultima de sanfermines. Cinco toros del marqués de Domecq, bien presentados, justitos de fuerza, manejables; cuarto del conde de la Maza, de gran presencia, manso. Manzanares: media baja (pitos). Bajonazo (bronca furibunda). Niño de la Capea: media atravesada y descabello (oreja). Tres pinchazos y dos descabellos (silencio). Emilio Muñoz, pinchazo, bajonazo y cuatro descabellos; la presidencia le perdonó un aviso (silencio). Estocada atravesada (pitos). En general, pésimo espectáculo el ofrecido por estos sanfermines. Pamplona, 14 de Julio de 1981.
Por ejemplo, allí estaba Manzanares dando la tabarra con un toro nobilísimo al que citaba de perfil y para colmo se dejaba enganchar la tela. O el Niño de la Capea, con otro toro aún más noble que el anterior, multiplicándolo trapazos, la figura forzada, sin ningún sentido del arte, ni tampoco de la mesura, pues no ponía fin a aquel suplicio de aburrimiento y se hacían las tantas. Si te regalaron una oreja, hay que anotarla en los fastos triunfalistas, que aún imperaban a aquella hora. O Emilio Muñoz, con otro toro manejable, que se le vencía un poquitín y por tal motivo era incapaz de acoplarse y de ligar dos pases seguidos con mediado temple.
Un horror de pegapases; un derroche dejar pasar por delante tanto toro bueno para intentar -¡al menos intentar!- el toreo. Con tanto y tanto matador que hay en el paro, a la espera de una oportunidad, eso es pecado mortal. Ya pueden irse confesando los tres coletudos malos.
Manzanares se tenía bien merecido que le saliera el sustituto del conde de la Maza, grande, astifino y manso perdido, que se aculó en tablas durante el tercio de banderillas y se escapaban de los engaños; no tuvo recursos para fijarlo, claro, Y el Niño de la Capea que no le hicieran ni caso en el quinto, un Domecq con catadura de borrego, al que abrumó con cientos de pases sin sentido. Y que a Emilio Muñoz le saliera un toro gazapón, que medía la embestida, y al que le fue imposible administrar un sólo pase.
Pegapases aburridos
Lo de Emilio Muñoz el lunes, tan esperanzador, pudo ser un espejismo. Lo de Manzanares y Niño de la Capea, ya clama al cielo. ¿Estas son figuras? Son pegapases y, además, aburridos. Su fuerza es la de las exclusivas que les llevan entre algodones. Pero ya se les acaba la juerga. Toreros de verdad van a venir pegando y, por si fuera poco, ahí están los veteranos, que han vuelto para poner torería donde había vulgaridad y que les han dejado con las posaderas al aire.En el tendido estaba la fiesta. Hubo entre las peñas gran injusticia e incluso crueldad cuando al pobre Pirri, que sólo pudo colocarle un palo al manso cuarto, se vio obligado a tomar precipitadamente el olivo y le bombardearon con pan y fruta. Pero en lo demás, estuvieron hasta divertidas. Dos mozos, disfrazados de pareja de novios, recorrieron todos los graderíos aceptando pegarles tientos a las botas que les ofrecían.
Las peñas que ocupaban ambos lados de la puerta de arrastre, se enzarzaron en una furibunda re friega, con impresionante lanza miento de fruta, mendrugos, al mohadillas, hielo, harina y cubo de vino, hasta que pasado un rato hicieron la paz, y aplaudían y se tiraban besos. Hubo hasta un espontáneo, que consiguió darle me día docena de pases al quinto. Y por último, durante el feísimo trasteo del sexto, todos cantaron el riau riau.
Pésima corrida
Se terminaba así una lamentable corrida, adecuada rúbrica a una de las ferias con más bajo nivel artístico de los últimos años. No sólo la chica de la blusa hizo top-less. Las figuras y todo el entramado del taurineo también han quedado al desnudo en Pamplona, Pero de cuerpo entero y más por detrás que por delante.
Babelia
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