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El Ayuntamiento de Bilbao destruye la edición de un volumen de relatos

La obra reunía los cuentos premiados en un concurso municipal

El alcalde de Bilbao, Jon Castañares, ordenó ayer secuestrar y probablemente quemar los mil ejemplares recientemente editados de una selección de los cuentos presentados al certamen que el propio Ayuntamiento bilbaíno convocó el verano pasado. La razón aducida para justificar este Farenheit contemporáneo fue el «tono soez» de algunas de las narraciones incluidas en la antología y, en particular, del cuento que obtuvo el primer premio en la sección de lengua castellana.

El cuento en cuestión, Epitafio del desalmado Alcestes Pelayo, obra del joven escritor navarro Juan Jesús Fernández de Retana, es una parábola sobre la lucha de los habitantes de un pueblo de la ribera navarra contra el cacique local, en disputa por la propiedad de unos terrenos comunales. La historia colectiva se yuxtapone con la peripecia amorosa de una pareja. Según Luis de Castresana, escritor bilbaíno, autor, entre otras obras, de El otro árbol de Guernica, y que participó como miembro del jurado que concedió el premio, «en el cuento hay algunos tacos coloquiales y cierta rudeza rural en las expresiones, pero, desde luego, nada escandaloso, y mucho menos, nada que justifique su condena a la hoguera».No fue de esta opinión, al parecer, el concejal de UCD Juan Mata, quien fue el primero en denunciar, ante la Comisión de Cultura del Ayuntamiento, «las expresiones soeces» contenidas, a su juicio, en el texto. Según el presidente de dicha comisión, el nacionalista José Olaechea, el tema fue suscitado en una de las reuniones de la misma, pero, según dijo textualmente a EL PAIS, «puedo asegurarle que la comisión, como tal, no tiene nada que ver con lo que haya podido pasar con los libros". A la pregunta de si él, personalmente, tenía algo que ver con la posible quema, el concejal, circunspecto, se limitó a repetir por dos veces: «Ni lo afirmo ni lo niego».

Sin embargo, otros concejales aseguraron que los libros, que al menos hasta el viernes habían permanecido apiñados en un salón de la casa consistorial, habían sido retirados del lugar por un ordenanza que dijo obedecer órdenes del alcalde. Uno de esos ordenanzas precisó a un concejal que la orden había sido quemar los libros, aunque otros concejales consideraban más verosímil que hubieran sido simplemente escondidos en alguna parte.

El alcalde, con el que había sido imposible comunicar durante toda la tarde, respondió a un informador que le abordó a la salida del Ayuntamiento que se «reservaba su opinión», remitiendo a los periodistas a la conferencia de Prensa que concede semanalmente.

Se da la circunstancia de que el libro fue prologado por el propio alcalde. En el escrito en cuestión puede leerse, entre otras cosas que «para un ayuntamiento la atención a la cultura en sus más diversas manifestaciones ha de ser, y lo es, por supuesto, para el de Bilbao, una tarea insoslayable». A mayor abundamiento, el prólogo de Castañares hace referencia a la voluntad municipal de «fomentar el amor a la lectura a través del apoyo a la creación literaria», y expresa la esperanza del alcalde de que «la acogida que el pueblo de Bilbao dispensará a este libro será el mejor refrendo y acicate para la convocatoria de sucesivos certámenes literarios".

Luis de Castresana, que compartió las tareas de jurado con los también escritores bilbaínos Ramiro Pinilla y Gregorio San Juan se mostró «más que asombrado, alucinado» al enterarse de la noticia. «Alucinado, y desde luego defrudado, porque ya es triste que para una vez que nuestro Ayuntamiento, que no se ha distinguido precisamente por su preocupación cultural, toma una iniciativa de este tipo, el asunto acabe en la hoguera». Defraudado, además, «porque desde hace años, junto con Angel María de Lera, en un intento de profesionalizar el oficio de escritor, no hemos aceptado formar parte de jurados literarios si no era recibiendo una compensación económica». Yo sólo rompí esa postura con motivo de este concurso, porque era un certamen que llevaba el nombre de mi pueblo, Bilbao, y no podía negarme. El premio se falló el 17 de diciembre pasado, y yo estaba orgulloso de haber formado parte del jurado. Desde la entrega de los premios no he tenido ninguna noticia, ni siquiera han tenido la deferencia de enviarme un ejemplar del libro. Y ahora me dicen que lo han quemado. Es alucinante, alucinante».

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