Dontejerismo
El dontejerismo está camino de ser el nuevo dontancredismo nacional, y por ahí sí me parece que va la campaña de desprestigio de la Benemérita, no por donde se les hace y se nos hace creer: denuncia o investigación de actuaciones aisladas y dudosas de algunos números.Estoy con la Guardia Civil en su momento hiperestésico de sensibilización a las reticencias de la sociedad, pero -«caballeros, vamos claros», como -se dice en un clásico español- me parece que esas reticencias no son las de investigadores, periodistas, jueces, etcétera, sino las de una clase que, sin motivo ni motivación, ha creído siempre, secular y equivocadamente, que cada guardia civil era una especie de guarda jurado para cuidarle a él las fincas. o sea, las tierras del señorito. Esa mentalidad es la que propicia un desprestigio intolerable de la Guardia Civil mediante el nuevo dontancredismo que es el dontejerismo, los Tejeros minutísimos para colgar y llevar, los billetes y las monedas trucados, en troquelación siniestra que les añade un tricornio mediante el tórculo nocturno y de sotabanco en que se manipulan estas cosas por orden y propina de otro. Cada vez que voy a una casa adonde no debiera ir -y son muchas-, me ponen el video de Tejero, las sevillanas de Tejero, las jotas de Tejero, la c-inta de Tejero, que incluso me han enviado a casa y he hecho desaparecer inmediatamente, sin desprecintarla. Son los costumbristas neocallejeros, a sueldo o soldada de una gente cínica, ignorante y potentada, quienes están creando el dontejerismo humillante y desprestigiante para tan histórico y sacrificado Cuerpo, hoy mártir. Es lo que pregunto cada vez que me invitan a una cena con cibernética a los postres:
-¿Tejero o El último tango?
Prefiero ver una vez más las abundancias adolescentes de aquella Marla Schneider y el infinito cansancio de Marlon Brando, gran carroza de mi generación, con el rictus del mundo en el alma. El último tanguillo de Cádiz del despotismo ni siquiera ilustrado del XIX, lo bailó Tejero en las Cortes, algo así como un vivan las caenas que ahora corean, niñoides y cianóticos, quienes, efectivamente, prefieren una España entre cadenas, confiando en que las cadenas que a ellos les encadenen serán de oro. Baldón del dontejerismo, nuevo dontancredismo nacional, el de aquel guardia civil -«ex guardia»-, si aplicamos rigurosamente las palabras de un alto mando en otro contexto- que se ha puesto al margen de la Historia y de la historia de su Cuerpo. Don Tancredo, como no sabía torear, hizo un arte del quedarse quieto frente al toro, inmóvil, cambiando majeza por hieratismo. Tejero, que tampoco sabía ser el que exigía su uniforme, optó por el dontancredismo sin riesgo de encerrarse en la, plaza partida de las Cortes con todas las razas y marcas de la política democrática y parlamentaria. Ahora, el señoritismo cínico, que, como digo, ha creído siempre, sin que nada lo justifique ni autorice, que el guardia civil era un confundido guarda forestal a su servicio, es el que jalea todo este neosainete, entre la burla y el halago (odiosa fórmulá de quienes no se aúpan jamás a mayor sutileza), movilizando la verdadera campaña de desprestigio que moscardonea en tomo de un Cuerpo que no tiene por qué corporeizarse en ianguillos, seguidillas, sevillanas ni otras humillaciones de la afrenta musical y castiza.
Don Tancredo era un albañil parado. Dontancredismo y dontejerismo son fórmulas estultas de cierta gente que quiere halagar/deteriorar a una Institución para mejor utilizarla. Si usted me invita a cenar, señora, ya sabe: mejor El último tango.
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