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La inferioridad militar de la OTAN

Se ha abierto un abismo peligroso entre la extrema preocupación existente en los círculos de defensa occidentales por el creciente desequilibrio militar en el corazón de Europa y el cada vez más extendido sentimiento de indiferencia e incluso neutralismo craso en algunas de las principales naciones europeas.De un calibre parecido es la contradicción entre los esfuerzos le los Gobiernos de estos países (especialmente la República Federal de Alemania) por convencer a sus seguidores de la necesidad de hacer frente a la amenaza militar soviética mediante la puesta en práctica de la decisión de los euro-misiles y la relativa insignificancia de las acciones emprendidas o planeadas en el amplio terreno de la defensa; véase Reino Unido y Otros.

Un destacado oficial de la OTAN ha descrito la situación actual en los siguientes términos: «El desequilibrio no ha hecho más que aumentar a lo largo de los diez últimos años. La Unión Soviética nos lleva ventaja en la mayoría de los terrenos. Nos doblan en número de armamento básico, al tiempo que cualitativamente son mucho más fuertes que nosotros. »

Consecuentemente, el Pacto de Varsovia sobrepasa en la actualidad a la OTAN en todas las categorías de armamento, y la Unión Soviética, a pesar de sus problemas económicos, no ha disminuido el índice de crecimiento de los gastos militares. Incluso las operaciones de Afganistán no han tenido ningún efecto visible sobre las fuerzas apostadas frente a nosotros en Europa. No podemos evaluar con precisión en qué manera podrían utilizar tal fuerza, pero sabemos que pueden y están dispuestos a emplear la fuerza, y seguimos opinando que «el único factor de verdadera importancia que puede influir en sus acciones es el grado de resistencia esperado de nuestros países».

Los responsables de la OTAN no ocultan su opinión de que nuestra proclamada estrategia de la «respuesta flexible» (que requeriría que la OTAN fuera capaz de responder a un ataque soviético a cualquier nivel) no resulta muy creíble actualmente, debido a nuestra debilidad en reservas, hombres, munición y a la gradual desaparición de nuestra anterior superioridad cualitativa. Lo que tenemos en realidad actualmente es la «estrategia del detonante de acción retardada»: esto significa que no resistiríamos un ataque convencional del Este durante mucho tiempo (¿podríamos siquiera llegar a hacer frente al "segundo grado»?) sin que la OTAN se viera obligada a emplear algún tipo de arma nuclear.

Esta es la situación actual, a pesar de que los países de la OTAN hayan empleado recursos considerables en la «modernización ». Desgraciadamente, «ha habido muchos descuidos y reducciones y supresiones de programas esenciales. Demasiados compromisos se han convertido en promesas olvidadas».

Según los jefes de la OTAN, «la situación es todavía controlable » y podríamos reafirmarla credibilidad de nuestra capacidad de disuasión, «actualmente en peligro», simplemente manteniendo los programas de modernización y de instalación de las nuevas fuerzas nucleares del teatro europeo (los euromisiles) ya acordados.

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Los euromisiles siguen siendo la principal prioridad de la OTAN; amenazando el territorio soviético desde bases europeas, reducen el pefigro de un ataque soviético con armamento nuclear.

Escalada nuclear

No se puede pasar por alto la posibilidad de tal tipo de «ataque preventivo»; los soviéticos han dicho con frecuencia en el pasado que quizá tuvieran que «darle al imperialismo el golpe decisivo». Actualmente, quizá esperan poder destruir el poder de la OTAN en Europa (con ayuda de sus nuevos SS 20) sin temor a una respuesta estratégica norteamericana, ya que tal acción expondría al territorio de Estados Unidos a un mortal se gundo ataque soviético.

«Conectando. el teatro europeo con las fuerzas estratégicas de Es tados Unidos», en palabras de los especialistas, los nuevos euromisiles reducirán grandemente el peligro de un «primer ataque» nuclear soviético contra las fuerzas aliadas en Europa. Pero esto seguiría siendo insuficiente para reafirmar nuestro sistema disuasivo. Actualmente, nuestra inferioridad en el terreno convencional le obligaría al jefe supremo aliado en Europa a pedir permiso a los dirigentes políticos para emplear algunas ar mas nuclearel contra un ataque convencional, en lugar de hacerlo frente con fuerzas convencionales, haciendo caer así la responsabilidad de la difícil decisión de una escalada nuclear sobre la otra parte.

Por consiguiente, deberíamos también reforzar ahora nuestras fuerzas convencionales de manera considerable si queremos realmente dar credibilidad a la estrategia de la «respuesta flexible». «Podemos lograrlo si estamos decididos», dicen los comandantes de la OTAN. Y añaden: «No pedimos más que lo que nos han prometido, pero esto lo pedimos con todas nuestras fuerzas». ¿Lo obtendrán?

Desgraciadamente, la opinión pública occidental parece ciega y sorda a esas advertencias, y los Gobiernos se ven obstaculizados por la difícil situación económica a la que tienen que hacer frente. Para justificar unos gastos más elevados, los dirigentes de la alianza deberían realizar un esfuerzo máxirno por informar al público de la verdadera peligrosidad del actual desequilibrio militar. Por otro lado, el hacer pública la verdad haría sentirse superiores a los rusos, y esto sería también peligroso.

Pero ¿no es más peligroso adormecer a los ciudadanos occidentales con una falsa sensación de seguridad, que sólo conduciría a un posterior empeoramiento del actual desequilibrio?

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