Sarcasmo y tristeza
Una comedia triste, agobiada: dentro de un género y de una literatura característica, de una época en la que los intelectuales estaban ya penetrados por un relativismo de la vida, de las ideas, de las creencias; amargos, reticentes. Max Aub, sobre todo, era un intelectual.Los muertos es una pieza pensada, medida, escrita. Se traza sobre un medio, un ambiente: el poblachón con instituto, de vida sórdida, donde llegan en forma de destino para los personajes las cosas de la capital -un cambio de Gobierno, la escisión del partido liberal a la muerte de Sagasta...- y cambian las vidas que ni siquiera participan. Vidas frustradas, rotas, Pero rotas en cualquier caso.
La protagonista -en la que se encarna el verbo ácido y despechado que utilizó Max Aub ante su sociedad- reproduce casi con las mismas palabras situaciones posibles de su vida -hay un toque de vanguardia de entonces en la construcción de la obra-: soltera, casada con un hombre, casada con otro; con varios hijos, sin hijos, con un solo hijo. Las tres principales opciones de su vida la conducen siempre a un mismo final de desolación, de soledad: a una comprensión de la inutilidad de su vida, a la duda de su trascendencia.
Los muertos,
de Max Aub. Intérpretes: Ana Mariscal, Carmen Robles, Carlos Ruiz, Manolo Andrés, J. Ramón Cuervo, Julián Sánchez, José María Donaire, Manuela Camacho, Carlos Torrente, Ramiro Oliveros, Nela Conjiú. Decorado y vestuario: Pin Morales y Román Arango. Dirección: Ana Mariscal.Colaboración de la Dirección General de Música y Teatro. Estreno: Centro Cultural de la Villa de Madrid, 21- V-1981.
Es inútil subrayar que el ambiente y los personajes sobrepasan su mera situación escénica, que busca el autor una universalidad, una situación tan permanente como extensa. Mucho de lo escrito entonces por él llega fácilmente hasta hoy. Lo recogen los espectadores con incomodidad, con la angustia existencial de la situación cerrada; y probablemente el mejor hallazgo de Max Aub en este caso es el de que aun abriendo las situaciones a otras posibilidades, a cambios de anécdota y de biografía de los personajes, el sello que clausura la vida sigue sin romperse.
Ana Mariscal presenta la obra con algún breve injerto, con algún subrayado de dirección que parece tratar de reducir la desesperanza de la obra -la escena final-; la interpreta insistiendo en la inmovilidad forzada del personaje y con mucho interés en la viveza y agilidad del diálogo, en el que hay mucho del sarcasmo, de la dureza de toda la obra de Max Aub. La compañía cumple; se destaca la presencia de Ramiro Oliveros en un papel breve, la de Nela Conjiú en la interlocutora más permanente de la obra -esa vieja criada que en todo el teatro español de este siglo compendia siempre el coro que da relieve al personaje-. El decorado es somero -la acción de la obra requiere que se monte y- desmonte continuamente- y más bien desacertado en el diseño.
Babelia
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