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Incertidumbre fecundante

Ultimamente duermo mal; o sea, que me dedico a hablar más de lo que suelo y, por tanto, a escribir todavía menos de lo que acostumbro. Una especie de variante de la ley de las compensaciones. Esta madrugada, por ejemplo, estaba recordándole a Juan García Hortelano y Angel González -un auditorio de lo más insolente- que fabricar una novela no incluye entre sus probables aventuras la de que el autor sepa de qué va la cosa o con qué complicidades cuenta. Incluso se insistió en la tesis de que una novela que se acaba de terminar coincide con la sospecha de que hay que empezar a escribirla de otro modo. Es lo que algún neoplatónico llamaría, no sin embarazo, la incertidumbre fe cundante. Qué pureza.Pues bien, ahora sólo se me ocurre hablar de Toda la noche oyeron pasar pájaros desde la dudosa continencia del corrector de pruebas. Lo del título sí está bastante claro. Se trata de una frase extraída del Diario de Colón, y refleja con cierta aproximación metafórica la tensión general del relato. Se ve en seguida, o eso me parece, que utilizo una especie de astucia selectiva para ordenar de un modo más o menos elíptico una serie de conexiones entre una familia inglesa de navieros afincada en un puerto andaluz y las escaramuzas de la sociedad local por supuesto que sobre esa crónica flamea otra poética la del vértigo enfermizo de un pasado que se incrusta en la incoherencia del presente. Supongo que si lo hubiese enfocado de otra forma no habrían salido en la novela tantos barcos y caballos.. Y eso me habría intranquilizado mucho.

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Quizá deba añadir que procuré dar una idea bastante persistente de la ambigüedad general del asunto: todas esas culturas diagonales de la violencia educativa, los morbos de la experiencia industrial, el erotismo como feudalismo, las navegaciones fantasmas. Lo demás debe estar también en la propia novela, que, por lo común, me resulta bastante divertida. De lo que sí estoy seguro es de que contiene una sólida confianza en las contradicciones. Otra cosa habría sido cómo beber sin saber qué clase de vino se bebe.

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