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Los mejores escultores españoles se unen para homenajear a Henry Moore en la facultad de Bellas Artes de Madrid

La Universidad Complutense ha querido sumarse a las actividades que celebran la actual magna exposición de Henry Moore, en Madrid, mediante la concesión del doctorado honoris causa al escultor inglés y con una importante exposición de escultura en homenaje del mismo. A esta exposición, que, dicho sea de paso, ha servido para inaugurar una magnifica sala en la facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, han concurrido una gran parte de nuestros mejores escultores, entre los que cabe citar a Chillida, Julio López Hernández, Pablo Palazuelo, Andréu Alfaro, Pablo Serrano, Baltasar Lobo, Chirino, Berrocal, etcétera, hasta sobrepasar la cifra de cuarenta.

No cabe duda, por consiguiente, del interés y calidad de la muestra, que contiene además algunas piezas de primer orden, aunque quizá por ello se eche de menos la publicación de un catálogo que sirviera como memoria del acontecimiento.En cuanto al contenido de la exposición, ya hemos adelantado algunos nombres como garantía indicativa, así como hemos destacado la calidad que, por lo general, poseen las obras seleccionadas de cada uno de ellos, pero nos queda por escribir un panorama más detallado del conjunto. Claro que la cantidad de escultores representados nos obligará a un comentario forzosamente arbitrario que, en principio, no pretende prejuzgar nada.

Teniendo esto muy en cuenta, comenzaré mi recorrido citando ese excelente bronce de Julio López Hernández -El fumador (1975-1976)-, que uno se topa nada más entrar en la exposición. Dotada del proverbial virtuosismo técnico que caracteriza a su autor, esta escultura pertenece a la serie de tersos fragmentados, en los que la preocupación por la captación del pormenor realista y el gesto cotidiano se mezclan con significativas ausencias -la ausencia de la cabeza, por ejemplo- y con la idea de hueco y vacío, lo cual crea una tensión real-irréal, que subraya el carácter mágico, surreal, soñador, de lo más humilde, la de esa materia aparentemente trivial e intrascendente.

En seguida, tras una hermosa Cabeza de Cristino Mallo, nos encontramos con otra obra que llama poderosísimamente la atención, indudablemente una de las que más me han impresionado de esta muestra tan completa; me refiero a la de Andréu Alfaro: una finísima varilla metálica que se divide al final de su recorrido vertical como si se tratara de la estructura espectral de una palmera o el dibujo sintético mínimo del chorro de una fuente. Creo que se trata de una de las últimas esculturas de Alfaro, entre 1980-1981, en las que vuelve sobre el dibujo de sutiles líneas en el espacio, líneas esenciales y rígidas, pero sin perder misteriosamente un ritmo modulado, dotadas de una delicada belleza.

En este mismo sentido de reducirse a lo esencial, pero también sin pérdida de fuerza evocativa, están los tres aeróvoros, de Martín Chirino, cuyo-feliz montaje en esta exposición contribuye muy efectivamente a resaltar su carácter de majestuosa suspensión aerodinámica de vuelo acompasado por encima de las cumbres.

De carácter aerodinámico es también el Viaje inmóvil II (1978), de Pablo Palazuelo, escultura en acero inoxidable bruñido, aunque aquí las formas se desparraman refulgiendo como en un espejismo, dando más una sensación metafísica de esqueleto del tiempo, como si la conformación de lo veloz no fuera sino la ilusión reflexiva de esa plataforma o bandeja reverberante de la materia.

Gustavo Torner, por su parte, presenta una de las celebradas versiones de interpretaciones de cuadrados de la serie La rectiíud de las cosas, esta vez en elegante acero inoxidable bruñido.

¿Qué más? Pues habría que citar una hermosa, compacta y rotunda Menina de Berrocal; La casa del poeta, de Chillida, la pieza de Pablo Serrano, el móvil de E. Salamanca, el mármol negro de I. Casanovas, los triángulos de Cruz Novillo, el Torso de Baltasar Lobo, esa mujer recostada de Benjamín Mustieles, las pequeñas piezas de Manrique, esa especie de templo indio de Assler, las monumentales cajas metálicas barnizadas de Lely, un magma de Tony Gallardo y, en general, las esculturas de Anda, Amadeo Gabino, David Lechuga, Joan Miró, Sergi Aguilar, José Luis Sánchez, etcétera.

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