Los embajadores occidentales volvieron a boicotear la ceremonia de Moscú
A las diez de la mañana, con puntualidad militar, comenzó ayer, en la plaza Roja de Moscú, el desfile del Primero de Mayo. Un minuto antes de esa hora, los miembros del Politburó, encabezados por el máximo líder del partido y del Estado, Leónidas Breznev, subieron a la tribuna de-mármol rojo que corona el mausoleo de Lenin. La mayor parte de los embajadores occidentales -con la excepcién, entre otras, de España- no asistieron, por segundo año consecutivo, como protesta contra la intervención soviética en Afganistán.Durante más de hora y media, cientos de miles de personas atravesaron la plaza Roja. Bajo uno de los primeros soles de la primavera, hombres y mujeres de todas las edades coreaban los i«hurras»!, que lanzaba la voz grave de un locutor a través de un potente equipo de inegaforila.
La ciudad estaba desierta. Sólo unos pocos coches -los que contaban con la oportuna autorización podían circular por el centro de Moscú. Ejército y policía establecieron rígidos controles de seguridad en torno a la plaza Roja.
Como todos los años, la mayor parte de los moscovitas tuvieron que contentarse con ver la manifestación a través de sus televisores. El acceso a la plaza Roja estaba tan sólo permitido a un escogido número de personas.
Abundantes efigies de Breznev.
Entre banderines, flores y globos de colores desfiló una serie de carrozas en las que se podían ver retratos de Lenin, Marx, Engels y los actuales miembros del Politburó.
Pero, sobre todo, abundaban las efigies de Breznev, cuyas citas ornaban buena parte de las pancartas.
Con el desfile comenzó una fies ta que habrá de durar tres días. Las calles de Moscú están limpias del barro que dejó el deshielo. Buena parte de las fachadas recibieron, días atrás, una capa de pintura que tendrá que resistir hasta el siguiente invierno.
La fiesta de ayer estuvo marcada también por los buenos propósitos: algunos colectivos obreros prometieron cumplir con creces los planes quinquenales.
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