El triunfo de un marginal
Hasta que el año pasado, en una decisión que entonces nadie se atrevió a discutir, el jurado del Premio de la Crítica acordó conceder su galardón a la últlma novela de Juan Carlos Onetti, Dejemos hablar al viento, el gran narrador uruguayo presentaba la figura del eterno finalista. Concursos americanos, como el de Editorial Farrar en español, el de la revista Life, el de la compañía genera Fabril Editora o el Rómulo Gallegos,le habían dejado siempre en puertas.Nada de todo ello parecía preocupar a Onetti. En realidad, el triunfo le ha llegado a pesar suyo, como al desgaire sin que su protagonista hayi hecho nada para ello. Onetti se ha limitado a escribir, y nunca de manera excesivamente profesional. Escribe merced a misteriosos movimientos interiores, a extraños impulsos que le fuerzan de manera irremediable. Es capaz de variar eel rumbo de un libro, de cambiar de protagonistas o de personajes, o de repetirlos hasta la exasperación; de interrumpir un libro para escribir otro -caso de la extraña relación entre El astillero y Juntacadáveres, escritos y publicados en orden inverso al de sus argumentos- o de incluir viejos relatos en nuevas novelas.
Fue un precursor y nadie lo supo. Cuando sus herederos le proclamaron como su maestro, parecía ya un rezagado. Escribió a contratiempo, más que a contracorriente. Parece un escritor difícil y oscuro, y su transparencia deslumbra desde su interior. Es autor de una docena de libros inolvidables, y sigue pareciendo un aficionado. Juan Carlos Onetti es un inolvidable marginal, hasta de la propia literatura que cultiva con asidua ferocidad. Es un genio de la escritura que parece ignorarse a sí mismo. Nada le hará cambiar ni el Premio Cervantes.
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