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Taiwanismo, pinochetismo y seguridad nacional

El pinochetismo, denominación tragicómica del prototipo del régimen fascista dependiente, es la combinación de máxima libertad económica y máxima represión política, hecha en nombre de la seguridad nacional. Versión criolla, pero auténtica, del monetarismo de la Escuela de Chicago, el caso chileno parece demostrar, cuando se lo contrasta con el fracaso de las políticas económicas conservadoras de M. Thatcher, que Friedmann sin dictadura no hace milagros. La meta del modelo económico, que, con variantes nacionales, caracteriza las actuales dictaduras del Cono Sur latinoamericano, es el crecimiento económico a expensas del desarrollo social y político. La base de tal modelo es un sistema de redistribución del ingreso nacional profundamente regresivo, deliberadamente impuesto, que concentra la riqueza en los sectores de más altos ingresos, y acrecienta las diferencias ya existentes entre el porcentaje de retribución que percibe el capital y el que gana el sector trabajo. En países en que el Estado había jugado un papel arbitral entre capital y trabajo durante los últimos cincuenta años, el Estado ha renunciado a intervenir en el manejo del capital, pero ha intervenido dictatorialmente el otro factor del, proceso económico, el trabajo. Esta nueva forma de intervencionismo económico, que, por imperativo de su propio origen y dinámica, sepulta la democracia en nombre de la democracia, ha generado un surplus de fuerza laboral que, sitiada por la cesantía y los bajos salarios, se convierte en poderosa atracción para los inversores nacionales y, sobre todo, extranjeros. Esta última característica ha sido la causa de una lógica comparación entre regímenes como los de Argentina, Chile, Uruguay y aun Brasil, y aquellos de lugares como Taiwan, Corea del Sur o Hong-Kong. Unos y otros, especie de paraíso de las trasnacionales, resultan óptimos como modo de rearticulación de economías a punto de despegue en la economía mundial, y facilitan una nueva forma de división internacional del trabajo., En este sentido, la taiwanización del Cono Sur implica el establecimiento de regímenes capaces de reestructurar la respectiva economía en términos tales que se produzca abundancia de mano de obra, barata y generalmente calificada, y capaz, por tanto, de hacer rentables y competitivas tecnologías que han dejado de serlo en países altamente desarrollados.Una característica general de los países a que nos referimos es la previa posesión de un nivel importante de desarrollo industrial, que no sólo los coloca más cerca de las economías desarrolladas que de sus congéneres tercermundistas, sino que implica la existencia de un numeroso proletariado industrial, políticamente consciente y movilizado. Este último hecho generalmente ha producido, en las etapas previas a la asunción del poder por la respectiva dictadura, un conflicto sociopolítico de gran intensidad y polarización, circunstancia que confiere a estos regímenes una significación política que puede ser tanto o más importante que la económica.

En casos como los de Taiwan y Corea del Sur, sin embargo, el fuerte crecimiento económico de tipo capitalista allí producido puede ser presentado como un subproducto, en cuanto no fue el objetivo principal originalmente perseguido, de regímenes fundados en las doctrinas político- militares sobre seguridad nacional de origen norteamericano. Podría afirmarse que allí se comprobó que regímenes dictatoriales fundados en los nuevos principios de seguridad nacional eran un excelente caldo de cultivo para el desarrollo de estructuras capitalistas. Lo que faltaba comprobar era si un régimen sólidamente capitalista era un buen marco para la aplicación de la nueva noción de seguridad nacional y su corolario anticomunista. La respuesta parece haber sido negativa en países tercermundistas semidesarrollados de acuerdo al modelo capitalista, pero poseedores de una tradición, más o menos, extensa y real, de democracia política, como los del Cono Sur latinoamericano. La solución aplicada en esos países fue la de prescindir de la democracia para garantizar, a la vez, la seguridad nacional y el desarrollo capitalista ulterior.

El resultado de esa, visión y de su implementación en términos de política internacional por parte de algunas grandes potencias ha sido la transformación de las nuevas nociones de seguridad nacional en una verdadera doctrina de seguridad nacional, que atribuye un rol institucional y permanente a los militares en cuanto profesionales de la política. Esta ideología, inevitablemente antiliberal, antidemocrática y antiestado de derecho ha convertido en sinónimos, dentro de los países en vías de desarrollo, los términos seguridad nacional, dictadura castrense conservadora y capitalismo reaccionario. Tal hecho convierte en un problema central para toda nueva democracia la cuidadosa definición del contenido y límites de una legítima política de seguridad nacional, y del tipo nuevo de relaciones entre civiles y militares, bajo la supremacía del poder civil y legítimo, y la educación del neoprofesional militar bajo condiciones que garanticen la formación de un soldado socialmente integrado y de sólida vocación democrática. Hay una sola forma peor de terrorismo que el de los grupos de irresponsables alienados: el terrorismo de Estado.

Jorge Tapia Valdés, profesor de Derecho Público en la Erasmus Universiteit, Rotterdam. Autor de El terrorismo de Estado. La doctrina de la seguridad nacional en el Cono Sur. Editorial Nueva Imagen. México, 1980. Ex ministro de Educación y Justicia en el Gobierno presidido por Salvador Allende.

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