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Tribuna
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El 26º Congreso del PCUS

Según los informes que se reciben de Moscú, el Kremlin no está preocupado únicamente por la política del presidente Reagan; tampoco le agrada nada la actitud de Europa occidental. Los soviéticos no ven ninguna gran diferencia entre Estados Unidos y Europa, a pesar de la mayor disposición de ésta a «mantener vivo el diálogo».Ayer comenzó el 26º Congreso del PSUC, que celebrará los grandes logros del comunismo bajo la dirección de Breznev. Es poco probable que el congreso discuta los fracasos de la Unión Soviética, así como las posibles alternativas políticas; sin embargo, habrá encuentros privados, algunos con todos los dirigentes de la Europa del Este, en los que se tendrá que tocar estas cuestiones. Y puede que se tomen decisiones históricas.

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La no existencia de ninguna disparidad de opinión aparente entre la nueva Administración norteamericana y Europa occidental (el último gesto de buena voluntad en el bloque atlántico ha sido la declaración en Madrid de apoyo de Estados Unidos al plan de desarme francés) representa la más reciente nota negativa de un panorama demasiado lleno de situaciones de crisis, que exigen la toma de graves decisiones.

Breznev puede también, por supuesto, reivindicar algunos triunfos importantes. Nada más tomar posesión del Gobierno, la Administración Reagan ha confirmado que únicamente un esfuerzo bastante costoso permitirá restablecer el equilibrio estratégico global, si bien el equilibrio de teatros de enfrentamiento en las dos áreas clave, Europa y Oriente Próximo, son también claramente favorables, al menos sobre el papel, al lado soviético, sobre todo en la zona del golfo.

Este nuevo equilibrio militar ha permitido, y lo seguirá haciendo en el futuro, que los dirigentes soviéticos cuenten con una gama de posibilidades más amplia de opciones globales, hasta el punto de amenazar el control por parte de Occidente, o incluso el acceso a recursos vitales, del petróleo del Próximo Oriente, así como de las estratégicas materias primas de Africa.

Breznev también puede reivindicar el haber logrado resistir la extensión del eurocomunismo; ha recuperado el pleno apoyo de los franceses, ha dividido a los españoles y ha contribuido a obligar a los italianos a endurecer su política nacional, hasta el extremo de debilitar la estabilidad económica y política de Italia. La ausencia de los dirigentes de estos tres partidos en el congreso de Moscú supondrá únicamente una pequeña molestia.

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Unidad y cohesión

Pero el principal triunfo de Breznev sigue siendo la aparentemente intachable unidad y cohesión de los líderes soviéticos.

No hay duda de que teniendo en cuenta las condiciones de la Unión Soviética siempre se puede dar alguna sorpresa. Pero los acostumbrados signos indirectos que les permiten a los kremlinólogos trazar conjeturas razonables sobre la realidad de la política soviética llevan ya bastante tiempo sin dar la mínima indicación de ningún desacuerdo fundamental en los puestos superiores de dirección de la Unión Soviética.

Si bien puede que se hayan renovado el 40% de dirigentes locales del partido, los nuevos nombres en el Comité Central del PCUS no serán probablemente más de un 10%, y no se espera que se dé ningún cambio importante en el Politburó.

La cohesión del Gobierno soviético bajo la dirección de Breznev le ha permitido mantener el control de la mayoría de países de Europa del Este, incluso frente al histórico reto de Polonia; pero los acontecimientos polacos no hacen más que encabezar una larga lista, de sucesos negativos y de rotundos fracasos.

Entre éstos tenemos la alineación de China con Occidente y las posturas críticas de los no alineados respecto a la Unión Soviética en los temas de Camboya y Afganistán, además de muchos fracasos nacionales, desde el subdesarrollo económico a su total incapacidad para adoptar reformas políticas o económicas de importancia. Todas estas crisis se han juntado en el drama polaco, y aquí sus muchos puntos débiles, les dejan un número muy limitado de posibilidades a los dirigentes soviéticos.

Las posiciones militares soviéticas en Europa han quedado seriamente debilitadas momentáneamente por la existencia de un enorme «territorio hostil» en Polonia, entre las bases en suelo propio y las posiciones de primera línea. La opción que le queda al Kremlin es bastante dura: o bien tolera un debilitamiento de la estructura de su sistema totalitario (y de sus posiciones estratégicas) o bien impone por la fuerza una represión radical contra los contrarrevolucionarios polacos, de manera indirecta, o mediante una intervención directa.

Aunque la represión indirecta parece muy dudosa, los dirigentes soviéticos vacilan aún, a pesar de sus protestas y bufidos, antes de lanzarse a lo que podría muy bien convertirse en una guerra polaca. En cualquier caso, e independientemente del final que tenga la crisis polaca, esto podría hacer estallar todas las contradicciones y fracasos de la era Breznev.

Más allá de todo esto, tendrá que ponerse en práctica una nueva política nacional e internacional, que podría llevar a la aparición de una nueva Unión Soviética, bien en dirección a un Estado aún más totalitario y agresivo, o hacia un nuevo sistema, más dispuesto a aceptar los compromisos, la cooperación y los cambios. No hay ningún hecho concreto que nos indique cuál será la dirección que va a tomar. Pero es muy posible que se tomen decisiones importantes en Moscú a lo largo del congreso, aunque con toda seguridad no serán los delegados los que lo harán.

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