Saura y Gutiérrez Aragón, en la sección oficial del certamen
Carlos Saura -ganador de dos osos de plata por La caza y Pippermint frappé- y Manuel Gutiérrez Aragón -que obtuvo el Premio de la Crítica con su primer filme, Habla, mudita, y el premio al mejor director con Camada negra- representan este año a nuestro país en el festival de Berlín. La sección oficial del certamen acogerá los dos últimos filmes de estos directos -Deprisa y Maravillas, respectivamente-. Ellos, a pesar de sus éxitos en ediciones anteriores, no parecen valorar mucho este galardón.«No es que no me gusten los festivales», dice Carlos Saura; «lo que ocurre es que yo lo paso muy mal, pero reconozco que pueden ser eficaces e incluso necesarios. Me parece que son como un examen, y yo siempre he odiado los exámenes. Llegas con una película en la que has puesto una parte de tu vida y muchos meses de trabajo y si no te dan un premio parece que ha sido un tremendo fracaso, porque además los premios hacen que el filme se venda en un montón de países, suponen una promoción considerable, y más en una cinematografía como la nuestra».
Manolo Gutiérrez cree, en cambio, que «los premios ya ni son un gran reclamo para el público, excepto los de interpretación, quizá. Pero los de dirección y esas cosas (que son los que me dan a mí) sólo te ayudar a vender la película en circuitos restringidos».
Los dos directores están de acuerdo en que, en realidad, los premios son la tapadera de plata de un tinglado comercial. Berlín, como señala Gutiérrez Aragón, «es una especie de Cannes del Norte, adonde acuden los países del Este y los escandinavos, algo marginados en el festival de la Costa Azul. Por otra parte, estos países siempre reciben algún premio que se utiliza para arropar un poco los galardones a filmes de gran presupuesto, que muchas veces acuden con la promesa de que les caerá algo. Y el festival se encarga de nombrar un jurado que vaya a emplear los criterios que interesan a la organización. Eso no significa que el jurado no sea honesto, sino que hay que compensar el impulso promocional que supone la presencia de los grandes filmes americanos».
Para Saura «es evidente que los jurados están sometidos a presiones, pero en Cannes o en Berlin nunca se premian películas realmente malas. Muchos filmes estupendos se quedan sin nada, pero yo no recuerdo que se hayan premiado cosas horribles o aberrantes. Por otra parte, cuando aparece una obra excepcional es seguro que la dan un premio, y eso ya es algo. En todo caso, yo procuro quedar aparte de todo eso. Sé que forma parte de todo el tinglado del cine, pero si me preocupara de esos asuntos no tendría tiempo para trabajar».
Una muestra seria
Los dos realizadores que representan a España en la edición actual coinciden en afirmar que se trata de una muestra seria y bien organizada, lejos de la ostentación del festival de Cannes o de las connotaciones culturales del de Venecia. Manuel Gutiérrez Aragón no piensa que la abundancia de premios al cine español en las ediciones de la década pasada tenga relación con el cambio político: «Desde el extranjero ven con buenos ojos nuestro cine porque les impresiona su vitalidad y diversidad, a pesar de la falta de ayuda estatal».
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