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Hoy comienza la era Reagan

Anticomunismo ferviente o pragmatismo, incógnita principal del mandato que hoy inaugura Reagan

A partir de hoy comenzará a descubrirse la incógnita Reagan, de si cumplirá todas sus promesas de ultraconservadurismo o la situación de presidente estadounidense le forzará a cambiar su tan cacareado anticomunismo por una política de realismo y pragmatismo. Reagan, siempre sonriente ante las cámaras de televisión, accede al poder en gran parte gracias a un voto de frustación de la mayoría de electores norteamericanos que, el pasado 4 de noviembre, expresaron su descontento por la política de cuatro años de Administración Carter.

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Una pérdida de influencia en el exterior (crisis de Afganistán, rehenes en Irán), acompañada, sobre todo, de un deterioro de la situación económica interna, fue lo que basculó la opinión pública estadounidense a favor del ex actor cinematográfico de Hollywood, eficaz ex gobernador de California y, ante todo, prometedor de un nuevo comienzo para la gloria de Estados Unidos. Hombre tenaz en sus ideas, con un lenguaje de gran sentido común y de gran impacto ante el ciudadano medio, Ronald Reagan atacará, con prioridad, la crisis económica y fortalecerá el potencial militar norteamericano.Un público impaciente, que espera que algo cambie, le juzgará rápidamente en su primer balance a los cien días de poder. Entretanto, Reagan contará con la tolerancia de los demócratas en el Congreso, todavía mareados por la derrota electoral sufrida y en busca de nuevos líderes capaces de recuperar un voto popular, hoy por hoy inclinado hacia la resurrección de los «valores de la América profunda», pregonados por Ronald Reagan y apoyados por múltiples movimientos de cariz conservador. El desafío para Reagan será cómo balancear una política eficaz que reactive la economía, frene la inflación y cree puestos de trabajo.

Objetivos deseados por todos los norteamericanos, sin caer prisionero de las tesis ultraconservadoras de la mayoría moral o la nueva derecha, organizaciones vinculadas estrechamente al Partido Republicano, que piden casi una cruzada para imponer la plegaria obligatoria en las escuelas, restaurar la pena de muerte, cancelar la legislación sobre el aborto y eliminar una serie de medidas destinadas a favorecer la integración racial.

¿Cuál será el verdadero Reagan que gobernará Estados Unidos en los próximos cuatro años? ¿El anticomunista visceral o el pragmático de la realidad actual del mundo? ¿El ultraconservador en medidas sociales, o el realista que tiene en cuenta el potencial explosivo que constituye en EE UU la marginada población de raza negra? Imposible todavía despejar interrogantes, aunque la orientación parece marcar un giro hacia las tesis conservadoras.

Otra de las múltiples incógnitas sobre la presidencia que hoy comienza gira alrededor de la actitud que adoptará Reagan desde su despacho oval, en la Casa Blanca. Durante la gestión como gobernador de California durante ocho años (1966-1974) Reagan se caracterizó por ser un hombre que delegaba toda la responsabilidad en sus adjuntos. Una presidencia colegiada, donde George Bush, vicepresidente, tendrá un papel decisivo, parece ser la versión más verosímil.

Hombres de Nixon

En realidad, excepto casos particulares de amigos íntimos de Reagan de su época californiana, el equipo de Gobierno está integrado por hombres próximos a la ex Administración Nixon o a la elite republicana que apoyó a George Bush como candidato presidencial a primeros de 1979, pero se volcó hacia Reagan, como su jefe, cuando la base electoral votó a Reagan una y otra vez en las elecciones primarias, y, más tarde, en la elección presidencial.

George Bush sonreía poco y mal ante las cámaras durante la campaña. Pero será el vicepresidente eficaz, con excelente experiencia en tres sectores clave de la nueva proyección republicana: las sociedades multinacionales y la banca, como hombre quefue de la Comisión Trilateral, hábil diplomático, por sus experiencias de ex embajador en las Naciones Unidas (ONU) y Pekín; político sensible a la necesidad de contar con buena información, en su calidad de ex director de la Agencia Central de Inteligencia.

De momento, Washington es una fiesta y un carrusel de largos Cadillacs que llevan a los escogidos invitados de la elite norteamericana de fiesta en fiesta por la capital federal de EE UU. A partir de mañana no habrá mucho tiempo para recuperarse de la resaca, frente a una opinión pública que quizá espera milagros desde la Casa Blanca. Al margen de los hipotéticos balances, lo cierto es que hay cambio radical de estilo y programa entre lo que fue la presidencia Carter, de enero de 1977 a enero de 1981, y lo que prepara la presidencia Reagan para los próximos cuatro años.

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