Un homenaje musical a Gerhard Rohlfs
El gran maestro de romanistas Gerhard Rohlfs ha tenido la fortuna, premio a sus grandes méritos, de que por tres veces discípulos y amigos le hayan rendido el homenaje de artículos y trabajos científicos. Esta tercera vez, al cumplir Rohlfs los 85 años, dos grandes volúmenes, titulados Romania cantat, Lieder in alten und neuen Chorsützen mit sprachlichen, literarischen und musilkwissenschaftlichen Interpretationen (Günther Narr Verlag, Tübingen, 1980), pregonan que cuando, hace más de medio siglo, llegó a Tubinga como numerario de Filología románica, fundaba un coro, que pervive aún, en el que se cantase música y letras de los distintos países latinos,Más de cuatrocientas páginas forman el volumen musical. Las partituras polifónicas en italiano, en francés, en español, en provenzal y en catalán, en vasco y en sardo, y en latín también, y en gallego y en portugués, en griego de Italia y en los dialectos réticos, en gascón y en criollo de la Martinica, en rumano, dálmata y hasta en el fronterizo bretón, nos indican la facilidad con que un coro de estudiantes alemanes puede asomarse al mundo polícromo de la música y la poesía popular y culta de pueblos y naciones románicas. La tradición desde la Edad Media hasta ahora brilla en toda su riqueza. Hasta nuestro siglo de uniformidad y de destrucción de toda tradición, cuando también el terrorismo en que desesperadamente se expresa el afán de salvar esa tradición resulta inevitablemente destructivo.
La lista de compositores comienza con trovadores y sigue por maestros italianos (entre los que está el propio Beethoven, que pone música a un texto de Metastasio), hasta terminar con el brasileño Villa-Lobos y el italiano Zeno Lovato, que musica un poema de juventud de Vicente Aleixandre.
La riqueza de las composiciones musicales, encabezadas con un autógrafo de Carl Orff sobre Catulo, supera, porque siempre supera la creación al comento y la erudición, al segundo tomo, el de las Interpretaciones, que en sus casi setecientas páginas nos ofrece, sobre ejemplos escogidos de la parte musical, informaciones dialectales sobre el occitano y el piamontés, y crítica sobre la poesía de Quasimodo y las canciones hispanoamericanas, y una versión actualizada del problema vasco-ibérico, y datos preciosos sobre la situación del agonizante judeo-español, que hace medio siglo aún estaba tan vivo en Salónica o en Bulgaria; de las jarchas mozárabes a la sardana del Empordá, de la provincia romana de Galicia y de los cantos populares que allá perduran, de la Gascuña a los poetas que daban su letra a los compositores del Renacimiento, dialectos y melodías, la más alta tradición literaria que pone en el cimiento a Virgilio y a Horacio, eruditísimos estudios musicológicos sobre los cánones de Mozart, o sobre los textos que Debussy descubría para sus canciones; Petrarca y Ariosto y el dialecto de Lille, los catalanismos en diversas lenguas (investigados por J. Corominas), y grandes escritores contemporáneos, como E. Montale y V. Aleixandre, comentan en este tomo su propia obra, mientras que sabios investigadores nos explican la formación del Gaudeamus lgitur.
No podríamos hacer detenida enumeración del desbordante contenido de estos tomos. Todavía nos parecen muestra de algo que existió, al menos como ideal, y que la crítica situación contemporánea ha puesto en peligro: una universidad que estaba abierta a la cultura universal, que investigaba hasta los más íntimos rincones de países y tiempos lejanos, en los secretos del dialecto rústico y del refugio aldeano, o en las grandes líneas internacionales de la tradición literaria; una universidad donde no se va un momento a dar u oír una clase, sino en la que se vive, y se canta, y se encuentran maestros y escolares, mozos y mozas, y se cultivan también las artes de las viejas musas que han dado nombre a la música. Todo esto perdura aún en estos tomos, publicados junto a una universidad alemana occidental, todavía después de las revoluciones estudiantiles que han comprometido las antiguas formas y han barrido mucetas y talares académicos, en un mundo donde se teme a la tercera guerra mundial.
El profesor navarro F. J. Oroz Arizcuren, con sus colegas del seminario románico de Tubinga G. B. Buciol e Irene Monreal-Wickert, ha realizado la ímproba labor de traducir, ordenar, disponer, publicar, cantar y hasta grabar en un disco una muestra de todos estos materiales de las culturas románicas. Ahí los tienen los estudiosos, en una edad en que, ay, la especialización amenaza esta grandiosa concepción de un conocimiento de todas las lenguas y dialectos románicos, o incluidos en ese mundo, que de manera insigne ha mantenido en su enseñanza y en sus investigaciones el profesor G. Rohlfs.
Música y poesía presentan de modo vivo, con la riqueza del arte, lo que seguirá siendo todavía, esperamos, un panorama tentador para el estudioso.
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