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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La invasión soviética de Afganistán viola el Acta Final de Helsinki

La invasión soviética de Afganistán ha deteriorado gravemente el ambiente internacional. Ha causado un grave daño a las relaciones entre el Este y el Oeste y ha minado la confianza de la que dependen una seguridad y una cooperación auténticas. Ha socavado todos los principios del Acta Final de Helsinki y ha afectado negativamente el ambiente de la Conferencia de Madrid.Hace casi un año que las tropas soviéticas irrumpieron en Afganistán; el pueblo afgano todavía lucha para librarse de la violencia y la opresión impuestas por un Ejército extranjero.

La invasión soviética de Afganistán no tiene conciliación posible con los principios del «cesto número uno» de los acuerdos de Helsinki, en el que los Estados participantes reconocieron «el estrecho vínculo entre la paz y la seguridad en Europa y en el mundo entero». Es evidente que los acontecimientos de Afganistán no pueden aislarse de los de Europa o de los del mundo en general, como la propia Acta Final reconoce. Los principios que guían las relaciones entre los Estados incluidos en el Acta Final son tan válidos y tan necesarios fuera de Europa corno dentro de ella. Mas el Acta Final es todavía más explícita en cuanto a la declaración de principios, pues los Estados participantes declararon su propósito de encauzar sus relaciones con todos los demás Estados, según el ánimo inspirador de esos principios.

La declaración de principios es virtualmente un catálogo de normas fundamentales de comportamiento internacional violadas por la invasión soviética. Se podría señalar la discordancia entre los actos soviéticos y cada uno de los diez principios del Acta Final. Varios de los principios abiertamente quebrantados son:

En el primer principio, los Estados participantes se comprometieron a respetar la soberana igualdad de los` demás y también los derechos inherentes a la soberanía. Dos de los derechos mencionados explícitamente a este respecto son el derecho a la integridad territorial y a la libertad e independencia política. La invasión soviética viola esos derechos.

El segundo principio exige, abstenerse de amenazar con la fuerza, y de emplearla, no solamente contra los Estados participantes, sino en las relaciones internacionales en general. El Acta Final advierte que no podrá aducirse motivo alguno para amenazar con la fuerza, o para emplearla, o conculcar este principio. El empleo de la fuerza en Afganistán por los soviéticos, desde el día de la invasión hasta hoy mismo, quebranta ese compromiso.

El tercer principio reconoce la inviolabilidad de las fronteras. Aquí los Estados participantes se comprometieron a abstenerse de atacar las fronteras nacionales y a no apoderarse o usurpar territorios de otros Estados. Cuando se recuerda lo tenazmente que la delegación soviética luchó por este principio en las negociaciones conducentes al Acta Final, las violaciones del mismo por los soviéticos resultan singularmente irónicas.

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En el principio cuarto, los Estados participantes convinieron en respetar la integridad territorial de los Estadiás. Prometieron abstenerse de hacer al territorio de otros Estados objeto de ocupación militar. La ocupación de Afganistán por,los soviéticos es una manifiesta y coercitiva contra otro Estado.

Los Estados participantes reiteraron la transcenderícia universal del del sexto principio, el de no intervención en los asuntos internos de otros países. Nuestro país comparte la creencia en su importancia, y quisiéramos señalar que este principio supone la prohibición, precisamente, de lo que la Unión Soviética ha hecho en Afganistán: una intervención armada y coercitiva contra otro Estado.

Los Estados participantes reiteraron la transcendencia universal del respeto a los derechos iguales y a la autodeterminación de los pueblos, así como del ejercicio efectivo de los unos y la otra. Este es el octavo principio, en el que asimismo se enuncia que todos los pueblos tienen derecho libérrimo a decidir, cuando y como lo deseen, acerca de su condición política interna y extema sin injerencias extranjeras, y a seguir el rumbo que elijan para su desarrollo político, económico, social y cultura. Todos esos compromisos quedan quebrantados por la ocupación soviética de Afganistán.

Podría referirme igualmente a los otros cuatro principios del Acta Final transgredidos en mayor o menor grado por la invasión y la ocupación soviética de Afganistán. Pero creo que el sentido queda claro con lo dicho.

La realidad objetiva

La invasión y ocupación soviética de Afganistán ha asestado un golpe contra el mismo centro de los principios del Acta Final a que me he referido. Ahora quisiera considerar la realidad objetiva, es decir, los actos soviéticos concretos en ese sacrificado país, en la medida que atañen a los principios.

Ya avanzado el mes de diciembre de 1979, la Unión Soviética se lanzó a la in'vasión de Afganistán. Los carros de combate soviéticos cruzaron la frontera afgana junto con decenas de millares de soldados soviéticos. El entonces jefe del Gobierno afgano murió de muerte violenta en un ataque a su cuartel general por tropas especiales soviéticas. También murieron así otros miembros de su familia y miembros de su Gobierno. Se impuso como jefe de Gobierno a Babrak Karmal, empleando la fuerza de las tropas soviéticas. El primer discurso de Babrak dirigido al pueblo de Alfganistán estaba grabado en cinta magnetofónica y se transmitió desde una estación de radio situada en la Unión Soviética. No regresó a Afganistán hasta, varios días después de que las tropas soviéticas tuvieran, fuertemente dominada la capital afgana.

La Unión Soviética ha pretendido que a sus tropas las invitó a entrar en Afganistán el Gobierno afgano de acuerdo con el convenio soviético-afgano de amistad y buena vecindad y cooperación firmado en 1978. El artículo cuatro de ese convenio prevé que la Unión Soviética y Afganistán se consultarán y acordarán de mutuo acuerdo las medidas que consideren necesarias para la seguridad, independencia e integridad territorial de los dos paises. ¿A quién corsultó la Unión Soviética antes de invadir Afganistán? ¿De quién obtuvo la aceptación éel hecho? Como dijo un diplomático islámico, parece extraño quel Amin invitara a sus propios verdugos a entrar en el país. (Fue Babrák Karmal, que ni siquiera se encontraba en Afganistán, quien invitó al Ejército soviético.) Corno he dicho, el régimen de Babrak Karmal es una pura invención dela Unión Soviética, Gobierno fingido impuesto, al pueblo afgano sin su consentimiento. Resulta palmario que el artículo cuatro del tratado entre soviéticos y afganos no se adujo en forma verdadera alguna.

Sugiero que pudiera serle de mayor fruto a la Unión Soviética consultar el artículo uno de ese mismo tratado, que es más pertinente. En ese artículo, la Unión Soviética y Afganistán declaran su decisión de desarrollar su cooperación sobre la base de la igualdad, del respeto de la soberanía nacional, de la integridad territorial y de la no injerencia en los asuntos internos. Estos son buenos principios, pero no se respetaron cuando las tropas soviéticas irrumpieron en Afganistán.

Tampoco puede ningún observador razonable aceptar el argumento de que fueron altos imperativos de seguridad los que motivaron la invasión. No podemos creer que un pequeño país neutral y no alineado pudiera amenazar en ningún sentido la seguridad de la Unión Soviética.

Argumentos falsos

El argumento de que la Unión Soviética invadió Afganistán en respuesta a la intervención de otros países es notoriamente falso. La única injerencia externa en Afganistán procedió de la propia Unión Soviética.

Hemos escuchado algunas tentativas de justificar los actos soviéticos en Afganistán. Una de esas tentativas versaba sobre «la legitimidad y necesidad de la ayuda soviética al pueblo afgarío». En vista de la naturaleza que asumió esa ayuda, puede perdonársele al pueblo afgano su pregunta si, con tales amigos, necesitan enemigos.

Las tentativas de defender la invasión soviética resultan hoy tan hueras y poco convincentes como siempre. La comunidad interna cional ha hablado claramente. En fecha reciente, 111 miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas votaron a favor de pedir la inmediata retirada de tropas extranjeras, es decir, soviéticas, de Afganistán. No fue esta la primera expresión de la opinión interna cional, acerca del asunto. La invasión soviética la condenaron 104 naciones en las Naciones Unidas el 14 de enero de este año; la Conferencia Islámica de Ministros de Asuntos Exteriores, el 29 de enero y el 21 de mayo, la Comisión de De rechos Humanos de las Naciones Unidas, el 14 de febrero; los ministros de Asuntos Exteriores de la Comunidad Europea y la Asociación de Naciones del Sudeste de Asia (Asean), el 7 de marzo, y el Consejo de la Unión Interparlamentaria, el 12 de abril y, nuevamente, el 24 de septiembre. Ya es hora, indudablemente, de que la Unión Soviética deje de hacer obvias tentativas de justificar sus pasados actos y de que empiece a aplicar la clara solución repetidamente propuesta en foros internacionales.

Habrá algunos que nos dirán que la situación en Afganistán está mejorando, que no es preciso que nos preocupemos de ella. Lo cierto es que la verdad es la contraria. Las tropas soviéticas ocupan, Afganistán desde hace casi un año. La potencia de fuego de que disponen sigue aumentando y el número de las tropas soviéticas en ese país, por lo menos de 85.000 hombres, es tan alto hoy como antes de lo que se calificó de retirada parcial de tropas, en junio de 1980. La muy extendida y espontánea resistencia del pueblo afgano continúa, y demuestra que la presencia de las tropas soviéticas y el régimen de Babrak desafían la voluntad popular. Pese al gran contingente armado, la Unión Soviética no puede dominar en el campo. El dominio de los principales centros urbanos y de las rutas de transporte es precario en el mejor de los casos.

Además, en la medida en que la Unión Soviética ha logrado predominar, ha denegado a una orgullosa nación su independencia. Babrak ha sido, y sigue siendl, un fantoche soviético. No ha logrado legitimidad o partidarios de relieve entre su pueblo. Todos los ministerios y oficinas gubernamentales están bajo la influencia de asesores soviéticos, que toman o aprueban todas las decisiones.

La violencia del ocupante

El Ejército soviético de ocupación ha recurrido al aumento de la violencia, tratando con ello de sofocar la insurrección afgaría. La táctica empleada incluye el bombardeo de pueblos, fa destrucción de las cosechas, ataques de artillería desde helicópteros contra la población civil inocente, el lanzamiento de minas explosivas contra la población, que dejan tullidas o muertas a sus víctimas, y esto no solamente en zonas fronterizas, sino también en tierras en cultivo y en pueblos alejados de la frontera. Se ha perseguido sin piedad a los disidentes. Como testimonio de los padecimientos de Afganistán, más de un millón de refugiados, casi el 10% de la población afgaría, han huido del país.

En resumen, la situación es de represión sangrienda y brutal, instigada y perpetuada por la Unión Soviética, privando de independencia y libertad a Afganistán y a su pueblo. La Unión Soviética no ha dado un paso para retirarse. La única solución que ha propuesto no es aceptable ni por el pueblo afgano ni por sus vecinos. Esa solución apoyaría de hecho la ilegal ocupación militar del país, y, asimismo, al régimen de Babrak.

Dicho con palabras del preámbulo de «cesto número uno» del Acta Final, los Estados participantes subrayan la necesidad de que todos ellos contribuyan a fortalecer la paz y la seguridad del mundo. Más que ningún otro país en este momento, la Unión Soviética tiene ocasión y posee la fuerza para realizar esa contribución, no con palabras, sino con hechos concretos, en Afganistán.

En consecuencia con ello, la delegación de Estados Unidos y el Gobierno de Estados Unidos se unen a muchos otros para pedirle a la Unión Soviética que se retire prontamente de Afganistán y que permita al valeroso pueblo de ese país decidir acerca de su propio futuro. Somos partidarios de un arreglo político que conduzca a la restauración de un Afganistán verdaderamente independiente, neutral y no alineado, con un Gobierno aceptable para su pueblo. Esto solamente puede lograrse mediante la pronta retirada de todas las tropas soviéticas. Hemos dicho que estamos dispuestos a estudiar arreglos transitorios para facilitar la retirada soviética y las debidas garantías internacionales. Tal arreglo tendría en cuenta los legítimos intereses de la Unión Soviética respecto a la seguridad de su frontera.

La posibilidad existe. Instamos a la Unión Soviética a que la aproveche.

Dante Fasceli, miembro demócrata por Florida de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, es presidente de la Comisión de Estados Unidos para la Seguridad y Cooperación en Europa: Este artículo es el texto adaptado de un discurso pronunciado por Dante Fascell el 25 de noviembre en la CSCE, en Madrid,

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