_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La vigencia de una generación

Al térnimo de mi conferencia Verdad y libertad en Gregorio Marañón, me preguntaba yo si una oportuna actualización de los ideales y las empresas de su generación -llámesela con una fecha o con otra: de 1913, año del significativo homenaje a Azorín, en los jardines de Aranjuez; de 1914, año de la conferencia Vieja y nueva política, de Ortega- no podría servir de torso, aquí y ahora, al sugestivo proyecto de vida en común que España tanto y por tan diversas razones todavía necesita. Mi pregunta ha suscitado en EL PAIS el deseo de una respuesta concreta, y muy concreta voy a darla; tanto, que será expuesta en una serie de breves puntos, como si de las conclusiones de una tesis doctoral se tratara.1. La generación española a que me refiero se halla integrada, entre otros, entre no pocos más, por los siguientes hombres: Ortega, Ors, Marañón, Pérez de Ayala, Américo Castro, Salvador de Madariaga, Azaña, el Angel Herrera anterior al franquismo, la primera promoción de los discípulos de Cajal (Achúcarro, Río-Hortega, Tello), Pi y Suñer, Pijoán, Carande, Castillejo, Jiménez de Asúa, Blas Cabrera, Rey Pastor, Hemando, Novoa Santos, Lafora, Goyanes... Una importantísima serie de pensadores, escritores, hombres de ciencia, juristas y médicos.

2. Respecto de lo generación inmediatamente anterior, la del 98, la nota básica de ésta consiste en la sustitución del ideal más bien sueño- del quijotismo por el ideal -más bien proyecto- del cervantismo. Dos hitos: las Meditaciones del Quijote, de Ortega (1914), y Hacia Cervantes, de Castro (1960).

Un cervantismo que no lleva consigo oposición al quijotismo, sino, como acabo de indicar, su conversión en proyecto, a través de una renovada visión del autor del Quijote. Sin el presupuesto de la crítica, el ensueño y la obra de la generación del 98, la empresa de esta otra no habría sido posible.

3. Empeño central y básico de este modo de entender el cervantismo fue la europeización de España. No era inédita la consigna, baste pensar en Costa; pero ahora cobra un cariz esencialmente nuevo, porque los que la proponen conocen de veras Europa, saben de veras lo que Europa es. Racionalidad, ciencia, libertad y convivencia civil habrían de ser las notas principales de nuestra europeización. La cual, por otra parte, en modo alguno excluía la conservación y la degustación de nuestras gracias populares -recuérdese lo que Antonia Mercé y Juan Belmonte fueron para muchos de estos hombres- y era el mejor camino para realizar, dentro de los límites y según los modos que Europa exigía, una «españolización de Europa», más viable que aquella que soñadora y desaforadamente había propuesto Unamuno.

Pensamiento racional

4. Hacer y educar -hacer pensamiento racional, ciencia, libertad y convivencia civil, educar para que estos bienes fuesen social y políticamente reales en España fueron, en consecuencia, los dos máximos recursos cotidianos con que esta generación trató de cumplir su destino colectivo. Tampoco era ciertamente nueva, recordemos a Feijoo, a las sociedades económicas de amigos del país, a Giner de los Ríos, la consigna de una educación racional de los españoles. Algo nuevo, sin embargo, comienza a este respecto entre 1905 y 1920: el nivel y el carácter verdaderamente europeos de la educación, la extensión de ésta a todos los niveles (paulatina reforma de la universidad, el instituto-escuela como planta piloto de la enseñanza media), la creación de instituciones educativas proyectadas hacia la acción social.

5. Evidente apertura ideológica -y, en algunos casos, también activa, cooperativa- a la ineludible exigencia de esa mejorjustícía social que está proclamando el socialismo de Pablo Iglesias; algunos de cuyos miembros, como Besteiro, Fernando de los Ríos, Jiménez de Asúa, Sanchís Banús, el propio Indalecio Prieto, tan de cerca tratan a los integrantes de la generación de que hablo.

Dígaseme si, al cabo de diez o doce lustros, no es éste -todavía- el fundamento del sugestivo proyecto de vida en común que los españoles seguimos necesitando. Un fundamento que, por supuesto, debe ser desarrollado y modulado en nuestro mundo, tan distinto del que en torno a los hombres de aquella generación había: la Europa actual y el actual Occidente no son la Europa y el Occidente de entonces; las vicisitudes de cincuenta años de nuestra historia -República, guerra civil, franquismo- no han pasado en vano, no han debido pasar en vano para los nuevos proyectistas de España; la parte de los movimientos obreros y de los partidos socialistas en nuestra sociedad y nuestra política, no es, y no debe ser tampoco, la misma; las aspiraciones autonómicas de varios fragmentos de España -tan inquietantes a veces para los que de veras queremos ver una y diversa a nuestra cultura- obligan a planteamientos políticos nuevos; la economía y su organización poseen hoy una importancia no sospechada cuando nuestros padres eran jóvenes; al imperativo de la educación es forzoso añadir, con no menos fuerza, el de una seria reforma de las estructuras económicas y administrativas... Tenido todo esto en cuenta, ¿no resultaría fecundo que los grupos directivos de nuestros principales partidos políticos dijesen cuál es su postura frente a la actitud reformadora de los hombres que, entre 1905 y 1920, se propusieron europeizar e hispanizar aquella vida española?

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_