Irresponsabilidad manifiesta
De vergonzosa e irresponsable ha sido calificada la gestión de Enagás por el empresariado catalán. Los calificativos, por fuertes que parezcan, resultan extremadamente tibios ante una situación que en cualquier país occidental hubiera tomado ribetes de escándalo político y habría provocado, a buen seguro, responsabilidades y dimisiones o ceses no sólo en la empresa pública implicada, sino también en los departamentos ministeriales encargados de velar por el abastecimiento energético.De la noche a la mañana no se pueden suspender los suministros de gas a sesenta industrias y pedir a los usuarios que reduzcan el consumo porque sólo hay reservas para cuatro o seis días. El aplazamiento de las ventas de Libia o las dificultades meteorológicas para que un buque suministrador se haga a la mar en Argelia son excusas que resultan casi ofensivas, máxime cuando una de las regiones más industriales de España puede verse paralizada (el consumo de gas alcanza un volumen similar al de electricidad en Cataluña) y miles de hogares privados de calefacción agua caliente en los días más crudos del invierno.
La situación crítica que plantean las bajas existencias de gas puede superarse en el último momento, pero en cualquier caso la emergencia vivida no puede ni debe cerrarse con un carpetazo administrativo. No es de recibo que ayer se acepten los precios de gas más altos del mercado mundial, deprisa y corriendo, para paliar el problema catalán, tras largos meses en los que nuestro país ha querido jugar, sin alternativas energéticas que pudieran sustentar su postura, en el lour de force planteado por norteamericanos y franceses a los países suministradores.
La improvisación, una vez más, preside nuestra política exterior. Hoy el problema se ha planteado con el gas, pero cualquier otro día cabe pensar que se plantee con el petróleo o con el uranio de las centrales.
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