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Madrid y el proceso de distensión

En Madrid, la Unión Soviética se ha resignado a la continuación del proceso de distensión en el marco de los acuerdos de Helsinki, a pesar de serles bastante desfavorable. El Acta final de Helsinki establece un «nexo condicionante», tal como lo llamarían ahora los norteamericanos, entre el desarrollo de la cooperación económica y militar y el buen comportamiento soviético en el campo de la distensión política, de los derechos humanos en los países del Este y de las relaciones culturales entre el Este y el Oeste.Durante la primera semana de la Conferencia de Madrid, los jefes de las delegaciones de los países occidentales, incluyendo a los de todos los países de Europa occidental, afirmaron que, de no darse un avance en todos los frentes de los acuerdos de Helsinki, no se habrá dado ningún paso adelante.

Según el italiano Emilio Colombo, «el cumplimiento coherente de todos los principios y normas del Acta final es una precondición necesaria para cualquier desarrollo fructífero posterior de nuestra seguridad y cooperación». El representante francés, Jacques Martin, llamó al acuerdo de Helsinki un «contrato de conflanza» y dijo que la invasión soviética de Afganistán ha echado por los suelos esta «confiance» y «ha puesto casi punto final» al proceso de distensión,

Colombo volvió a insistir, junto con el jefe de la delegación británica, Peter Blaker, en que «no se puede construir un futuro » y «no puede haber ninguna fe en las nuevas propuestas» si el futuro descansa tan sólo en «piadosas esperanzas», en promesas en lugar de «en hechos». Es una postura firme. Pero los soviéticos dejaron bien claro, que no aceptan tal postura como base del proceso de distensión.

Es cierto que Leónidas Ilichev hizo muchas concesiones en cuestiones de procedimiento, llegando inclusa a aceptar otra «conferencia de Helsinki» tras la de Madrid; la Unión Soviética parece dispuesta a someter su política a un incómodo «juicio de Helsinki» cada dos o tres años, pero insisten en que no van a cambiar su política. Afirman que si los países del bloque occidental les critican, son ellos los que están violando los acuerdos de Helsink¡, «interfiriéndose en los asuntos internos» de la Unión Soviética o incluso de Afganistán.

Coexistencia fría

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A la Unión Soviética le gustaría añadir la «distensión militar» y una mayor cooperación económica a la «distensión política»; pero su visión de la «distensión política», en un momento de grandes crisis en la Europa del Este, es la de una coexistencia fría y distante entre Estados que deben mantenerse lo más alejados posible (hasta el extremo de interferir las emisiones de radio occidentales, como en los años de la guerra fría). ¿Puede el Oeste aceptar una distensión tan limitada?

¿Qué sucederá si la Unión Soviética, al tiempo que se muestra condescendiente en las nuevas negociaciones. militares y económicas, continúa ocupando tranquilamente Afganistán y deteniendo todo avance en el campo de las relaciones políticas y humanas?

¿Se mantendrá unido el frente occidental contra tales tácticas soviéticas? ¿Se mantendrán los países del Oeste firmes en su estrategia de subordinar la cooperación económica a los avances en los otros campos?

A pesar de las valientes declaraciones hechas en la apertura de la Conferencia de Madrid, había diferencias claramente reconocibles en el tono y el estilo de las intervenciones de los países del bloque occidental; algunos países de Europa occidental se mostraban más interesados que otros en unas nuevas negociaciones militares y económicas, mientras que los norteamericanos parecían dispuestos a iniciar nuevas conversaciones con el único objetivo de restaurar la confianza.

El informe presentado al Senado norteamericano por el senador Howard Baker sobre política europea revela, a través de los ojos del líder republicano en el Senado, el alto grado de frustración y desconfianza de los Estados Unidos hacia Europa. Los juicios del senador Baker están totalmente injustificados y carecen de fundamento; pero ello no disminuye el peligro de un aumento de las discrepancias entre Europa y Estados Unidos durante el mandato de Reagan.

Para evitar este peligro, la alianza occidental debe dejar bien claro lo antes posible hasta qué punto cree realmente en las condiciones de Helsinki. ¿Está Europa verdaderamente dispuesta a sacrificar posibles acuerdos económicos y militares entre el Este y el Oeste, si los soviéticos no hacen concesiones sustanciales en el campo de la «distensión política»? ¿Hasta dónde puede llegar el Oeste en las nuevas negociaciones, antes de pedir a la Unión Soviética pruebas concretas de su «arrepentimiento » por las violaciones de los principios de Helsinki, en Europa o en Afganistán?

Las importantes concesiones en cuestiones de procedimiento hechas, en el último minuto, por la Unión Soviética en la Conferencia de Madrid indican que queda un cierto espacio para maniobrar si el Oeste se mantiene unido. Moscú ha mostrado claramente su falta de interés en detener el proceso de distensión.

Un poco de ejercicio en política diplomática arriesgada por parte del Oeste ha producido resultados prometedores. Deben convencernos para que se apliquen más en el futuro las tácticas que tanto éxito tuvieron en las primeras reuniones de la Conferencia de Madrid.

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