El conflicto está provocando una creciente polarización política en los países de Oriente Próximo
ENVIADO ESPECIALUna creciente polarización viene registrándose en Oriente Próximo desde el estallido de la guerra entre Irak e Irán, hace ya dos semanas. A medida que continúa el conflicto, los países de la zona remodelan, intensifican o abandonan sus alianzas y sus relaciones con las grandes potencias, lo que podría llevar finalmente, según más de un observador, a un «nuevo Yalta», en el que Washington y Moscú se repartieran sus áreas de influencia.
Una de las primeras consecuencias de la «guerra del golfo» ha sido que Arabia Saudí se viera obligada a solicitar la ayuda norteamericana, en forma de sofisticados radares volantes, que pueden detectar un hipotético ataque iraní contra los yacimientos petrolíferos de la orilla árabe del golfo. Cuatro de estos aviones Awacs están ya en Arabia.Egipto, aislado del mundo árabe desde su paz por separado con Israel, se ofreció inmediata mente a colaborar en la defensa del golfo y el presidente Anuar el Sadat habló otra vez -de estable cer bases militares norteamencanas en su país. La proposición coincidió con la hecha por el prí mer ministro de Israel, Menájem Beguin, que ofreció incluso bases en el Sinaí, en una especie de en tente israelí-egipcio-norteamericana.
Por su parte, Siria y la Unión Soviética firmarán un tratado esta semana, con ocasión de la visita a Moscú de su presidente, Hafez el Assad. No hay informes fiables sobre el contenido del acuerdo, pero no ha habido tampoco desmentidos a las informaciones que hablaban de un pacto de defensa mutua en el que se contempla la posibilidad de establecer, «en caso necesario», tropas soviéticas en Siria.
Después de la «unión» de Siria y Libia, dada la abierta hostilidad de Damasco hacia Irak, la presencia de tropas sirias en Líbano y de su enfrentamiento con Israel, el tratado entre Moscú y Damasco puede tener enormes consecuencias en una región ya de por sí tan inflamable.
Para complicar aún más las cosas, el rey Hussein de Jordania, prooccidental y proiraquí, recibió la semana pasada en Aminan a una delegación militar soviética de alto nivel y anunció una visita oficial a Moscú dentro de unos días.
El monarca hachemita expresó hace tiempo su intención de diversificar sus fuentes de armamento y ha sido el dirigente árab que más abiertamente ha respal dado a Irak en su guerra con Irán. Se habla incluso de la existencia de un tratado defensivo entre Bagdad y Amman, al que no se habría querido dar publicidad.
Este tratado habría hecho posible que Irak enviase parte de su fuerza aérea a territorio jordano, para ponerla a salvo de los ataques iraníes, y, en última instancia, podría llevar a Jordania a un enfrentamiento directo con Irán.
Según algunas informaciones, los israelíes detectaron este trasvase de los aviones de Irak a Jordania y no intervinieron porque Estados Unidos se lo pidió, asegurándoles que no se trataba de un acto de guerra contra el Estado judío. Pero las amenazas del imán Jomeini contra los países que ayudan a Irak pueden ir también contra Hussein.
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