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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Entre el amor y el humor

Menuda broma nos ha gastado Elías Querejeta para abrir boca en esta temporada. Una historia de amor que, según avanza en la pantalla, va transformándose en historia de humor, aunque éste, a la postre, también brille por su ausencia.No hay nada más difícil que pretender, de pronto, un cine fácil. Una obra críptica puede ocultar claves, cifras, recónditos mensajes que, entendidos o no, suelen crear en torno del relato una especie de niebla seudointelectual, bien acogida en círculos de amigos íntimos y ajenos festivales. Mas cuando se pretende intrigar, acercarse siquiera levemente a la realidad o simplemente sacar del sopor al espectador, es preciso, si no un momento de feliz inspiración, al menos un conocimiento riguroso del oficio. Esto falla, de modo evidente, en un guión mal construido y pobremente contado a través de unos diálogos que reducen la mayoría de las veces la relación entre los personajes a los límites del puro telegrama.

Dedicatoria

Guión de Ellas Querejeta y Jaime Chávarri. Dirección: Jaime Chávarri.Fotografía: Teo Escamilla. Intérpretes: José Luis Gómez, Amparo Muñoz, Patricia Adriani, Francisco Casares, Luis Politi, Helene Peycherand, Maía Mansart, Claude Legros, José Valverde. Comedia dramática. España-Francia 1980. Local de estreno: Cine Amaya.

Escribir una historia de amor, civilizada o no, fuera de los esquemas habituales, supone sentirla un poco, si se pretende mantenerla en pie. Reducirla a una serie de encuentros desmayados, a escenas donde la pura rutina de otros encuentros parecidos se repite, supone ahondar bien poco en la búsqueda de más actuales relaciones. En tal sentido, poco añade esta película, que, en su afán de pretendida actualidad, resulta tan confusa como torpe. Ni la suerte del hombre encarcelado importa demasiado ni entendemos el porqué de su interés para el protagonista, quien, por supuesto, goza de un tren de vida que para sí quisieran no sólo los profesionales de la Prensa, sino la mayoría de los honrados españoles.

No hay actitud más provinciana que aquélla que pretende aparecer cosmopolita a todo trance. Así, este producto nacional, donde se yuxtaponen conceptos vagos disfrazados de sutiles pensamientos, nostalgias regionales melódicas y cierto romanticismo que alcanza por su lado norte a Terranova, es buena muestra de un camino equivocado no sólo para el cine español de fronteras adentro, sino en el terreno de las coproducciones. Unicamente cuando el protagonista conoce la verdad de su asediado personaje, gana interés la historia, que cualquier realizador consciente hubiera concluido allí, salvando en lo posible los restos del naufragio. No ha sido así, y la acción continúa hasta las heces, dispuesta a no perdonar ni un minuto de tardías explicaciones.

José Luis Gómez, que alcanzó su mayoría de edad cinematográfica de la mano de Cela, se ha convertido, poco a poco, en galán trascendental, perdiendo en credibilidad lo que gana en la escena. Patricia Adriani supone aquí un remedo de Angela Molina, y en lo que se refiere a Amparo Muñoz, algún alma generosa debería pagarle unas clases de dicción, pues la mitad de sus diálogos no es que los diga mal, es que, simplemente, no se entienden.

Según suele afirmarse, un error enseña más que un puñado de aciertos anteriores. Sería de desear que director y guionistas se sirvieran de la ocasión presente para brillar más y mejor en tiempos venideros.

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