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Diplomáticos, policías y bomberos, listos para la apertura

Un equipo de cien personas, bajo la dirección del embajador Raimundo Pérez Hernández, trabaja contra reloj para que todo esté listo cuando el martes por la mañana se abra, en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid, la sesión preparatoria de la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea. Setecientos delegados de 35 países, más de quinientos periodistas y toda una serie de servicios de apoyo, desde un médico en permanencia veinticuatro horas hasta un retén de bomberos, comenzará a trabajar en la conferencia, una larga reunión que puede durar hasta la primavera de 1981.Horas antes de iniciarse la sesión preparatoria quedan muchos cabos por atar en la sede de la conferencia.

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Sólo la seguridad está ya a punto. Que la conferencia transcurra felizmente se ha convertido en una verdadera obsesión. La Policía Nacional vigila, metralleta en mano, las puertas de entrada al edificio. Han sido instalados aparatos de rayos X, iguales a los de los aeropuertos, que revisarán todos los paquetes, y cada visitante deberá pasar también bajo un arco de lector. Cámaras de televisión vigilan desde las columnas y techos y otean desde los árboles de los jardines y aceras contiguas al Palacio de Congresos.

Incluso han sido pensados hasta los detalles más nimios. Se calcula que en el transcurso de la conferencia se producirán once fracturas de huesos. Los residentes de la zona se verán afectados por la reunión, y durante casi seis meses no podrán aparcar sus vehículos en el perímetro del edificio.

Cada país tendrá un portavoz oficial, dada la imposibilidad de buscar un portavoz único para los 35 participantes. El de la delegación española será probablemente el periodista Manolo Bueno, quien hasta ahora era el hombre de Prensa de Abril Martorell. Más de mil periodistas de todo el mundo han solicitado acreditaciones.

El embajador Pérez Hernández, un ex abogado del Estado que fue director general del Servicio Exterior y nuestro representante ante la Unesco, trabaja desde septiembre de 1978 únicamente en la preparación de la conferencia, de la que es secretario ejecutivo.

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«La gente no entiende bien la importancia de la sesión preparatoria», dijo Pérez Hernández a EL PAÍS. El martes, después del discurso de Marcelino Oreja y otro breve de Javier Rupérez, se procederá a sortear la presidencia de la sesión, que rotará diariamente por orden alfabético. A partir de entonces y durante unas cinco semanas -las delegaciones, presididas por embajadores- tendrán que llegar por consenso a la aprobación del orden del día, aprobar la duración de la conferencia, determinar su nivel (España desea un rango de ministros de Asuntos Exteriores) y decidir si se modifican o no las normas de procedimiento utilizadas en Belgrado. Este conjunto de decisiones -sobre todo la de celebrar o no una conferencia larga en la que puedan analizarse a fondo los temas- determinará el contenido de la reunión formal, que, en principio, debe abrirse el 11 de noviembre.

Hasta el 20 de diciembre se trabajará en la primera fase, y después de un paréntesis navideño de un mes se continuarán los trabajos hasta primeros de abril, cuando se calcula que podrá concluir la CSCE.

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