Caravanas para Afganistán
Así, pues, poco importa que el Ejército Rojo esté estacionado en Kabul y ametralle más que nunca obreros y campesinos de Nuristán y Hazaradiat. Poco importa que los Orlov, los Chtcharansky, los Nazarian llenen las prisiones soviéticas, siendo cada vez más numerosos los acompañantes, a medida que se agravó el clima de terror olímpico. Las llamadas de A. Sajarov, premio Nobel de la Paz, han sido vanas, y no han servido para nada las súplicas que ha dirigido desde el fondo de su exilio de Gorki a los hombres libres de Occidente.No; todo esto no ha servido para nada, pues nosotros hemos preferido no oír.
Los gobernantes y comités olímpicos europeos han preferido cerrar los ojos. La opinión pública, en su inmensa mayoría, ha tomado resueltamente el partido del silencio y de la indiferencia. En una palabra, nosotros estábamos allí, franceses y españoles, hombres de¡ viejo mundo, deportistas de Europa y América Latina, para celebrar con los verdugos las macabras Olimpiadas de Moscú. Y que exactamente como en Berlín, en 1936, teníamos plena conciencia, sin el menor malentendido, como si de nada se tratara y como si nada pasara, dando nuestra bendición colectiva a la nueva barbarie.
Para los que se hacen de sus países una idea más alta y más digna es una temible decepción. Es cierto que para todos aquellos que guardan memoria del pasado esperan encontrar esta vez la fuerza de parar la mecánica que lleva a la dimisión, pero es una cruel, desilusión. Está claro que para todos los que, desde hace meses, militan por el boicoteo a los juegos de la vergüenza y de la infamia la clausura de las «fiestas» habrá dejado un gusto amargo de frustración. En una palabra, y llamando a las cosas por su nombre: «Hemos fracasado». Y con nosotros, las inmensas masas de hombres y mujeres que en Moscú, en VIadivostock y puede que en Kabul están solos, trágica y atrozmente solos, libres sin gracia ni recursos al capricho de sus verdugos.
¿Es esto una razón para bajar los brazos y la voz? ¿Debemos, por tanto, confesarnos vencidos y abandonar a los afganos a su suerte y su martirio? Personalmente pienso que no. Pienso lo contrario. Creo que es preciso cambiar el método y la forma.
No contentarse con vanas y virtuosas indignaciones. No oponerse simplemente con la gran batahola de los poderosos o el flaco y discreto murmullo de nuestras peticiones de intelectuales. Hay que pasar a la acción.
Intervenir sobre el terreno. Ir a llevar seguridad a los hombres, mujeres y niños que luchan. Y esta es la razón por la cual Acción Internacional contra el Hambre, organización humanitaria que yo apoyo desde París, ha tomado la iniciativa de realizar una llamada a Europa con vistas a formar y dirigir caravanas hacia Afganistán.
¿De qué se trata?
De formar desde Pakistán pequeños convoyes de mulas, únicos vehículos capaces de franquear los pasos montañosos que bordean el país. Irán cargados de víveres, medicamentos y recursos diversos, adquiridos en los mismos lugares al precio de mercado local. Se confiarán a los resistentes afganos, que se encargarán de burlar la vigilancia soviética y los llevarán hasta los guerrilleros más abandonados y necesitados. Cada convoy cuesta aproximadamente el equivalente a 8.000 dólares. Cada convoy que pase permitirá, concretamente, salvar a un millar de familias afganas. Depende de vosotros, depende de todos nosotros, que decenas y decenas de caravanas puedan franquear la frontera.
Los problemas técnicos no faltan. Este género de travesía no es un viaje de turismo. Pero los equipos de Acción Internacional contra el Hambre están ya funcionando. Buscando y recogiendo los fondos de las primeras suscripciones. Ya están desde hace dos semanas a pie de obra.
Son franceses, italianos, americanos que compran al mejor precio arroz, lentejas, antibióticos. Ellos buscan y eligen a los hombres de escolta que acompañarán las caravanas de mulas. Ellos supervisan la carga y determinan en coordinación con los afganos los puntos de destino.
Hasta el día de la fecha han conseguido que dos caravanas pasen la frontera, y hay otras tres que esperan su turno.
También hay problemas políticos; para empezar, el sacrosanto argumento de la no injerencia en los asuntos internos del Afganistán ocupado. O la necesaria «neutralidad» de la que parecen ser voluntarios, en tantas y tantas organizaciones internacionales, acantonadas en sus fronteras y prohibiendo traspasarlas..., pero esta llamada es evidente que no va para ellos. Va para los hombres y mujeres que consideren que hay veces en las que una situación de genocidio larvado Ileva a un legítimo deber de intervención.
No puede haber fronteras en defensa de los que aplastan bajo sus botas. Que el argumento de la «soberanía» significa, de hecho, la soberanía de un Estado sobre un pueblo, de un ejército sobre los civiles, de la barbarie sobre las víctimas, entonces hay, no solamente un derecho, sino un deber de injerencia.
¿El pueblo español no me desmentirá? ¿Son los demócratas ,y los republicanos españoles ,quienes negaron el deber de la injerencia? ¿Han olvidado la época de la guerra civil, cuando todas las grandes potencias pactaban una a una con Franco, yque su cobertura de «no intervención» permitía discretamente el tiempo del fascismo? ¿Que quien animaba, por el contrario, a las famosas y heroicas Brigadas Internacionales eran, precisamente, la voluntad de transgredir la orden reglamentada de las cancillerías e injerirse de grado o por fuerza en los asuntos internos de España?
La guerra afgana, ya lo dije, es «nuestra nueva guerra de España». Los guerrilleros asiáticos son herederos de los mártires que hace casi cincuenta años morían por la «España libre».
Estas caravanas para Afganistán son un poco las nuevas Brigadas Internacionales, esta vez para alimentar y curar, pero animados del mismo ideal y obedeciendo a los mismos principios.
La joven España democrática se encuentra ahora, casi me atrevo a decir, del otro lado de la barrera. Por un extraño retorno de la historia, es ella quien puede afirmar su solidaridad con un pueblo aplastado y mortificado. Hoy, yo me dirijo a vosotros por delante del Estado y los compromisos políticos. Llamo a que nos juntemos todos los hombres y mujeres, todas las simples conciencias de este país, porque tengo fe en las tradiciones de lucha y de resistencia.
¿Cuándo tendremos el contingente español de las nuevas brigadas humanitarias?
¿Cuándo saldrán las caravanas madrileñas, catalanas, sevillanas, etcétera, en dirección de Afganistán?
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