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Faltan centros para subnormales en Alicante, pese a las promesas de tres gobernadores y un ministro

Juan José Ruiz Oltra cumplió veintidós años el pasado día 7 de mayo. «Mi hijo nació bien. Fue a los tres meses cuando lo cogió el ataque», ha dicho su madre. Juan José pasa prácticamente toda su vida en los estrechos límites de un pequeño corral en las afueras de Planes, pueblecito de poco más de mil habitantes, en la montaña alicantina.

«Lo tengo atado porque se escapa, y una vez le rompió cosas puestas en la casa a un vecino, y lo dejo en el suelo porque al menos de ahí no se puede caer y hacer daño». La mujer, entre sollozos, añade: «Qué cruz tengo con él. Lloro porque tengo mucha pena. Por la noche lo lavo entero y lo acuesto. Yo creo que como este hijo mío no hay otro en toda España». La madre de Juan José Ruiz, un niño de veintidós años, que «sólo sabe decir pa-pa-pa y ma-ma-ma» se pregunta si realmente existen centros donde poder ingresar a un hijo como el suyo en el que lo cuiden bien.Pero el déficit de plazas escolares destinadas a estos niños especiales tiene en Alicante un tinte muy particular. Y no tanto porque el centro Alba, el único que existe en Alicante capital, con capacidad para sesenta alumnos, empezara este año el curso con un mes de retraso por falta de dinero, y con la amenaza, a modo de espada de Damocles, de no saber qué futuro les aguarda, precisamente por razones económicas. Porque, pese a todo, y con gran esfuerzo por parte de padres y educadores, el centro Alba mantiene sus puertas abiertas. Pero es que existe otro centro, el denominado de la Santa Faz, situado en un sitio privilegiado, en el cabo de las Huertas, junto a la playa, cuya estructura quedó terminada en el año 1976, sin que desde entonces, y pese a los cuatro años transcurridos, se sepa cuándo abrirá sus puertas. A pesar, también, de las manifestaciones favorables hechas por los últimos tres gobernadores civiles que han pasado por Alicante. Todos, invariablemente, han indicado siempre que «el centro del cabo de las Huertas abrirá antes de finales de año». Pero los finales de año se han sucedido y el edificio mantiene sus puertas cerradas. A esta rueda de anuncio de aperturas que nunca se han producido tampoco se ha sustraído el actual ministro de Comercio y diputado por Alicante, Luis Gámir, cuando, en vísperas de las elecciones del 1 de marzo y pocos días después de haber dimitido de su cargo de secretario de Estado de Seguridad Social, manifestaba, en una mesa redonda, que el edificio estaba totalmente terminado y que su apertura estaba prevista de forma inminente.

El centro, formado por pequeñas edificaciones modulares, está considerado por quienes lo han visitado como un centro de lujo. En su construcción se invirtieron unos mil millones de pesetas y la planificación del mismo se hizo pensando, hasta el más mínimo detalle, en sus futuros moradores, niños que, en el peor de los casos, pueden valerse muy poco por sí mismos.

Estos cuatro años de cierre del edificio han supuesto en el mismo un considerable deterioro debido a su propio abandono. Ahora, cuando una vez más se ha vuelto a decir que abrirá antes de finales de año, una brigada de albañiles ha empezado a reparar los desperfectos ocasionados por el paso del tiempo. Durante más de cinco meses han estado allí trabajando, arreglando chapuzas que han supuesto, en un nuevo presupuesto elaborado para tal fin, treinta millones de pesetas.

«Que se diga ahora, una vez más, que se va a abrir son ganas de engañar a la gente», ha manifestado la diputada socialista Asunción Cruañes, vicepresidenta de la comisión de minusválidos del Congreso. «Yo me creeré que lo abren el día que se firme el decreto de transferencia al Inserco, que sí tiene dinero para ponerlo en marcha. Mientras tanto, permanecerá cerrado, porque en los presupuestos aprobados por las Cortes, la dotación para este centro quedó, una vez más, descolgada». Ya en octubre de 1977, la diputada socialista recibió la confirmación de que el colegio abriría en febrero de 1978. «En febrero me dijeron que había dificultades económicas y que quedaba todo retrasado hasta finales de curso. Como entonces tampoco pudo ser, volví a preguntar al Gobierno en julio de 1979. En septiembre me respondió que había unas fechas de terminación y avituallamiento que se prolongarían por espacio de cuatro meses y entonces ya se abriría. Que los gastos se incluían en los presupuestos del Estado. Pero cuál sería mi sorpresa cuando vi que en los presupuestos no figuraba nada. Volví a preguntar al Gobierno y en febrero de este año me respondía que de momento no había dinero, que en octubre empezaría el avituallamiento». Y se daban unos plazos, según los cuales en el mes de junio debería comenzarse la selección del personal.

«Para que eso se produzca», señala la diputada socialista, «primero tiene que haber un decreto de transferencia al Instituto Nacional de Servicios Sociales (Inserso), del que yo no tengo conocimiento que se haya llevado a cabo. Mientras ese decreto no se firme, no puede haber apertura, porque tampoco hay dinero para efectuarla. Ni se han hecho las obras de acceso. Aquello está prácticamente abandonado».

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