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CENTENARIO DE EL PUERTO

Mansos a concurso

La corrida-concurso que cerraba los actos conmemorativos del centenario de la plaza de El Puerto fue una mansada. Los toros no iban a los caballos. Sólo el de Torrealta se arrancó con prontitud, pero apenas le pudieron castigar porque se caía continuamente.Tampoco era de extrañar este resultado, porque la mayoría de las ganaderías llamadas a competir tendrán mucho de comerciales, pero de bravas, nada, y sólo podrían acudir, con posibilidades de éxito, a concursos de mansos y borregos. Colocados en este supuesto, no sabríamos decir qué toro hizo los mayores méritos para proclamarse ganador, pues en cuanto a borreguez y mansedumbre todos dieron las más altas puntuaciones.

Puestos en suerte, escarbaban, se negaban a acudir a la llamada del picador, se iban a la querencia de chiqueros -que, por cierto, tenían muy cerca-. Posiblemente para paliar el desastre, que los mismos organizadores se debían presumir, la zona acotada para la suerte de varas la situaron en las proximidades de chiqueros, lo cual es un disparate y una cacicada. Pero ni esta artimaña les valió.

Plaza de El Puerto

Ultimo festejo de¡ centenario. Corrida-concurso. Toros de Manuel Camacho, Núñez Hermanos, Fermín Bohórquez, José Luis Osborne, Osborne Domecq, en sustitución de uno del marqués de Domecq, devuelto por cojo. Todos mansos. El sexto de Torrealta, que cumplió con los caballos y era inválido. Angel Teruel: bajonazo descarado (protesta); pinchazo y media muy baja que produce vómitos (palmas y pitos). José Luis Galloso: estocada desprendida perdiendo la muleta (oreja, que rechaza, y dos vueltas); estocada baja perdiendo la muleta (aplausos y saludos). Niño de la Capea: estocada desprendida (oreja); estocada desprendida y dos descabellos (palmas).

Los espadas

En tales condiciones la tarde se fue de rositas, porque toreo tampoco hubo. Los espadas eran pura representación de esta hornada de coletudos-funcionarios que la fiesta padece, los cuales tienen muy lejos de sí la torería y su oficio es pegar pases a destajo, no importa lo que les pongan delante. Lo que les pusieron delante ya queda dicho que eran mansos; pero mansos al estilo de la tauromaquia presente, es decir, de esos que, llegado el último tercio, embisten obedientes, sin apenas molestar. Sin embargo, les dio lo mismo. Teruel, con su afectación a cuestas, apenas se confió; el Niño de la Capea se afanó en alborotar con sus habituales telonazos frenéticos, y José Luis Galloso, a salvo una bonita serie de naturales y otra de redondos en el primero., construyó dos vulgarísimas y destempladas faenas.Lo curioso es que este diestro se debe sentir figura irresistible, y tuvo el feo gesto de rechazar la oreja que le concedieron porque opinaba que merecía dos, con lo cual, hábilmente, encrespó a sus paisanos contra la presidencia. Galloso, fan de sí mismo, dio con suficiencia dos vueltas al ruedo y, al concluir la última, se le acabó este vigoroso rasgo y pintoresco amor propio, pues cuando tenía que demostrarlo de verdad, que era en su siguiente toro, fue inca paz de torearlo con entrega y con mediano gusto.

Formaban parte del jurado figuras históricas, como Domingo Ortega, Gallito, Rafael Ortega, Manolo Escudero, Miguel del Pino, que contemplaron la corrida con miradas atónitas. En su época, no salían mansitos como los del concurso y, si por una casualidad llegaban a salir, se los comían bien untados de mostaza.

Sin duda pensaban que los tiempos cambian que es una barbaridad.

Nuevamente hemos de subrayar que la mayoría de los toros, igual que el sábado, eran astifinos. Aquí ha sucedido que las medidas de la autoridad contra el afeitado empiezan a dar sus frutos, o que los organizadores quisieron que en las fiestas del centenario las reses salieran, si no con la casta, por lo menos con los pitones que debieron tener aquellos saltillos que en la inauguración de la plaza, allá por el verano de 1880, torearon El Gordito y Lagartijo, mano a mano. El Gordito y Lagartijo: casi nadie al aparato. Algo así como los terueles, capeas, gallosos, palomos, manguis y compañía , digo.

Encima hubo premios

Fruto de su entusiasmo y optimismo, o para que no se dijera, el jurado concedió los siguientes premios: toro más completo, el de Torrealta; mejor presentado, el de Camacho; estocada, Niño de la Capea; subalterno en la lidia, Antonio Chávez; par de banderillas, Tito de San Bernardo, y picador, José María García. El premio al matador triunfador lo declararon desierto. Otra cosa habría sido demasiado.

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