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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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Chillida

Inmensos bosques de coníferas y helechos arborescentes cubrían ayer tarde los continentes del Retiro, purificando la atmósfera de anhídrido carbónico. (Gracias, López-Sancho, maestro, por haber plantado helechos en tu civilizadísima columna.) De una boca de riego brota una mata de agua fresca, violenta, salvaje. Este es un Retiro más culto y más silvano, al mismo tiempo que el de cuando el régimen. Nuestro ayuntamiento bolchevique ha dejado que claras y serenas multitudes madrileñas vengan en rebaños de luz, en anillos de juventud, a posarse sobre el césped, respirando cada uno su paz y su soledad como si tocase la flauta.¿Dónde está la democracia perdida? En el Retiro, en la nueva manera de vivir el Retiro. Y en el corazón del bosque municipal y espeso, en ese Palacio de Cristales, que es una arquitectura entre alfonsina y marciana, la gran exposición de Chillida, el escultor vasco que ha expresado su país, dejando que la materia se exprese a sí misma: hierro, piedra, granito, alabastro. Lo dice el poeta Garcíasol: «Ahí trabajó un hombre -¿cómo?-, gota que refulgió a la luz». Aquí trabajó un hombre y la respuesta sobre Chillida nos la da Octavio Paz: «No sólo la atracción por la materia, sino la reflexión sobre la materia». Chillida, que acaba de rehusar expresamente cualquier paisanaje con el terrorismo, supone la máxima expresión vasca de todos los tiempos: no el costumbrismo de los Zubiaurre, sino los metales nocturnos, los elementos naturales, las culturas brutales de la piedra, el hierro, la madera, el alabastro, o ese peine del viento -minicine de la exposición- que es como la mano abierta de san Sebastián, modificando con su orden de hierro y piedra la estructura del mar. Cantos materiales como los de Pablo Neruda, estas esculturas fingen ignorar al hombre, pero lo expresan profundamente mediante el paisaje, un paisaje poderoso, implantado en el corazón alfonsino de Madrid, y, sobre todo, un paisaje -cosa mentale- pensado por el hombre.

Entre alabastro y forja de la exposición, unos estudiantes de Bellas Artes me presentan un papel a la firma. La escuela de San Fernando, donde siempre se ha ingresado mediante examen, ahora selecciona de acuerdo con los expedientes académicos previos de los alumnos. Esta medida perjudica y excluye a unos ochocientos aspirantes a artistas, entre los cuales puede haber unos ocho Chillidas. El ministro de Cultura o quien sea, que ha tenido la ancha idea de esta exposición, debiera corregir el disparate selectivo de Bellas Artes. Pero la alta lección política de esta catedral estética, laica y vasca que es la muestra/ Chillida, nos la da elentendimiento, por vía tectónica, de una raza, la euskera, que necesita las grandes magnitudes, que mueve trozos completos de planeta, que desplaza naturaleza y la mejora. Nerudiana entrada a la materia, en el arte de Chillida veo como impresas las manos vascas -millones de manos, hombres, mujeres, niños- cuya manera de pensar el mundo es levantarlo en vilo. Mar, montaña, mina y bosque atravesados por el hilo de cobre mental de la ideación de Chillida. Sin esa ideación, el telurismo se habría quedado en racismo y la imaginación en fuerza bruta. Hasta que llega Antonio Garrigues a la sala, el mascarón de proa capitalista de la futura moción de censura socialista:

-¿Para cuándo la presidencia, Antonio?

-Los políticos son los políticos. Lo resuelven todo entre ellos. Yo no milito en nada. A mi van a quemarme antes de empezar, a fuerza de rumores. Pero el país está muy mal, y alguien tiene que gobernar. Yo aseguraría que el Estado se está pensando a sí mismo. Veremos lo que sale.

Para entender a los vascos, por ejemplo, hay que empezar por entender a Chillida, artista absoluto, en quien un país otro se piensa a sí mismo y la materia reflexiona sobre la materia, según Octavio Paz. La materia bruta se resuelve en sangre. La materia mentalizada se resuelve en canto: Chillida.

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