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Crítica:FESTIVAL INTERNACIONAL DE MUSICA DE GRANADA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

"Las estaciones", de Haydn, por Ros Marbá, Coro y Orquesta Nacionales

Los dos grandes oratorios de Haydn -La creación y Las estaciones- fueron compuestos cuando el músico pisaba los límites de la ancianidad. Y, sin embargo, sobre la genialidad de estos pentagramas, triunfa un concepto juvenil del arte. Como es sabido, Las estaciones parten del poema inglés de Thomson traducido al alemán por Switen y retocado por el propio Haydn en base a textos de Burger y Weisse. La misma estructura de la obra difiere de la de La creación, más unitaria en su desarrollo dramático-cíclico.Desde su mismo título, Las estaciones nos enfrentan con cuatro grandes cantatas, bien articuladas en un todo y, al mismo tiempo, diferenciadas en sus matizaciones peculiares. La música de Las estaciones es de tal intensidad y tan sostenida perfección que exige del auditorio un gran poder de concentración. Todo es sustantivo: lo lírico y lo dramático, lo descriptivo y lo cuasi-popular, las soberanas fugas y los recitativos.

El principio de contradicción, de enfrentamiento, que Eugenio d'Ors señalaba como definitorio de la formulación barroca está presente aquí, como lo está un tipo de expresión humanística, anunciadora decidida del romanticismo cuando el siglo XIX apenas ha iniciado su andadura. Asombra la invención orquestal con pasajes de tan formidable eficacia como la «tormenta» o la escena de la caza. En Las estaciones -tal comentara Paul Dukas- puede hablarse de «originalidad» aun hoy, después de tantas y tan varias experiencias sufridas por el pensamiento musical en su constante evolución. En cuanto a la gracia popular, bastaría evocar el aria de Simón, «Ya se apresura el campesino hacia el trabajo», para comprender la antigüedad estilizadora del dato y el espíritu tradicionales.

Los tres personajes protagonistas (Simón, Lucas, Hanne) fueron, más que interpretados, encarnados por Javier de Solaún (oratorista de atractiva voz y depurado estilo), Antonio Blancas (dueño de medios vocales y expresivos verdaderamente modélicos) y Ana Higueras, madura en su saber y en su sensibilidad. La comprometida parte coral fue preparada por José de Felipe (ese español recuperado para nuestro vivir musical) con total maestría. Solistas, Coro y Orquesta Nacionales respondieron espléndidamente a la dirección de Antonio Ros Marbá, quien, recientes sus triunfos en China como titular de la Orquesta de Cámara Holandesa, dio lecciones de bien hacer en las que se revela un bien proyectar. Exito grande para todos en una de las más altas jornadas de los festivales granadinos.

La Orquesta de Cámara Española

Sin los escenarios de la Alhambra, el festival, según la interpretación del término acuñada desde el principio, perdería parte de su sentido. Pero a la hora de escuchar bien la música se agradecen los conciertos del Auditorio Manuel de Falla, tan bello en su alegre austeridad como brillante y definido en su acústica. Se advirtió con claridad a lo largo del concierto de la Orquesta de Cámara Española, que guía su concertino, Víctor Martín. Una «sinfonía» de Doménico Scarlatti, la Música nocturna de Madrid, del otro gran italiano madrileñizado, Luigi Bocherini, y el tercer concierto de Brandenburgo dieron paso al posromanticismo decadentista de Elgar en su Serenata o el frescor mediterráneo y hondamente catalán de las Vistas al mar, de Toldrá, inspiradas en Maragall. La joven agrupación sonó con transparente calidad y desarrolló muy varias posibilidades interpretativas.

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