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La entrega de otro crédito a Nervacero en estos momentos superaría todas las cotas de prudencia

El Consejo de Administración del Banco de Crédito Industrial denegó ayer, por unanimidad, la concesión de un crédito de 479 millones de pesetas a la empresa Nervacero, pendientes de los 679 que ya tenía concedidos con anterioridad. La denegación se fundamenta, sobre todo, en que esta nueva entrega superaría todas las cotas de prudencia bancaria. Además, según uno de los portavoces del consejo, las condiciones impositivas del acuerdo de suspensión no se han cumplido. El propio vicepresidente económico, Fernando Abril, urgió hace días a una solución rápida y definitiva para la empresa, en la reunión que mantuvo con representantes del Consejo General y del Parlamento vascos. Parece, pues, que los hermanos Arbulu, familia que accedió a la siderurgia integral a partir del negocio de la chatarra, no podía prever en 1974, año siderúrgico floreciente en España, las consecuencias que podían derivarse de la crisis del petróleo en el mercado del acero común que produce Nervacero.

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La localidad vizcaína de Elorrio es el lugar de origen de los Arbulu Arana. Siete hijos: Luis 57 años; José Mari, 53; Tomás, 51, Koldo, 47; Martín, 45; Mari Carmen y Felisa. El cabeza de familia, Tomás, se desplaza después de la guerra civil española desde aquel puebo a Deusto (Bilbao). Ocupa un chalé abandonado y comienza a trabajar la recogida de chatarra, labor en la que le ayudan sus hijos.A principios de los años cincuenta, con un capital ahorrado, monta en Deusto un tren de relaminación. Nace así Hierros Arbulu. Su carácter emprendedor le lleva a invertir en otras actividades de forma continuada. Sus hijos mayores, Luis y José Mari, comienzan a trabajar el desguace de barcos, en una labor frenética por tener que vender la chatarra antes de que vencieran los créditos sucesivos con que operan. Tomás y Koldo se dedican entonces al transporte de la mercancía. Nace así Hierros Ardes.

En el año 1956, el padre de los Arbulu compra en el término municipal de Portugalete una carpintería e instala un tren de laminación, que se denomina entonces «matahombres», por las duras condiciones de trabajo que suponía para los trabajadores, que debían soportar elevadas temperaturas, con riesgo de deshidratación, y realizar enormes esfuerzos físicos para trasladar de forma manual el producto. Este tren «matahombres» es el origen de Nervacero.

Las necesidades derivadas de la guerra civil favorecen el mercado del acero. Con la incorporación del «matahombres», la sociedad Hierros Arbulu, ya desfasada, pasa a ser la comercial de Nervacero, auténtica productora. La muerte del padre de los Arbulu sitúa a Luis, en otro tiempo peón y capataz en una fundición, al frente de las empresas, aunque su participación en el capital es idéntica a la de sus otros seis hermanos, y syu condición, la de administrador general solidario con Koldo Arbulu.

Luis Arbulu, hombre de escasa cultura, emprendedor y hábil no encuentra dificultades para conseguir créditos bancarios, que le son concedidos gracias a la rentabilidad de sus empresas y a la escrupulosa puntualidad en el pago de los vencimientos. Luis Arbulu se deshace del viejo «matahombres» y compra un Danieli, tren de laminación italiano. Se da cuenta de que depende de una tercera empresa que le suministre palanquilla, materia prima para el laminado, y decide entonces crear una acería propia, proyecto que aprueban los bancos.

La producción de Nervacero se vende a Hierros Arbulu, que mantiene su papel de comercializadora de aquellos productos. El negocio, en palabras de un trabajador de Nervacero, «va bien más por la fuerza de las olas que por la fuerza del motor del barco». Es la época del acero en España, el boom siderúrgico nacional, la segundamitad de los años sesenta y primera de los setenta.

Los proyectos de Luis Arbulu de adquirir más hornos y trenes de laminación se ven favorecidos por el Plan Siderúrgico Nacional y la acción concertada del 14 de marzo de 1974. Luis Arbulu se monta con este pretexto otra vez en la ola de crédito y amplía la factoría, que pasará a tener dos trenes de laminación y tres hornos con sus correspondientes máquinas de colar y una previsión de producción de 500.000 toneladas de producto acabado al año. La operación de ampliación, sobre la que no existe ningún plan financiero, supone un volumen de crédito próximo a los 4.000 millones de pesetas.

Suceden entonces dos circunstancias que propician la caíuda de Nervacero. Comienza la crisis energética mundial y el de plive del mercado del acero. Y Hierros Arbulu, que hasta 1975 funciona con una perfecta sincronización, comienza a asumir riesgos innecesarios y a tener un alto volumen de fallidos e impagados por la debilidad de la demanda. Hierros Árbulu se hunde con una deuda de 800 millones para Nervacero, empresa que tiene un de partamento comercial especializa do en la exportación, pero poco eficaz en la gestión del mercado nacional.

Nervacero comienza a partir de 1976 a abrir su mercado exterior, hasta alcanzar la cifra del 80% de la producción dedicada a la exportación. Mientras la política salarial se dispara y el mercado interior se retrotrae, las deudas financieras comienzan a hacer estragos en los balances de la sociedad, que en 1977 no obtiene ganancias, y en 1978 pierde cuarenta millones de pesetas. El año 1979 finaliza con 1.400 millones de pérdidas.

Desde principios de 1979, la parte social de Nervacero comienza a tener presencia activa en la marcha de la empresa. Los sindicatos comprueban que para reconducir la factoría, que goza de unas instalaciones de primera clase, es necesario la contratación de un equipo técnico capaz -Luis Arbulu, en definitiva, controlaba todos los procesos de producción- y un aumento de la productividad. En este punto, sin embargo, surgen las discrepancias. UGT propone un plan de viabilidad, cuyo objeto es el aumento de producción hasta 40.000 toneladas al mes de producto acabado. Para ello prevé la implantación de un cuarto turno con sus consecuencias de reducción de jornada e incrementos salariales acordes con el sector, la fabricación de productos de mayor valor añadido y un cambio en la estructura de capital. La asamblea de trabajadores rechaza el cuarto turno.

La familia Arbulu entrevé entonces una posible solución a la situación financiera en una fusión con la empresa Forjas Alavesas, en la que la banca privada aportaría 500 millones de pesetas. La operación consistiría en la cesión del 51% de las acciones de Nervacero a cambio del 10% de las de Forjas. La oposición rotunda de los trabajadores y las condiciones de gestión puestas por Forjas frustran el intento.

La dirección de la empresa, en los últimos tramos del verano, y ante la situación de pérdidas mensuales de varios cientos de millones, se plantea la solicitud de un crédito excepcional por la vía del artículo 37, dentro de un plan de viabilidad, que, al fin, realiza la compañía Asfin y remite a principio de enero a la Administración, sin que se reciba respuesta.

El 10 de diciembre de 1979, la compañía Iberduero corta el suministro de energía eléctrica a Nervacero, que tiene una deuda contraída de ochenta millones de pesetas por aquel concepto. La factoría se paraliza y comienza el rosario de acciones reivindicativas por parte de los trabajadores, ne gociaciones de la empresa con la Administración y paralizaciones sucesivas de los créditos en Consejo de Ministros, primero; en el Banco de Crédito Industrial, después, y por parte de los propios accionistas de la empresa, más tar de. Luis Arbulu, administrador ge

neral de Nervacero, presenta a la Administración, desde el 21 de diciembre de 1979 hasta el 10 de enero del presente año, cuatro textos de acuerdos con la parte social referentes a fijación de nuevas subidas salariales y condiciones de trabajo que son requisitos imprescindibles para conseguir el crédito excepcional. La propia Administración descubre que existen tres actas notariales entre las partes que anulan aquellos acuerdos, alguno de ellos rechazado por los propios trabajadores. Esta circunstancia frena la entrada del tema en Consejo de Ministros.El 19 de marzo, el vicepresidente segundo del Gobierno para Asuntos Económicos, Abril Martorell, se compromete ante dos representantes de UGT a buscar una vía de salida al crédito extraordinario solicitado por Nervacero. Dos días después, el Consejo de Ministros aprueba una orden ministerial que fortalece los créditos a la siderurgia no integral acogida a la acción concertada de 1974 y que supone la posibilidad de incrementar los mismos en un 30% sobre las inversiones realizadas con anterioridad con unas condiciones de amortización de diez años, dos de carencia y a un interés del 10%. La entidad financiera que va a propiciar los nuevos créditos es el Banco de Crédito Industrial. La solicitud de Nervacero se traslada entonces al BCI.

El BCI frena el crédito -es la segunda vez que se frena- al solicitar una inspección contable de la empresa y el traslado de la titularidad de acciones de la familia Arbulu Arana a personas jurídicas que avalen la operación. Los técnicos del. BCI encuentran que la empresa le adeuda, desde el 25 de octubre de 1977, la cantidad de 650 millones de pesetas y existen dos embargos anotados con fecha 28 de marzo de 1980 a dos importantes empresas por valor de 35 millones.

El 15 de mayo se celebra una reunión en Madrid en la que están presentes Abril Martorell, los directivos del BCI, el ministro de Industria, señor Bayón, y los consejeros de Industria y Trabajo del. Consejo General Vasco, García Egocheaga y Mario Fernández, respectivamente. En aquella oportunidad, Abril Martorell urge al BCI a dar una respuesta a la solicitud del crédito de 1.050 millones de pesetas. El BCI accede a conceder 679 millones y deja en suspenso el resto en función de la marcha de la empresa. El 26 de mayo libra 200 millones a Nervacero y se ratifica en sus tres condiciones para conceder los 479 millones restantes: un plan de viabilidad, una auditoría -que se encomienda a la empresa Arthur Andersen- y el traspaso de la titularidad de las acciones a personas jurídicas que avalen la operación, para lo cual se crea, el 6 de junio, la cartera Nervacero, integrada por tres profesionales.

Luis Arbulu intenta entonces el traspaso de las acciones al propio BCI, propuesta que la entidad rechaza por considerar que ésta se podría convertir en una nacionalización encubierta de la empresa. Frustrado el intento, el administrador general de Nervacero retrasa la traslación de acciones hasta el pasado día 28 de junio, dos días después de que trabajadores de Nervacero ocupen el edificio de la Diputación de Vizcaya y retengan durante diez horas a los parlamentarios que iban a celebrar el quinto Pleno del Parlamento vasco.

Tres días después, el pasado día 1 de julio, con las tres condiciones impuestas por el BCI presuntamente cumplidas, Abril Martorell se reúne, en Madrid, con el presidente y director del BCI y parlamentarios vascos para tratar el tema. El vicepresidente segundo del Gobierno urge al BCI para que dé una respuesta definitiva al crédito y se pone la fecha de ayer como día en que la entidad, financiera se pronuncie al respecto. La decisión final ha sido denegar la ayuda solicitada.

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