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TEATRO

Imagen parada

«Opera plástica» se califica asimtismo el espectáculo Rito y ceremonia vobre una leyenda inmortal, que el Teatro Carrusel, de Cádiz, presenta en el teatro del Círculo de Bellas Artes, dentro de la campaña del Centro de Documentación Teatral. La leyenda es la de Medea. La plástica está dentro del barroco homosexual: principalmente, la descomposición de materias ricas y nobles -los «andrajos de la púrpura», que dijo, con otra intención, Benavente-, la elevación del valor estético de una línea de cuerpo humano en las fronteras de la ambigüedad, la bisexualización del ademán, la máscara o el maquillaje-máscara que encubra las diferenciaciones sexuales.Un cierto destrozo en los valores convenidos por su mezcla deliberada: una canción de Rita Hayworth en Gilda puede escucharse junto a un canto gregoriano. Un continuo encubrimiento de la realidad cruda por las formas flotan tes, el humo, la combinación de luces tamizadas. Un arte de decadencia, pero de alto valor estético.

Rito y ceremonia sobre una leyenda inmortal,

ópera plástica de J. Morillo.Teatro Carrusel de Cádiz, con Miguel A. Butler, Jesús Fuentes, Manuel de Morón, José Luis Heredia, Francisco de Dueñas, Juan José Galán, Julián Osle, José A. Sabino. Escenografía de Cabello, vestuario de Pizarro, maquillaje de Diana, música de Carlos d'Ors. Montaje y dirección de Jesús Fuentes y Miguel A. Butler. Teatro del Círculo de Bellas Artes.

Va este espectáculo por la línea de Lindsay Kemp. No sólo no lo oculta, sino que todo está dedicado a él, en forma de homenaje. El problema principal es que Lindsay Kemp y sus actores tienen una profunda formación teatral y física: una gran escuela de expresión corporal y de danza, una educación de la voz. No se limitan a la estética, sino que perfeccionan el movimiento y el texto; cuando su compañía no es suficiente, se apoyan en alguien de fuera -como hicieron hace poco con Cipe Lincovski-. Todo esto falta aquí.

La belleza de lo inmóvil no es suficiente para el teatro. La pantomima es de cámara lenta. Si ofrece algunos hallazgos, a la larga es insufrible: la lentitud produce una angustia y, cuando se interroga uno sobre la naturaleza de esa angustia, descubre que es aburrimiento. Es un teatro insuficiente.

Los ocho actores han realizado un trabajo considerable en esta vía estética. Son en sí mismos escenografía, decorados. Lo que se les ha dirigido lo hacen bien, con una paciencia infinita. Probablemente, el error está en el concepto.

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