_
_
_
_
_
Tribuna:EDUCACIÓN
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La enseñanza preescolar en el Estatuto de Centros

El Estatuto de Centros Escolares, que esta tarde va a pasar su último trámite parlamentario en el Pleno del Senado, remite la consecución de la gratuidad de la etapa preescolar al ambiguo momento en que «las posibilidades presupuestarias lo permitan».Todos los partidos, incluido el del Gobierno, tenían este objetivo entre los proyectos educativos de sus programas electorales. No obstante, los portavoces parlamentarios del grupo centrista han explicado hasta la saciedad que era preferible esta ambigüedad al engaño deliberado que habría supuesto reconocer formalmente en la ley un derecho que en estos momentos resulta inalcanzable.

Aunque cuando se discutía esta ley en el Congreso un diputado centrista llegó a poner el ejemplo de su hija, estudiante universitaria, como una «demostración» de que se puede llegar a cursar brillantemente una carrera sin necesidad de haber dispuesto de una educación preescolar, lo cierto es que casi nadie se atreve ya hoy a negar el papel decisivo de la etapa preescolar en todo el proceso educativo.

Parece que no existen estudios serios que permitan determinar con exactitud qué incidencia tiene la carencia de educación preescolar en las aterradoras cifras de fracaso escolar que se suelen manejar por los expertos, pero éstos no abrigan ninguna duda sobre el hecho gravísimo de que un gran número de esos fracasos se inician ya en el primer curso de EGB.

Cada día está más extendida la idea de que los niños tienen que llegar ya alfabetizados a la escuela, y aunque los objetivos formales del primer curso de EGB no partan necesariamente de este supuesto, basta con observar los textos que manejan actualmente los escolares de primer curso para empezar a compadecer a los niños que no han aprendido a leer antes de iniciar sus estudios obligatorios. Su incipiente experiencia escolar no puede ser más dramática, porque la comodidad de muchos maestros los convierte, desde el primer día de clase, en los «alumnos retrasados» o en los integrantes del «pelotón de los torpes».

Según datos facilitados por el propio Ministerio de Educación, el 26% de la población infantil de cuatro a cinco años no está escolarizada, y mientras esto sea así, no parece demasiado justo que el nivel de una clase de primer curso se esté determinando a priori por el grado de conocimientos, destreza y técnicas de aprendizaje que posean los alumnos previamente instruidos.

La afirmación de que las posibilidades presupuestarias no permiten, por el momento, garantizar la escolarización antes de los seis años debería estar compensada con la garantía de que ningún niño va a ser privado del derecho a que se le enseñe a leer en primer curso de EGB. Colocar a un alumno el primer día de su vida escolar entre el grupo de los retrasados es una forma de negar ese derecho, porque todo el proceso educativo posterior va a estar gravemente marcado por esta circunstancia. La clase «normal» será la que se imparta para los que ya saben leer. Los otros, «los de la cartilla», como se les suele señalar para identificarlos, serán objeto, ya desde el primer día de curso, de unas incomprensibles «clases de recuperación».

Por otra parte, el hecho de que la etapa preescolar no sea gratuita permite abrigar muy serias dudas respecto a la posibilidad real de que la enseñanza que se imparte en determinadas instituciones privadas va a estar al alcance de todos.

El Ministerio de Educación, en una reciente instrucción dirigida a sus delegaciones provinciales, ha afirmado que tanto los centros como los niveles educativos no subvencionados deberían disfrutar del régimen de precios libres. Esta circunstancia va a hacer posible la existencia, en un mismo centro, de una preescolar a precios prohibitivos, una EGB gratuita y un bachillerato a precios igualmente astronómicos. No es difícil suponer en qué van a quedar las promesas del partido gubernamental de hacer posible, precisamente a través del Estatuto de Centros, un futuro esperanzador de colegios interclasistas que permitan olvidar la antipática imagen del colegio de élite.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_