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Inauguración de la Feria del Libro Antiguo

Con la presencia del alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, se inauguró ayer, en el paseo de Recoletos, la IV Feria del Libro Antiguo y de Ocasión, certamen que durará hasta el próximo 18 de mayo.Un total de veintinueve expositores -dieciocho de Madrid, ocho de Barcelona, uno de Sevilla, uno de Valencia y uno de Granada- exhibirán en las casetas cerca de 300.000 volúmenes de libros de los siglos XVI al XX.

El pregón inaugural lo leyó Francisco Umbral, quien, entre otras cosas, afirmó que «los libros se los han ido llevando cada vez más lejos, en sus ferias y fiestas, para que tengamos las sucursales bancarias cada vez más cerca, y por eso me parece un golpe de mano esto del Libro de Ocasión, una conquista del estado llano, el venirse al centro mismo de Madrid, entre el Café Gijón y la Biblioteca Nacional, entre los escritores que no se leen porque están inéditos y los que no se leen porque están muertos. Tiene algo de conspiratorio y decimonónico, algo de revuelta ilustrada, de motín cultural, de asonada pacífica, este bajarse los libreros de viejo, anualmente, desde los altos del Botánico a los bajos de Cibeles para levantar las barricadas primaverales de la cultura con libros que pueden tener cien o doscientos años. Es como hacer la guerra con viejos fusiles románticos de espingarda, y ganarla, mientras el libro de nuevo, el libro no ocasional sino multinacional, ha perdido guerras y posiciones en el centro de Madrid».

«Leer es mucho más que leer, claro», añadió Umbral. «Orientarse en este Rastro de los libros supone haber leído muchos, tener un alma incunable en la que pueden hacer cuna las novelas cortas de entreguerras y las ediciones príncipes de los poetas mendigos. El libro viejo, el libro de ocasión, nos da ocasión de buscar, de seleccionar, de elegir, de sopesar, y eso ya es un ejercicio de cultura, un levantar la liebre del hallazgo en los matorrales de la prosa. Comprar en una librería de viejo es un poco como comprar un melón al melonero, en la cabaña verde y gitana de los melones, porque hay que tener pulso, mano, para saber lo que se tiene entre manos. La chamarilería de los libros, naturalmente, no es una forma de comercio, sino que es ya en sí una forma de cultura previa al contenido cultural del libro. Los compradores de libros viejos somos un poco los hombres-libro de Ray Bradbury, salvamos de la quema del tiempo la palabra viva que hoy es letra muerta y llevamos en la memoria un libro amarillo, imaginario y repetido que es el que buscamos toda la vida por las reboticas de la literatura. Ese libro, seguramente no existe y tendríamos que escribirlo nosotros; pero moriremos con la esperanza de encontrarlo escrito, ocasionalmente, en una Feria del Libro de Ocasión.

Mientras sale o no sale, seguimos encontrando otros que tampoco son mancos aunque los hayan escrito Cervantes o Valle-Inclán».

Tras la lectura del pregón inaugural, el alcalde de Madrid procedió a la inauguración de la feria.

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