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Entrevista:

Aleksandr Zinoviev: "Utilizo la ciencia para crear literatura"

Entrevista con el escritor soviético

«Yo no soy un disidente: soy un científico, un escritor y un pintor». Aleksandr Zinoviev, 58 años, profesor de lógica actualmente en la Universidad de Munich, no deja por ello de ser un ex ciudadano soviético que se vio obligado a exiliarse en el mes de agosto de 1978. Actualmente, después de una prolongada carrera como científico, se ha hecho famoso en el mundo entero a raíz de la publicación de seis libros -¿novelas? ¿relatos? ¿reflexiones y ensayos novelados?-, de los cuales el primero, Cumbres abismales, acaba de aparecer publicado en España por Ediciones Encuentro. Zinoviev ha venido a Madrid para grabar un programa de televisión.

Nacido en 1922, en un pueblecito de las cercanías de Moscú, hijo de una campesina y un pintor decorador, en el seno de una familia que tuvo once hijos en total, estudió filosofía en Moscú, fue expulsado del Konisomol (Juventudes Comunistas) en 1939 por criticar a Stalin.«En agosto de 1978 recibí una oferta oficial para viajar a Alemania, y, una vez allí, se me privó de la ciudadanía soviética y de todos mis trabajos y cargos. Fue una expulsión encubierta "modo soviético", pero que me convenía. No me gustan los escándalos y no estoy de acuerdo con los llamados "disidentes"», señala Zinoviev, quien añade: «No quiere decir esto que estoy de acuerdo con el régimen de la URSS. Vivo ahora en Munich, con mi tercera mujer y mi hija menor, pero en mi patria se han tomado represalias contra un hermano mío que era coronel,. y un hijo mío que era oficial de policía. Por otra parte, hay mucha gente exiliada de la URSS que no es disidente: yo trabajo en la ciencia, no en la política».

Se le ha comparado con Swift y Gógol por sus extrañas fábulas trágicas y paródicas, surrealistas, absurdas, proféticas y repletas de un humor sangriento. «No me he unido a grupo alguno. Me limito a describir la sociedad soviética, modelo de la sociedad moderna, cuyas diferencias de valores con la occidental son escasas. La critico no porque sea mala, sino porque yo soy malo... en relación con ella, claro. En la URSS hay 60.000 escritores y, naturalmente, no todos son buenos, ni mucho menos. Son trabajadores por ideólogos y forman la parte principal del partido». Distingue dos momentos importantes en la URSS, uno, el del informe Jruschov, en 1956, y otro, el de la publicación del Archipiélago Gulag, aunque no le gusta Solyenitsin. «Fui miembro del PCUS, pero nunca he sido comunista ni marxista de pensamiento. Es un pensamiento que contiene algunos elementos científicos, pero que no es científico. Y no hay modelos de comunismo. Sus leyes son las mismas, aunque puede haber leves diferencias nacionales. Pero no hay formas diferentes de comunismo».

«En literatura», dice finalmente, «hay gente que no utiliza criterios literarios. Mi intento es el de usar métodos científicos en la literatura, y creo haber sido el primero en hacerlo: la ciencia como medio para crear la imagen literaria. ¿Que soy difícil? No lo sé: escribo para trabajar y para que el lector trabaje. Todo escritor expresa su conciencia, y mis seis libros -haré dos más y luego me dedicaré a la pintura- describen la mía». Hoy es el autor más leído, clandestinamente, en la URSS, traducido ya en once idiomas. El futuro radiante, Notas de un vigilante nocturno, Ante las puertas del paraíso, Sin ilusiones y La casa amarilla, son los cinco títulos que siguen a Cumbres abismales, presentada ayer en Madrid.

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