Millares de personas perdieron su tiempo tratando de solucionar problemas de censo
Las irregularidades en el censo fueron el protagonista principal de la jornada. Julián González Yuste cumple, dentro de 62 días, noventa años. Ayer quiso votar en el referéndum y hubo de peregrinar por seis colegios electorales. Al final averiguó que los vecinos de la acera de los pares de la calle Almanzor, donde habita desde hace más de cincuenta años, debían votar en la calle Rey Heredia, y al filo del oscurecer depositó su voto. Los de la acera izquierda votaban en el obispado.
Cuando, cansado de preguntar, llegó hasta la junta electoral de zona, varios cientos de votantes que habían sido dados de baja en el censo se le anticipaban en la cola de lo s recalcitrantes, a los que no arredró ir de colegio en colegio y que acabarían en Estadística, para al final acaso no votar.Nunca jamás hubo un censo tan tergiversado, donde los matrimonios, separados, vivían una especie de anticipación del divorcio, donde los niños estaban y los adultos faltaban. En el colegio Algafequi, casi 2.000 personas intentaban averiguar, en la única lista expuesta, si por «un casual» estaban en el censo. El PSA montó una oficina de reclamaciones donde anotaba los frustrados. Habían votado allí en el 77, en el 78 y en las municipales, en el referéndum constitucional recibieron a domicilio la octavilla de orientación. Ayer hubo colegios casi desiertos y colegios hasta los topes.
Antonio Zurita, primer teniente de alcalde, del PSOE, a mediodía, ayudó a consultar las listas a un votante desorientado. Un interventor avisó a un delegado gubernativo «¡de Fuerza Nueva! », decía el senador Emilio Fernández, y tras avisar a un notario se levantó un acta. Miembros de la junta de zona presentes minimizaron el hecho.
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