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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La gira frustrada de Cyrus Vance

CYRUS VANCE no parece haber convencido a los aliados europeos de Estados Unidos de la necesidad de atizar la hoguera encendida por la Unión Soviética en Afganistán. Al secretario de Estado no le habrá sido tampoco fácil de argumentar la cuestión de la guerra fría, porque, por toda su actuación pasada y sus declaraciones, ha ido siempre en el sentido contrario. La máscara de la tragedia se la dejaba a Brzezinski, que la había arrancado del rostro de Kissinger. Todo el grupo de países que rodea a los dos supuestos contendientes de esta refriega peligrosa está tratando de apaciguar, de reducir el absceso.Esta resistencia tiene varios motivos. En primer lugar, la dirección electoral de Europa va en sentido contrario a la de Carter: las elecciones de Canadá han sido una muestra muy valiosa de la desafección por la política de guerra fría, y la presteza con que los laboristas británicos se han lanzado en defensa de los Juegos Olímpicos indica también cuál es la tendencia de la opinión pública en su país. En segundo lugar, el tema del boicot a los Juegos Olímpicos es impopular: está mal elegido. La política de sanciones hace pensar a los europeos que los sancionados serían ellos mismos al limitar su comercio y su sistema de inversiones con la Unión Soviética; y la situación económica no permite ni el más leve desequilibrio. Hay otras razones: la falta de credibilidad personal de Carter, el viejo miedo a convertirse en terreno de batalla -aunque sea fría- de los demás.

Los franceses, incluso los alemanes federales, han tratado de explicar a Vance que la sanción a la Unión Soviética está produciéndose como derivado de su propia acción. La resistencia de Kabul a los soviéticos, el sábado y el domingo -terminada, provisionalmente, mediante un vuelo amenazador sobre la capital afgana-, es una ampliación de lo que está sucediendo en las montañas y de lo que, con la ayuda de Estados Unidos a los «rebel

des», va a seguir sucediendo. La hipoteca soviética con el mundo islámico, con su propia población musulmana, es un fomento incomparable a la vietnamización del conflicto. La URSS ha perdido credibilidad con los países del Tercer Mundo, ha dado ocasión de nuevo para que los eurocomunistas se distancien de ella -con la excepcion francesa-, con los intelectuales que siguen siendo los portavoces de una forma de conciencia como ideología básica. Lo que pierde la URSS con este conflicto ínsensa to es infinitamente superior a lo que podría ganar.La torpeza de Brejnev -o de quienes le estén sustituyendo en el poder en estos tiempos de caducidad- no debería ser respondida por una torpeza de Carter. La necesidad de ampliar el error de su enemigo le está llevando a resultados contrarios, y el más funesto para él es la división de sus aliados, que puede preceder en poco tiempo a la de su propio país. La frase «hay que saber hasta dónde se puede llegar demasiado lejos» es perfectamente aplicable en esta ocasión.

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Cyrus Vance ha vuelto a Washington -dicen allí los cronistas- con las manos vacías. Debe mostrárselas así, en esa posición de mendicante frustrado, al presidente Carter. Quizá sea tiempo para que analice hasta el fondo la situación; pero bien podría ocurrir lo contrario, que presionara más y más hasta forzar lo indeseable. Richard Nixon se empeñó siempre en hacerlo así; pero el final de Nixon, el final de Ford, el final de Johnson, son lecciones tan importantes en estos momentos como la de las manos vacías del secretario de Estado.

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