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Killanin y Samaranch piensan en unos Juegos abiertos

Estados Unidos y los países que le sigan están ante el dilema de forzar un boicot olímpico a Moscú. Pero la alternativa no es fácil. Quizá por esto el momento sea de «ver y esperar», divisa que Juan Antonio Samaranch es la que trata de implantar en el mismo COI con la esperanza de que la URSS se dé cuenta del riesgo que corre y vaya retirando sus tropas de Kabul.El COI, según mis informaciones, tiene una carta secreta en su bolsillo que podría ser la de declarar los Juegos abiertos a personas, no a naciones. En realidad este era el espíritu del barón Pierre de Coubertin, que quiso que las nuevas Olimpiadas las organizaran ciudades, no países, y prohibió clasificaciones nacionales, medalleros y hasta himnos. Pero los Estados y los Gobiernos, por aquello de que algunos ponen el dinero, aunque a veces también se lo quitan del mismo deporte, lo que es el caso de nuestras quinielas, han destrozado hace ya tiempo el espíritu coubertiniano, y ahora van más lejos: tratan de convertir los Juegos Olímpicos en un naipe más de la baraja de transacciones internacionales políticas.

Si Killanin y Samaranch se atreven a imponer esta tesis de que las inscripciones de atletas no es necesario que pasen por los comités olímpicos nacionales, que, según reza la ley olímpica no tienen que estar controlados por los Gobiernos, aunque esto no sea así, se planteará una situación nueva de gran interés. Porque en todas las naciones afectadas habrá atletas que querrán ir a Moscú, y la única forma de prohibírselo, al menos en naciones democráticas, será el aprobar una ley que tiene que ir precedida de discusión parlamentaria, que prohíba los visados a la URSS a cualquier ciudadano de estos países.

La finta que el COI podría poner sobre el ring olímpico es más astuta. Colocaría a los Gobiernos pro boicot ante una situación difícil ante sus propios atletas, libres entonces de ir o no ir a Moscú, según su conciencia.

Mientras aquí, alrededor del lago tranquilo, lejos incluso de la tormenta olímpica de salones y pasillos, que ruge aún, aunque parece amainar, los atletas blancos de la nieve y el hielo, entrenan y ya compiten, y lo hacen, y esto es bueno, en el mejor espíritu olímpico.

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