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"Perro de alambre", de Manuel Caño, reflexión sobre la violencia política

Hoy se estrena Perro de alambre, película dirigida por Manuel Caño, cuyo guión está basado en la novela Perromundo, del escritor cubano Carlos Alberto Montaner. La película es una coproducción hispano-venezolana y se rodó en la isla de Santo Domingo.

«Los reclamos publicitarios de Perro de alambre aseguran que la película es "violencia", "libertad" y "esperanza"», declara su director; «es cierto, es todo eso. Pero, es además, una contribución seria, meditada, al tenso debate ideológico que divide al planeta. Los fabricantes de eslóganes también pudieron decir que es "derechos humanos", o "justicia", o hasta "razón y pasión", porque logos y pathos se trenzan en la película de una dolorosa manera».«Hace unos cuatro años leí Perromundo, del escritor cubano Carlos Alberto Montaner», añade Manuel Caño; «aparentemente era una novela sobre la cárcel política en la Cuba actual y sobre los procesos de "rehabilitación" a que deben someterse los prisioneros para ser exicarcelados. Un prisionero optaba por resistir, por negarse a la rehabilitación, y era ejecutado. Esa era la lectura superficial del libro. Pero había, como dirían los lingüistas, una estructura profunda, mucho más sutil, que trascendía la anécdota cubana y le confería unos valores universales. Fue ese segundo plano, esa cara oculta de la novela, la que se convirtió en Perro de alambre».

«Ese objetivo, de entrada, nos planteaba serios problemas de toda índole. En primer término, no existía tradición española de cine de este género. Z, La confesión, Johnny cogió su fusil, El hombre de Kiev y otros clásicos, entre los que ahora inscribiría El hombre de mármol, eran películas vistas con mucho interés por los españoles, pero eran invariablemente producidas fuera de nuestras fronteras. Tampoco la película podía filmarse en España, porque el setting debía ser irremediablemente latinoamericano. »

«Pero esos no eran los únicos peligros. En la novela, y luego en el guión, había una dosis considerable de acción, y nosotros, en modo alguno, queríamos hacer una película de aventuras. Había que contar en imágenes cierta historia " emocionante", pero sin traicionar nuestro propósito de indagar sobriamente sobre la violencia política y, por encima de todo, sobre el sentido final de la libertad. Al personaje central de Perro de alambre, interpretado con precisión por Tino Díaz, se le ponía en una lacerante disyuntiva: o escogía libremente la muerte, lo que racionalmente le repugnaba, o elegía la "rehabilitación", lo que emocionalmente le indignaba. Sobre esta agónica paradoja, más humana que política, más drama personal que conflicto colectivo, está montada la película. El resultado final de todos estos elementos, del que estamos francamente satisfechos es una película dura, inquietante, a veces cruel, a veces tierna, moviéndose siempre en la zona extrema de los sentimientos. Tal vez algún crítico o algún espectador crea ver "tremendismo". No es verdad. La realidad, a veces, es tremenda. La cárcel es tremenda. La pasión política es tremenda. El terrorismo es tremendo, la "ejecución" de viejos camaradas es tre menda. Perro de alambre no exa gera esos elementos, simplemente los recoge con cierto estremecimiento. »

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