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Durísima crítica de los jesuitas a la represión guatemalteca

Los jesuitas guatemaltecos, rompiendo un silencio que, por prolongado, ya había extrañado a muchos, han unido a las de otras instituciones de la sociedad de aquel país su voz de denuncia sobre la situación de miseria y represión en que vive la mayoría de dicho pueblo centroamericano. En un amplio documento hecho público en la capital de Guatemala días pasados, los jesuitas reconocen el deber de responder al clamor «que brota de millones de hermanos oprimidos y empobrecidos».

«Basta abrir los ojos en Guatemala», señala el documento, «para darnos cuenta de que aquí domina un sistema de poder anticristiano. que mata la vida y que persigue a quienes luchan por esa misma vida.»En un análisis de las realidades socioeconómicas del país, los religiosos denuncian el cada día más grande enriquecimiento de los hacendados, en virtud de las alzas en los precios internacionales de las producciones agrícolas del país, frente al estancamiento de los salarlos de los campesinos. En las ciudades igualmente «se promete subir los sueldos a los empleados públicos, pero se anuncia inmediatamente el ascenso de los precios del pan, el gas, la luz y el agua».

«Esta situación angustiosa» continúa el documento, «se mantiene con una represión que emula a las más grandes que ha conocido la historia reciente en Guatemala. Un régimen de fuerza injusta trata así de evitar que el pueblo trabajador reclame sus justos derechos. En nuestro país se secuestra. tortura y asesina al amparo de vehículo sin placas, emboscadas nocturnas y terror.»

Recuerda el informe de los jesuitas las cifras reconocidas recientemente por las autoridades de Guatemala, que atribuyen al tristemente célebre escuadrón de la muerte 3.252 asesinatos durante los diez primeros meses de 1979, lo que supone la aterradora cuenta de más de diez muertos por día. «Todos estos crímenes», añaden, «quedan en la más absoluta impunidad. Y, por otro lado, ya es proverbial que en Guatemala no hay presos políticos, sino muertos y, desaparecidos.»

«Nada de esto puede ser negado. La paz no se construye con la mentira, sino con la verdad. Cerrar los ojos ante esta verdad bajo el pretexto del anticomunismo equivale a lo que afirmó la Iglesia latinoamericana en Puebla: el temor del marxismo impide a muchos enfrentar la realidad opresiva del capitalismo liberal. »

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