El Gabinete británico anuncia un ambicioso programa de expansión nuclear
El Gobierno conservador británico ha decidido pisar el acelerador en la construcción de centrales nucleares en el Reino Unido con el fin de conseguir que el 40% del suministro de energía eléctrica del país sea de procedencia nuclear en la década de los noventa.De acuerdo con un ambicioso programa de expansión nuclear, anunciado en la Cámara de los Comunes por el secretario de Energía, David Howell, Gran Bretaña construirá diez nuevas centrales nucleares entre 1982 y 1992, a un ritmo de una por año.
El coste del programa asciende a la astronómica cifra de 20.000 millones de libras esterlinas (unos tres billones de pesetas), y con él se pretende que el componente nuclear en el suministro de energía eléctrica del país, estimado ahora en un 12%, llegue hasta el 40% en el año 1991.
El programa está basado en la construcción de reactores norteamericanos del tipo PWR (Pressurized Water Reactor), de agua a presión, similares al que el pasado marzo causó el accidente de Harrisburg, en Pensilvania, aunque el diseño que se utilizará en Inglaterra es distinto.
En su exposición a los Comunes, Howell hizo constar que el modelo que se construya en Inglaterra, aunque utilizará el sistema de agua presurizada, no se pondrá en funcionamiento hasta que se realice una amplia encuesta pública sobre su seguridad, encuesta que no estará terminada hasta 1982.
La decisión del Gobierno supone un duro golpe para el futuro del reactor de gas enfriado diseñado por los ingleses, que, aunque todavía se utilizará en dos nuevas centrales nucleares cuya construcción comenzará el próximo año, ha constituido, en opinión de un especialista, «un continuo catálogo de errores, retrasos interminables y crecientes incrementos en sus costes».
Protesta ecologista
El anuncio del programa ha provocado una tormenta de protesta entre los círculos ecologistas y de conservación de la naturaleza. En opinión del Partido Ecologista, el programa «no está justificado, no tiene garantías de seguridad y no lo desea nadie». Su presidente, Jonathan Porrit, ha declarado que « el país será mucho más vulnerable ante una huelga de los trabajadores de la industria nuclear que lo es ahora ante una acción industrial por parte de los mineros».Por su parte, el doctor Michael Flood, asesor científico de la asociación Amigos de la Tierra, ha calificado el programa nuclear británico como «un desastre económico desde sus comienzos. No hay ninguna razón para pensar que el nuevo programa sea diferente del antiguo, con la agravante de que éste introduce el controvertido reactor de agua presurizada».
El Gobierno teme en el próximo año una acción concertada de los grupos antinucleares y ecologistas en todo el país.
Pero, a pesar de estas críticas, piensa seguir adelante, porque, según el secretario de Energía, a menos de que estos planes se realicen, «los niveles de vida del pueblo británico descenderán sensiblemente en los próximos años». La fecha de la terminación del programa coincide con el comienzo del descenso en las existencias de petróleo y gas natural del mar del Norte. «Por eso», dijo Howell, «no podernos pasarnos sin un programa de esta magnitud.»
Howell repartió en la Cámara cuatro informes realizados por expertos británicos en seguridad nuclear, y en ellos los científicos opinan que el accidente de Harrisburg no ha cambiado su convicción de que el reactor de agua presurizada es el mejor y más barato de los existentes en la actualidad y que se puede adaptar perfectamente a los altos niveles de seguridad existentes en el Reino Unido.
De acuerdo con uno de los informes, el accidente de la isla de las Tres Millas se debió «a causas de organización y de control».
En la actualidad existen 75 reactores de este tipo instalados o en construcción en varios países de Europa occidental, especialmente en Francia, Alemania y España.
Cuando el nuevo programa esté terminado, el número de centrales nucleares en el Reino Unido se acercará a las treinta.
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