San Pantaleón
Las devociones populares, como las devociones políticas, unas veces funcionan y otras no. Todo es asunto de fe, como la lotería de navidad, que no queda un décimo a la venta en Madrid, por lo mucho que gasta el personal de lo que le sobra, o por lo mucho que le falta al personal y espera de la lotería. Entre la devoción a la Virgen de Guadalupe y la devoción a doña Manolita, lotaria ilustre, extinta y heredada, España sigue siendo un matriarcadoA Ruiz-Giménez le ha funcionado la Virgen de Guadalupe (su devoción a ella) en el caso Rupérez. A algunos españoles (generalmente panaderos sin suerte) les va a funcionar doña Manolita el día del sorteo, y a los devotos de la sangre licuada no les ha funcionado este año san Pantaleón. Dado mi infinito respeto (en el fondo, uno no es más que un liberal secuestrado por la revolución y el sexo) por las religiones, devociones, tradiciones y cosas, creo que el señor Ruiz-Giménez, a quien debemos nada menos que la vida de Rupérez frente a la muerte del Estado como tal, ha manejado con una como excesiva naturalidad a la Virgen guadalupana (el otro día cantada en el Ritz por un vibrante mariachi) al decir lo que ha dicho:
-Falta aceite en el engranaje y el aceite lo han puesto el Señor y la Virgen de Guadalupe.
Modestia aparte (modestia de Ruiz-Giménez, que condecora al cielo con milagros que ha hecho él mismo, pues está en edad teleológica de hacerlos), yo os pregunto a vosotros, Javier, Ignacio y Paloma Rupérez, tan admirados amigos, ¿sois consciente, al fin, de la deuda, de magnitudes mexicanas, que habéis contraído con la Virgen de Guadalupe?
Si el cielo no ha fallado, doña Manolita tampoco puede fallarnos, y saldrá muy repartido el gordo, como todos los años, y mayormente entre el lumpenproletariat marginado hasta en el Estatuto de los Trabajadores, que en este país no se ha inventado ni se inventará mejor estatuto que la lotería nacional, cuando toca. Y hasta cuando no toca, que de deudas también se vive.
Estamos en el año de Galileo (de su reivindicación: la Iglesia absuelve paternalmente a Galileo y amonesta paternalmente a Iniesta, obispo cheli que ha descubierto, no que la Tierra se mueve, sino, más modestamente, que se mueve Vallecas, lo cual es mucho más peligroso para algunos). Y en este año galileano y kepleriano todo va bien, los astros, las Vírgenes y los ayatollahs giran en sus órbitas elípticas y hasta puede oírse, bajando un poco el decibelio de Patty Smith -Haciendo pis en el río-, la armonía de las esferas. Los niños se educan en el colegio Los Rosales, Rupérez vuelve a casa y Pedro Rocamora publica un bello ensayo sobre Ramón y yo en la revista Arbor, ensayo que le agradezco mucho. ¿Por qué, entonces, la sangre de san Pantaleón no se ha licuado/deslicuado este año como siempre por tales fechas? Las tres devociones mayores de un Madrid menor y al detall, que es el que a mí me gusta glosar, son la sangre de san Pantaleón, el corazón de santa Gema Galgani y el pie de Jesús de Medinaceli. El pie sigue siendo venerado, e incluso la viuda de Franco ha acudido no hace mucho a besarle. El corazón de santa Gema palpita muy cerca del mío, que vivo en el barrio, pero la sangre de san Pantaleón no se ha licuado/deslicuando según el costumbrismo a lo divino, cosa que ya pasó en el 36, cuando mataron a Calvo-Sotelo.
¿A quién van a matar ahora? Algunos teólogos madriles no llamados a declarar por Roma apostaban contra la vida de Rupérez. Dichosamente se han equivocado. He estado haciendo repaso de la clase política y sólo veo en peligro la vida de Franco, si Vizcaíno no madruga con otro best-seller galvanizador. Gran confusión de santos, vírgenes, mártires, protomártires, santas, secuestrados, Manolitas, etarras y niños de san Ildefonso veo en los signos del fin de siglo. Señales en el cielo y, aquí en la tierra, como primer suspense del milenio, la sangre de san Pantaleón, que no funciona como Dios manda ni tampoco como mandaba Miguel Servet. No salir de noche hasta nuevo aviso del cielo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.