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La crisis en el mundo islámico

Carter advierte a Teherán sobre las consecuencias "extremadamente graves" de un posible daño a los rehenes de la embajada

En su declaración más dura desde que comenzara la crisis de Irán, hace ya veinte días, el presidente Jimmy Carter advirtió ayer que si uno sólo de los 49 rehenes retenidos en la embajada norteamericana sufre algún daño, Irán tendrá que hacer frente a consecuencias «extremadamente graves».La declaración de Carter se produjo después de un.a reunión en la cumbre con sus consejeros políticos y militares, que fueron convocados por el presidente a su residencia de Camp David, en Maryland. En la reunión, que duró más de dos horas, estuvieron presentes el vicepresidente, Walter Mondale; los secretarios de Estado y Defensa, Cyrus Vance y Harold Brown, respectivamente; el director de la CIA, Stansfield Turner; el consejero presidencial para Asuntos de Seguridad, Zbigniew Brzezinski, y el jefe del Alto Estado Mayor Conjunto, general David Jones.

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Inmediatamente después de finalizar la cumbre, el portavoz de la Casa Blanca leía la declaración presidencial, en la que se señala que «el último de los rehenes es tan importante como el primero para Estados Unidos», que «dañar a un solo rehén es tan grave como dañar a todos» y que este tipo de acción acarrearía para Irán «consecuencias de extrema gravedad».

Carter ha convocado para hoy una reunión en Camp David con losjefes de estado mayor de los tres ejércitos y del cuerpo de marines. En otro paso de la escalada de esta crisis, el Pentágono anunció ayer que quedan interrumpidos los programas de entrenamiento de vuelo para el personal militar iraní. Unos 260 oficiales iraníes siguen estos cursos en diferentes bases aéreas de Estados Unidos, según los acuerdos de cooperación militar firmados con el régimen del sha.

El depuesto monarca iraní hizo unas declaraciones a la periodista Bárbara Walters, de la cadena de televisión Abc, en las que expresó su intención de abandonar Estados Unidos en cuanto sus médicos se lo autoricen. El sha, que no permitió que se filmara ni grabara la entrevista, aseguró que su viaje a Norteamérica obedece estrictamente a motivos de salud y qu e tiene «muchas ganas» de regresar a su villa de Cuernavaca, en México.

Preguntado por el volumen de su fortuna personal, Mohamed Reza Palilevi dijo que era una exageración hablar de miles de millones de dólares y que él se considera rico, como un millonario norteamericano, con una fortuna de unos cincuenta o cien millones de dólares. Las cifras que barajan los revolucionarios islámicos que derrocaron al sha oscilan entre 12.000 y 20.000 millones, y una de las peticiones a cambio de la puesta en libertad de los rehenes es que sea devuelto ese dinero al pueblo iraní.

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El presidente Carter insistió ayer en que el sha permanecerá en Norteamérica hasta que finalice su tratamiento médico, e indicó que «las mismas leyes que protegen a los diplomáticos iraníes en este país protegen al sha de cualquier acción ilegal o arbitraria».

Pese a la dureza verbal de la declaración de Carter y a las constantes proclamas antinorteamericanas del ayatollah Jomeini, algunos círculos de la Administración todavía se mostraban ayer moderadamente optimistas y expresaban su confianza en los canales de negociación que continúan abiertos.

El congresista republicano George Hansen lleva varios días en Teherán intentando conseguir la liberación de los rehenes, e hizo ayer declaraciones muy optimistas a un diario neoyorquino, Tras una serie de entrevistas con dirigentes del Consejo Revolucionario islámico y con el ministro interino de Asuntos Exteriores, Abolhassan Bani Sadr, el representante republicano por Idaho, que goza de simpatías en los países árabes y musulmanes, dijo haber detectado voluntad negociadora en Teherán y deseos de alcanzar una solución que permita «salvar la cara». Hansen se encuentra en Irán a título particular y, según sus propias palabras, no le corresponde a él negociar una solución, sino al poder ejecutivo norteamericano.

La extensión de una oleada de manifestaciones antinorteamericanas en Turquía, Bangladesh, Pakistán, India y Filipinas, y los virulentos ataques de Jomeini contra el «gran satán» norteamericano, que son reproducidas a diario y con despliegue tipográfico por la prensa estadounidense, hacen pensar en términos menos optimistas sobre el desarrollo de esta crisis, que parece agravarse día a día y sin solución a la vista.

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